El
chino es el último pueblo del mundo que aún fabrica escupideras, orinales,
máquinas de coser de pedal, calentadores de camas, martillos de orejas,
plumillas (con plumín de acero, para mojar y escribir), yugos de madera para
bueyes, arados de hierro, bicicletas de más de una plaza y locomotoras de
vapor.
Aún
fabrican relojes de caja, ese mecanismo de cadena que hace tic-tac y bang. ¿Es
interesante? En mi opinión, sí, pues los chinos inventaron el primer reloj
mecánico del mundo a finales de la dinastía Tang. Como tantos otros inventos
chinos, lo olvidaron; la idea se les escapó y el reloj fue reintroducido en
China desde Europa. Los chinos fueron los primeros en producir hierro colado y
poco después inventaron el arado de hierro. Los metalúrgicos chinos fueron los
primeros en fabricar acero («gran hierro»). En el siglo IV a.C. los chinos
inventaron la ballesta y en 1895 seguían utilizándola. Fueron los primeros en
observar que los copos de nieve son hexagonales. Inventaron el paraguas, el sismógrafo,
la pintura fosforescente, la rueca, el compás de corredera, la porcelana, la
linterna mágica y la bomba fétida (una receta incluía siete kilos y medio de
mierda humana, así como arsénico, acónito y cantáridas). En el siglo I d.C.
inventaron la noria de cangilones y aún la utilizan. Fabricaron la primera
cometa dos mil años antes de que la hicieran volar en Europa. Inventaron los
tipos móviles y diseñaron el primer libro impreso: el texto budista Sutra del diamante, en el año 868 de
nuestra era. En el siglo XI ya tenían prensas y hay pruebas inequívocas de que
Gutenberg asimiló la tecnología de los portugueses que, a su vez, la habían
aprendido de los chinos. Construyeron el primer puente colgante y el primero
escarzano (éste, erigido en el 610, aún está en uso). Inventaron los naipes,
los carretes de pescar y el whisky.
Corría
el año 1192 cuando un chino se lanzó en paracaídas desde un minarete de
Guangzhou, aunque hay que reconocer que experimentaban con paracaídas desde el
siglo II a.C. El emperador Guanyun (que reinó del 550 al 559) sometió a prueba
las «cometas humanas» -forma primitiva del planeador- arrojando condenados
desde una torre alta, haciendo que se aferrasen a artilugios de bambú; un pobre
prisionero voló tres kilómetros antes de estrellarse contra el suelo. Los
chinos fueron los primeros navegantes del mundo que utilizaron el timón; los
occidentales se basaron en los remos de gobierno de la nave hasta que,
alrededor del 1100, tomaron prestado de los chinos el timón. Cualquier escolar
sabe que los chinos inventaron el papel moneda, los fuegos de artificio y la
laca. Además, fue el primer pueblo del mundo en emplear papel pintado (en el
siglo XV, los misioneros franceses trasladaron de China a Europa la idea del
papel pintado). El papel siempre volvió locos a los chinos. Las excavaciones
realizadas en la depresión de Turfán dieron por resultado un sombrero, un
cinturón y un zapato de papel realizados en el siglo V. Ya he mencionado el
papel higiénico. También hicieron cortinas de papel y armaduras del mismo
material, cuyos pliegues impedían que las flechas penetraran. En Europa el
papel sólo empezó a fabricarse en el siglo XII, unos mil quinientos años
después de que fuese inventado en China. Crearon las primeras carretillas y
algunos de los mejores diseños chinos de carretillas aún no se han estrenado en
Occidente. Y hay muchas cosas más. Cuando el profesor Needham termine Ciencia y civilización en China: la obra
ocupará veinticinco tomos.
(Paul Theroux - En el gallo de hierro)
Recuerdo una mañana clara...
Recuerdo
una mañana clara del Noveno Mes cuando había llovido toda la noche. Aunque
brillaba el sol quedaban gotas de rocío en los crisantemos del jardín. En los
cercos de bambú y en los bordes entrecruzados vi jirones de telaraña y donde se
habían roto los hilos vi pendientes gotas de lluvia que parecían cuentas de
perlas blancas. Me sentí conmovida y encantada. Al aumentar la luz del día, el
rocío fue desapareciendo del trébol y de las otras plantas donde antes
abundaba; las ramas se agitaron y luego se elevaron a un tiempo como si se
hubieran puesto de acuerdo. Luego conté a la gente lo bello que había sido todo
eso. Lo que más me impresionó fue que nadie se impresionara.
(Sei Shonagon - El libro de la almohada)
Marcapaginasporuntubo dedica esta entrada a Joan Ramón Gálvez