Consejos de un aristócrata bizantino (2)
Cuando la fortuna te sonría, debes acordarte, hijo mío, del hombre que sufrió por ti. El que se olvida de él, de Dios se olvida.
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Cada vez que alguien inicie una conversación, déjale que la termine, que si su saber es bueno, te aprovechará y si es innoble te aprovechará igualmente, pues lo podrás censurar.
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No duermas ni permanezcas en casa en la que sabes que hay una serpiente, sea ésta grande o pequeña.
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Si alguien te pide que le des limosna, dásela sin vacilar y no lo aplaces. Si es amigo tuyo, da gracias a Dios porque le auxiliaste con tus propias manos; pero si es enemigo, porque te buscó y recibió de ti; y si es un desconocido, figúrate que es Cristo y dale las gracias.
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En el caso de que alguien te pida un préstamo, si lo quiere de verdad para rescatar prisioneros o por cualquier otra causa apremiante y justificada, dale lo que puedas. Si él no te lo devuelve, Dios te proporcionará el doble, con tal de que no fuese el préstamo por el interés o por ganancia ilícita y amor a Satán. Si lo necesita para arrendar la recaudación de impuestos, para comprar siervos, propiedades o algo similar, o para negocios, no se lo des, que echarás a perder tus asuntos y de un amigo harás un enemigo.
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Además de con éstos, ten cuidado con los que pretenden engañarte con el préstamo que les das, pues muchos perdieron así su pan. Escucha cómo. Al principio, el que quiere que le prestes así el dinero, no pide un préstamo, sino que te enviará alguna vianda, tal vez liebres, perdices o peces y otras cosas, como perfumes. Luego hará esto dos y tres veces, y enseguida te invitará una y dos veces a su casa, como si te apreciase. Entonces te mostrará una buena cantidad de oro que ha pedido prestada de otro y te dirá: «Entregué esto para un negocio tal, pero no aceptan esta acuñación, sino tal otra», justamente la que él cree que tú tienes. «Y sé», dice, «que tienes de ésa. Si me aprecias, dámela, no sea que eche a perder el negocio, puesto que espero obtener una amplia ganancia. Mañana o al acabar la semana recibirás lo que te pertenece junto con magníficos presentes». Pero si no te dijese esto, entonces dirá otra cosa del estilo de: «Tengo a mano estos nomismas que ves, pero se perdió la llave del arcón», o bien: «Ayer vino un amigo mío y le di tantas libras. Ahora las necesito, dámelas. No hay peligro de que pierdas el dinero por mi culpa». Diciéndote esto pues, te seduce, o mejor, te ablanda, y tú le darás el préstamo de todo corazón, pues te acuerdas de todos los manjares que él te envió y de las mesas tan bien servidas y esperas que eso continúe así. Pero él, aceptándolo, considerará que se ha ganado tu dinero y dirá: «Alabadas las liebres y todo lo demás que le envié; benditas las mesas que tanto oro me aportaron». Poco a poco empezará a alejarse de ti. Le advertirás que te devuelva el dinero y te responderá con palabras agradables. Luego intentará ocultarse de ti. Tú madrugarás ante su puerta y él ni respuesta te dará, así que te retirarás abatido. Pero aunque entrases de improviso y quisieses hablarle, pondrá alguna otra excusa, como que está irritado contra otra persona o que está de luto. Aunque, superando la violencia que sientes, le dijeras algo, él te dirá: «¿No te avergüenzas de presionarme por culpa de aquellos nomismas adulterados y sin pesar? Créeme, si hubiera sabido que eras así, no te los habría cogido. Pues yo», dice, «no he concluido mi negocio». Y añadiendo a éstas otras convincentes razones, te despachará de vacío. Después de eso te dirá: «Créeme, los manjares que te envié y las mesas que con tanto gasto te puse y los perfumes que quemaste y con los que te ungiste, eran de mucho valor. ¿Por qué iba yo a avergonzarme ante ti?». Y restará incluso esto del capital. Aunque quieras recuperar la mitad, no te la dará, sino que te censurará y te calumniará con todos los medios a su alcance. Pero ¿para qué seguir hablando? Será tu enemigo más odiado, escupirá fuego contra ti. Unas veces los que cogen dinero en préstamo lo intentan mediante estratagemas semejantes, pero otros se sirven de hermanamientos y padrinazgos, ofrecen en matrimonio a sus hijas e hijos y prometiendo lo que está más allá de su capacidad, intentan mediante todo tipo de estratagemas, privarte de tu dinero. Ten pues cuidado con éstos.
Cecaumeno