El cuento de cada PUC PAC es como un eje vertebrador que ayuda a dar sentido
a una historia, donde hay unos personajes protagonistas que se ven sometidos a
situaciones emocionales concretas:
-Por
ejemplo, en el caso del "Pacto del fuego": llega un día que, debido a
la envidia que tiene un cocinero del gran fuego que tiene el herrero, el fuego
se desmadra y acaba para causar un incendio enorme. Finalmente, todos los
personajes llegan a un acuerdo con el fuego. Se necesitan los unos a los otros,
pero con unas normas de convivencia. Y por eso llegan al "Pacto del
fuego".
Vaya, que hay
situaciones estrambóticas, personajes ambivalentes (el caso del fuego que
puede ser bueno o malo según el caso), personajes que cambian de identidad... y
todo para provocar una reflexión en los niños.
Las
cosas tienen un ser vital.
RUBÉN
DARÍO.
Por
el momento nadie entra en la habitación, pero, si alguien entrara, o, mejor
aún, si sólo penetrara una mirada, sin tacto, sin gusto, sin olfato, sin oído,
sólo una mirada, y decidiera fríamente hacer un ordenado inventario visual de
sus objetos, comenzando, digamos, por la derecha, lo primero que habría de
encontrar sería un amplio sofá, forrado de terciopelo verde oscuro, ya bastante
deteriorado y con dos quemaduras de cigarrillo en el borde del respaldo. Sobre
el sofá hay un montón de diarios y revistas, pero la hipotética mirada sólo
estaría en condiciones de ver la revista que está arriba de todo, es decir un
ejemplar no demasiado nuevo de Claudia, y a lo sumo conjeturar, gracias
a las características especiales de su tipografía, que el trozo de periódico
que asoma por debajo de otros diarios, aunque no incluye ningún título ni
indicación directa, puede pertenecer a BP-Color. También sobre el sofá,
a unos treinta centímetros de los diarios y revistas, hay un libro boca abajo,
con un cortapapeles metido entre sus primeras hojas. En uno de los ángulos hay
una mancha verdosa, con varios granitos más oscuros, como de yerba. En la pared
que está detrás del sofá hay un almanaque de la Panadería La Nueva. La hoja que
está a la vista es de noviembre 1965 y tiene dos anotaciones hechas con
bolígrafo azul, y una más con bolígrafo rojo. Las azules corresponden al día 4
(«Beatriz, 15.30») y al día 13 («M. ¿O. K.? OK»); la roja está en la línea del
día 19 («Ensayo gral.»). El sofá llega hasta la segunda pared. Junto al tramo
inicial de la misma hay una banqueta de madera con un cenicero repleto de
puchos, todos torcidos de la misma manera y sin manchas de carmín. Más allá
está un ropero de roble, modelo antiguo pero todavía en buenas condiciones, sin
espejo exterior, con una hoja cerrada y otra abierta. Por el espacio que deja
la hoja abierta puede distinguirse ropa de hombre, prolijamente colgada de sus
perchas: un impermeable gris, un gabán de cuello amplio, varios sacos que quizá
sean trajes completos, ya que los pantalones o chalecos pueden estar ocultos
bajo los sacos. El ropero tiene tres cajones, todos cerrados, aunque del
tercero surge un pliegue blanco de ropa, que presumiblemente corresponde a una
camisa. En el suelo, junto a una de las patas del ropero, hay un papel
irregularmente rasgado, algo así como la mitad de una hoja de carta, color
crema, que alguien hubiera partido en dos. Está escrito con una letra menuda y
muy pareja, de curvas suaves, con los puntos de las jotas y las íes muy por
encima de su ubicación clásica. Si la mirada quisiera detenerse a leer, podría
comprobar que las palabras, y trozos de palabras, que contiene el papel, son
los siguientes:
Después del ropero, casi sin
espacio que los separe, hay una mesita de pino, sin cajones, con una portátil
negra, un despertador chico, de cobre, un block de notas en cuya primera página
hay sólo una palabra (chau), dos bolígrafos de la misma marca
y un portarretrato con la fotografía de una mujer joven que en el ángulo
inferior derecho tiene una leyenda: «A Fernando, con fe y esperanza, pero sin
caridad. Beatriz». Junto a la mesita, una cama (tendida, una plaza, de bronce)
cuya cabecera se apoya en la segunda pared, el flanco derecho sigue la línea de la pared tercera. La colcha
blanca cubre también la almohada. Sobre la colcha blanca, tres objetos: un
encendedor, un cepillo de ropa, un programa de teatro doblado en dos. Sólo está
a la vista la mitad inferior, donde consta el reparto: Vera: Amanda Blasetti.
Jacinto: Fernando Montes. Octavio: Manuel Solano. Rita: María Goldman. Ernesto:
Benjamín Espejo. Debajo de la cama, un par de mocasines marrones. En el rincón
que forman la tercera y la cuarta pared, hay un tocadiscos. Sobre el plato, un
disco de doce pulgadas, detenido no obstante, si la mirada quisiera detalles,
podría comprobar que se trata del volumen III del álbum de
Bessie Smith. Debajo del tocadiscos, un casillero con varios álbumes, pero en
sus lomos sólo constan números romanos, y además no están en orden. Junto al
mueblecito hay una alfombra (medida aproximada: un metro por setenta y cinco
centímetros) de lana marrón con franja negra. Sobre ella está depositado el
sobre de cartón correspondiente al disco de Bessie Smith. A esta altura, a la
mirada le quedarían apenas tres objetos para completar el inventario.
El primero es una cocinita a gas, de dos hornillas. No hay nada sobre
ellas. Una de las hornillas tiene la llave hacia la izquierda; la otra, hacia
la derecha. El segundo objeto es un cuerpo humano, totalmente inmóvil. Es un
muchacho. Pelo oscuro, la nuca apoyada en un almohadoncito. Tiene puestas sólo
dos prendas. Un short azul claro, y, en el cuello (suelto, sin
anudar), un pañuelo rojo de seda. Los ojos están cerrados. No hay el menor
movimiento, ni en las fosas nasales ni en la boca. El tercer y último objeto es
un trozo de papel color crema, algo así como la mitad de una hoja de carta que
alguien hubiera partido en dos, escrito con una letra menuda y muy pareja, de
curvas suaves y con los puntos de las jotas y las íes muy por encima de su
ubicación clásica. Si la mirada quisiera detenerse a leer, comprobaría que las
palabras, y los trozos de palabras, que contiene el papel, son los siguientes:
(Mario Benedetti)