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jueves, 24 de diciembre de 2015

Feliz Navidad








El hijo de la misericordia divina

Como los que viven en la ciudad de Gayeta se buscan la vida navegando por los mares, un marino, que era vecino de aquella ciudad, como fuese pobre, se marchó de allí a otras tierras para buscar su vida, dejando a la mujer joven en casa, y pasó allí muchos días. Al cabo del quinto año, regresó a su casa para visitar a su mujer, la cual, como él hubiese tardado tanto tiempo, con desesperación por su regreso, vivía con otro.
El marido, al entrar en casa, la halló arreglada y más cuidada de como él la dejó a su marcha. Y se maravillaba, porque él le había dejado a la mujer poco ajuar, de cómo había ella arreglado y adornado aquella casita descuidada. Le responde la mujer: -Señor, no te maravilles de esto, pues la gracia de Dios me ha ayudado, igual que hace a muchos grandes mercedes.
Dice el marido: -Alabado sea Dios, que así nos ha ayudado. Viendo asimismo la habitación y el lecho más adornados y todo el ajuar de la casa limpio y bien preparado, preguntaba a la mujer dónde había adquirido y alcanzado tanto bien. Ella le responde que se lo había dado la gracia y misericordia de Dios. Y así de nuevo hace el marido grandes alabanzas de Dios, porque tan generoso ha sido con ellos, y no menos alababa la magnificencia de Dios por todas las otras mejoras que hallaba en casa.
Finalmente, apareció en casa un bonito niño gracioso que tenía más de tres años, el cual, como es costumbre de los niños, hacía halagos a su madre. Visto el niño, preguntó el marido que niño era aquel. La mujer dice: -Mío es.
Él, maravillándose de esto, dijo: -¿Y de dónde vino niño estando ausente yo?
Afirma la mujer muy atrevidamente que la misma gracia y misericordia de Dios se lo había dado.
Entonces dijo el marinero con gran furia: -¿Cómo, la gracia de Dios sabe procrear y hacer en mi mujer hijos? Por esta gracia muy poco le agradezco, porque me parece que demasiado se entremetía en mis cosas, pues bastaba con que me ayudase en otras cosas, pero el hacer un hijo en mi mujer en mi ausencia no es de agradecer.
Anónimo