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viernes, 29 de marzo de 2019

Sant Jordi - 2017 - Mollet del Vallés


Sobre la naturaleza de los dioses (1)

Y es que ha habido y sigue habiendo filósofos que estiman que los dioses no se preocupan en modo alguno de los asuntos humanos. Si su opinión es verdadera, ¿qué sentido pueden tener la piedad, la devoción o la práctica religiosa? 

Pero si los dioses, por su parte, no pueden ayudarnos, ni quieren hacerlo, ni cuidan de nosotros en modo alguno, ni advierten lo que hacemos, ni procede de ellos nada que pueda influir en la vida de los hombres, ¿qué motivo hay para que ofrezcamos a los dioses inmortales cualquier tipo de culto, de honor o de súplica? 

¿Quién no teme a un dios que todo lo ve de antemano, que todo lo medita y controla, y que, lleno de curiosidad y de ocupaciones, piensa que todo le incumbe?.

Si me preguntaras qué es o cómo es la divinidad, me serviría de la autoridad de Simónides, quien, al preguntarle eso mismo el tirano Hierón, solicitó un día para meditarlo. Cuando, al día siguiente, le preguntó lo mismo, pidió dos días. Como duplicaba el número de días una y otra vez y el extrañado Hierón no dejaba de preguntarle por qué actuaba así, respondió Simónides: «Porque, cuanto más tiempo lo considero, tanto más sombría parece ser mi esperanza». Lo que yo pienso, sin embargo, es que Simónides (quien, según se cuenta, fue no sólo un fino poeta, sino, además, docto y sabio), al acudir a su mente muchos pensamientos agudos y sutiles y dudar sobre cuál de ellos sería el más verdadero, perdió la esperanza de poder encontrar la verdad absoluta.

También ha contribuido a ello, muy probablemente, esa creencia en virtud de la cual nada le parece al ser humano más hermoso que el ser humano. ¿Pero es que tú no ves, como científico que eres, cuán lisonjera mediadora y casi proxeneta de sí misma es la naturaleza? ¿Piensas que hay bestia alguna, en tierra o mar, que no se deleite, sobre todo, con una bestia de su propia especie? Si esto no fuese así, ¿por qué no iba a refocilarse el toro al acoplarse con la yegua, o el caballo al hacerlo con la vaca? ¿Acaso consideras tú que un águila, un león o un delfín antepone figura alguna a la suya propia? Por tanto, ¿qué pasaría si la naturaleza se lo hubiera prescrito al ser humano del mismo modo, de manera que pensase que no existe nada más hermoso que él?, ¿sería extraño que fuera ésta la causa por la que consideramos a los dioses similares a los hombres?
Y bien, si las bestias albergasen razón, ¿crees que no asignaría cada una de ellas la primacía a su propia especie?

Cicerón

Caballo imaginando a Dios

A pesar de lo que digan, la idea de un cielo habitado por Caballos y presidido por un Dios con figura equina repugna al buen gusto y a la lógica más elemental, razonaba los otros días el Caballo.
Todo el mundo sabe -continuaba en su razonamiento- que si los Caballos fuéramos capaces de imaginar a Dios lo imaginaríamos en forma de Jinete. 

Augusto Monterroso