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jueves, 11 de junio de 2015

Fundación Antonio Pérez


El Cavernícola y el Jeque

Un Cavernícola que vivía en una cueva cerca de una gran ruta de caravanas regresó a su casa un día y vio, no lejos, una gran concurrencia de hombres y ani­males, y en medio de ellos una torre, en cuyo pie algo con ruedas humeaba y resoplaba como un caballo ago­tado. Buscó al Jeque del Equipo.
-¿Qué pecado estás cometiendo ahora, oh hijo de perro cristiano? -dijo el Cavernícola con cortesía au­ténticamente oriental.
-¡Perforamos en busca de agua, recluta del patíbu­lo! -replicó el Jeque del Equipo con esa rapidez de res­puesta que distingue al Descreído.
-¿No sabes, engendro de las tinieblas y padre de vi­vidores turbulentos -exclamó el Cavernícola-, que el agua hará crecer yerba aquí, y árboles, y posiblemente hasta flores? ¿No sabes que estás ocasionando un verda­dero oasis?
-¿Y tú? -dijo el Jeque del Equipo- ¿No sabes que entonces las caravanas se detendrán aquí a descansar y refrescarse, brindándote así ocasión de que les robes camellos, caballos y mercancías?
-¡Que el puerco profane mi tumba si no habla por tu boca la sabiduría! -replicó el Cavernícola con la dignidad de su raza, extendiendo la mano-. ¡Chócala!
Y chocaron la mano.

Ambrose Bierce