Sátiras (3)
Pues aprendí que los dioses viven sin cuitas
y que, si la naturaleza hace un portento, no lo mandan
los dioses airados desde su alta morada celestial.
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El supremo placer
no está en un caro condimento, sino en ti mismo.
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"Había un viejo liberto que por la mañana en ayunas y con
las manos lavadas recorría las hornacinas y pedía: “¡A mí,
(añadía 'poca cosa pido') a mí solo libradme de la muerte!
Cosa fácil es para los dioses.”
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Un ternero aplastó con su pezuña las crías de una rana
ausente; una se salva y le cuenta a su madre cómo
una bestia enorme destrozó a sus hermanos. La rana
preguntaba cómo de grande e, hinchándose, si era así de
grande. 'El doble de grande.' '¿Así?' Como se inflaba cada
vez más, le dijo: 'Aunque revientes, no serás igual'.
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Esto era mi sueño: una parcela de campo no muy
grande, con huerto y fuente perenne vecina a la casa
y por encima un poco de bosque.
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Vive feliz entre
cosas placenteras, recuerda la brevedad de tus días.
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¿Qué bestia es tan tonta
que, tras escapar, se vuelva a poner sus cadenas rotas?
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Mas al anfitrión le pasa como al caudillo: su ingenio
la adversidad lo suele desnudar, la prosperidad ocultar.
Epístolas (1)
“Retira a tiempo el caballo envejecido, si eres sensato, no
sea que a la postre ridículamente tropiece y eche el bofe”.
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Adonde los vientos me arrastran me dejo llevar.
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Envidioso, iracundo, apático, borracho, lascivo,
nadie es tan fiero que no pueda hacerse tratable,
con tal que adopte un oído receptivo a la instrucción.
Horacio