Este
libro no es sólo un libro de fotografías, sino
que profundiza en la vida de la bailaora catalana desde su nacimiento en el
barrio de barracas del Somorrostro, probablemente en 1918, como certifica el
padrón de Barcelona de 1930, hasta su muerte en una pequeña población de la
Costa Brava en 1963. Un recorrido en imágenes por sus inicios artísticos en
Barcelona y Madrid, sus apariciones cinematográficas, su discografía, su éxito
en Argentina y todos los países sudamericanos y centroamericanos, su fama
deslumbrante en Nueva York y Hollywood o su vuelta a España y Europa como la
bailarina gitana más famosa de la historia.
Los dos regalos
En una historia que se cuenta en España, pero probablemente procede de algún lejano lugar, un hombre pobre y viudo a duras penas criaba a sus dos hijos.
Uno de ellos era de naturaleza alegre, muy optimista. Se fijaba en el lado positivo de la vida. El otro tenía, por el contrario, un humor siempre sombrío, no pensaba más que en la desdicha, incapaz para la alegría.
Como se acercaba la Navidad, el padre se preguntó qué regalos podría hacer a sus dos hijos. Retiró del banco sus escasísimos ahorros, tomó prestadas de los vecinos algunas monedas y compró, para la ocasión, un reloj a su hijo pesimista.
No le quedaba nada de nada para regalar a su otro hijo cuando, mientras caminaba por una calle, vio que un burro soltaba una boñiga delante de él.
Recogió la boñiga, la envolvió lo mejor que pudo en un papel plateado que encontró en un cubo de basura, le ató alrededor una cinta roja y la colocó bajo el árbol de Navidad, al lado del reloj, que estaba empaquetado del mismo modo.
Cuando llegó la noche de Navidad, el hijo de humor sombrío abrió su paquete, en el que encontró el reloj y se lo puso en la muñeca, sin una palabra, sin ninguna apariencia de alegría.
-¿Y? -le preguntó una vecina al día siguiente-. ¿Has visto el reloj tan bonito que te ha comprado tu padre? ¡Estarás contento, por lo menos!
El chico negó con la cabeza. No, no estaba contento.
-Pero ¿por qué? -preguntó la vecina.
-Porque -dijo con tristeza- cada vez que inclino los ojos hacia la muñeca, veo los segundos que pasan, los minutos y las horas. Veo que el tiempo que me queda de vida se acorta y que me acerco a la muerte.
-¿Y tú? -preguntó la vecina al otro chico-. ¿Qué has tenido de regalo?
-¡Un caballo! -respondió alegre.
Y añadió a continuación:
-¡Pero se ha marchado!
-¡Pero se ha marchado!
(Jean-Claude Carrière)
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