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domingo, 17 de marzo de 2019

Cristina Franco Roda



Protágoras fue el sofista que poseyó, con mucho, los más vastos conocimientos, el más elocuente entre los primeros descubridores de la Retórica, contemporáneo y compatriota de Demócrito, el físico, de quien tomó su doctrina. Dicen que este Protágoras convino con su discípulo Evado unos honorarios excesivamente elevados, pero con la condición temeraria de que Evado sólo le entregaría el dinero, si en su primera actuación ante los jueces hubiera ganado el proceso. Cuando Evado hubo aprendido, sin gran esfuerzo, todos los resortes capaces de suscitar la piedad de los jueces, las trampas que se tienden a los adversarios y los restantes artificios oratorios, hombre retorcido, por lo demás, y astuto por naturaleza, contento por haber aprendido lo que deseaba saber, comenzó a negarse a pagar lo que había convenido y a burlarse de su maestro, inventando excusas dilatorias y rehusando durante algún tiempo actuar ante los jueces y pagar. Por fin Protágoras lo citó ante los tribunales y, una vez explicada la condición bajo la que lo había aceptado como discípulo, presentó el caso en forma de dilema, diciendo: «Si gano yo el proceso, deberás pagarme mis honorarios, por haberlo perdido tú; si lo ganas tú, me los tendrás que pagar también, porque así lo has estipulado, puesto que será ésta la primera causa en la que has triunfado ante los jueces. Así, pues, si vences, incurres en la condición pactada; si eres vencido, quedas obligado por la sentencia condenatoria». ¿Qué más queréis saber? La conclusión les parecía a los Jueces decisiva e irrefutable. Pero Evado, como consumado discípulo de tan astuto maestro, retorció el dilema propuesto diciendo: «Si, en efecto, es como dices, en ninguno de los dos casos te debo lo que me pides. Porque, o venzo en el juicio y, por consiguiente, quedo absuelto, o soy vencido y, por tanto, quedo libre de lo convenido, en virtud de lo cual no debo pagarte esos emolumentos, si pierdo ante los jueces mi primer proceso. Así, pues, de todos modos quedo liberado; si soy vencido, por la condición impuesta por el pacto; si venzo, en virtud de la decisión judicial».

Apuleyo