Los huevos y los guisantes
cocidos
En Servia, no lejos del caudaloso
río Danubio, vivía un pobre labrador llamado Marco que tenía un solo tesoro en
el mundo: su hija Marra, tan sabia como hermosa. Cierto día faltaron por
completo los alimentos en la choza, y Marco marchó a palacio para solicitarlos
del rey. Antes de partir Marra le dijo: "Procura hablar bien ante el rey.
Si lo haces, se interesará y nos concederá algún favor".
Cuando Marco se presentó ante el
rey, habló con tanta soltura, habló una lengua servia tan perfecta, que el
monarca quedó maravillado. "Escucha, mendigo -le interpeló el rey- -¿Dónde
aprendiste a hablar así?" "Marra, mi hija, me enseñó, Majestad",
repuso Marco. "¿Y quien enseñó a Marra?". inquirió el rey. "La
pobreza y Dios, Su Majestad", replicó Marco. El rey sonrió. "A decir
verdad, tienes una hija muy sabia. Toma estos treinta huevos y dáselos a Marra.
Dile que si no me trae a cambio treinta pollos, la haré ajusticiar. Ahora,
vete."
Cuando Marco entregó los treinta
huevos a Marra, ella vio al instante que estaban cocidos y que jamás
producirían pollos. Pero como era una muchacha inteligente, se le ocurrió un
plan. Coció una libra de guisantes y, entregándoselos al padre, le dijo que los
sembrara. "Pero espera a que pase el rey -le advirtió-. Entonces, arroja
los guisantes y grita con todas tus fuerzas:
¡Quiera Dios que estos guisantes cocidos den fruto! El rey te
preguntará, entonces, cómo es posible tal cosa, y tú responderás: Lo mismo que
los huevos cocidos pueden producir pollos."
Luego, Marra dio un beso a su
padre y lo envió afuera.
Todo sucedió tal como ella había
dicho. Cuando el rey preguntó a Marco cómo se explicaba que un guisante cocido
floreciera, él le respondió: "Lo mismo que los huevos cocidos pueden
producir pollos." El rey soltó una
carcajada y dijo:
"¡Verdaderamente, tu hija es
muy lista! Tráela aquí porque quiero felicitarla en persona" . Cuando el
rey vio a Marra y pudo comprobar que era tan bella como sabia, pensó:
"¿Acaso puede haber mejor esposa para un rey? ¡Siendo bella e inteligente,
poco importa que sea la hija de un campesino. Y tras esas reflexiones, le pidió
que fuera su esposa.
Marco desde entonces no volvió a
conocer nunca más la pobreza.
Anónimo