La puerta
I
Recuerdo bien que te cerré la
puerta.
Sé que llamaste, y sé que no te
abrí...
Y ahora miro la puerta, y está
abierta,
y te siento de pronto junto a mí.
Entraste, y no sé como, todavía;
pero sé que este amor tiene que
ser
como la claridad del mediodía
en la penumbra del anochecer.
Y es tan inesperado este cariño
que lo rechazo y lo retengo al
par,
como una madre que reprende a un
niño,
pero que llora viéndolo llorar...
II
Has entrado en mi amor tan
silenciosa,
que no sentí ni el roce de tu pie;
y eres como el milagro de la rosa,
que se hace rosa sin saber por
que...
Y me penetra tu emoción sencilla,
mas allá de mi bien y de mi mal,
como la gota de agua por la
arcilla,
como la luz del sol por un
cristal.
Y, cada vez más hondo, en lo más
puro,
tu amor se hace el caminar de tu
amor,
como la hiedra que se ciñe al
muro,
pero que lo reviste de verdor.
III
Yo te cerré la puerta, y tú la
abriste,
y te acercaste a mí con timidez,
con tu sonrisa de muchacha triste
que va a una fiesta por primera
vez.
Y ahora sé que el amor entró
contigo,
mujer que, hecha de amor y para
amar,
tienes la doble cualidad del
trigo:
pan en la mesa y carne en el
altar.
Y ahora me da temor la puerta
abierta,
aunque por ella entró el amanecer...
Pero esta vez voy a cerrar la
puerta
para que no te puedas ir, mujer.
(José Ángel Buesa)