Para una copa de plata
Cuando
labres, Hefesto, la plata, hazme ¡armas, no por cierto!, pues ¿qué hay de común
entre la guerra y yo? Antes bien una copa, profunda cuanto puedas. Y grábame en
ella no astros, ni el Carro ni el temible Orión. ¿Qué se me da de las Pléyades?
¿Pues qué del hermoso Boyero?
Ponme unos
viñedos con racimos que pendan y Ménades vendimiando, y hazme a unos que pisen
un lagar, los Sátiros risueños, de oro los Amores, y Citera riente junto al
bello Dioniso, y Eros y Afrodita.
Anacreónticas IV