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domingo, 23 de junio de 2019

Arxiu Histórico de la Ciutat de Barcelona (1917 - 2017)




Venus ayuda a Hipómenes en la competición con Atalanta                                                                                                                                                                                     Atalanta fue una joven de gran capacidad en la carrera. Habiendo recibido un oráculo en el sentido de que ella después de su boda iba a morir o iba a transformarse en otra naturaleza, tras retar y vencer a los pretendientes, los mataba. Hipómenes pidió a Venus que le ayudara en la competición: habiendo recibido de ella tres manzanas de oro del jardín de las Hespérides retó a la joven a una carrera y al ver que podía ser vencido empezó a lanzarlas de una en una. Entonces Atalanta, retenida por el deseo de coger las manzanas, fue vencida. Pero Hipómenes, dueño ya de la victoria, en el bosque de la madre de los dioses [Cibeles] yació con la vencida con la impaciencia propia del amor. Por lo cual la diosa, enfadada, los convirtió en leones y los unció a su carro.                                                                                
Servio
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En Corinto

Y el templo de Afrodita poseía más de mil siervas sagradas, prostitutas, ofrendadas a la diosa por hombres y mujeres. Y era por las tales por lo que la ciudad hormigueaba y se enriquecía; así, por ejemplo, los armadores de barcos se gastaban todo su dinero, y por eso dice el refrán «No todo el mundo puede navegar a Corinto».

Estrabón
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Santuario de Éfeso

Yo había contemplado las murallas, sobre las que corren los carruajes, de la escarpada Babilonia, y el Zeus junto al Alfeo, y la colgadura de jardines, y el coloso del Sol, y la obra grandiosa de las altísimas pirámides, y el sepulcro gigantesco de Mausolo; pero cuando vi el templo de Ártemis que se lanza hasta las nubes, todo aquello se me quedó borrado, y dije: «Mira, no siendo el Olimpo, todavía no ha iluminado el Sol nada que se le parezca».

Antípatro de Sidón
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El templo de Diana en Éfeso

Monumento verdaderamente admirable de la grandeza de lo hecho por los griegos es el templo que se conserva de la Diana de Éfeso, edificado a lo largo de veinte años por obra del Asia entera. Lo hicieron sobre un suelo pantanoso, para que estuviera libre de notar terremotos y de tener grietas; y, por lo mismo, para que sus cimientos no descansaran en terreno deslizante y movedizo, los calzaron gracias a un lecho de carbones apisonados y, encima, de pieles de oveja con la lana sin esquilar. El templo en su conjunto tiene 425 pies de largo y 225 de ancho, y 127 columnas de 60 pies de altura, cada una de ellas construida por un rey, y de entre ellas 36 con relieves, una de ellas de Escopas. Dirigió la obra el arquitecto Quersifrón. Lo más prodigioso de todo es que pudieran izarse arquitrabes de peso tan colosal. Lo consiguió Quersifrón utilizando espuertas llenas de arena, que, amontonándolas unas sobre otras, formaban una ligera pendiente por sobre las cimas de las columnas, y vaciando poco a poco las espuertas situadas en la parte más inferior, hasta lograr que insensiblemente la obra acabase por reposar en el sitio previsto. Lo más difícil fue alcanzar este resultado en el dintel, cuando estaba intentando colocarlo precisamente sobre la puerta. En efecto, aquel bloque era el de máximo peso, y no encajaba en el asiento que se le había destinado, con lo que el artista, angustiado, pensó en el suicidio como último recurso. Cuentan que agotado por la preocupación, durante la noche vio en sueños a la diosa en cuyo honor se estaba construyendo el templo, y que, apareciéndosele, le animó a seguir viviendo, manifestándole que ya ella misma había colocado la piedra. Y así resultó ser al día siguiente; sin duda la piedra, por su propia gravedad vino a ajustarse en su sitio exacto. El resto de las bellezas del edificio daría materia para llenar muchos libros, pues no contienen imitación alguna de la naturaleza.

Plinio