Cómo hacer que llueva
En Persia se cuenta que un día, a causa de una pertinaz
sequía, una delegación fue al encuentro de Nasrudín para preguntarle si conocía
alguna forma para hacer que lloviese.
-Claro que sí -dijo él-. Conozco una.
-Rápido. Dinos lo que hay que hacer.
Nasrudin pidió que le trajeran un barreño lleno de agua,
lo que fue hecho no sin mucha dificultad. Cuando tuvo el barreño, se quitó la
ropa y, ante el asombro general, empezó a lavarla con toda la tranquilidad del
mundo.
-¡Cómo! -gritaron los allí presentes-. ¡Hemos reunido todo
el agua que nos quedaba y tú la utilizas para lavarte la ropa!
-No os preocupéis -contestó Nasrudin-. Sé muy bien lo que
me hago.
A pesar de los insultos y las amenazas, se tomó todo el
tiempo necesario. Lavó su ropa minuciosamente y entonces dijo:
-Ahora me hace falta otro barreño de agua.
Los miembros de la delegación gritaron todavía más fuerte.
¿Dónde encontrar otro barreño de agua?
¿Y para qué? ¿Había perdido la
cabeza Nasrudin?
Pero Nasrudin permaneció muy tranquilo y obstinado.
-Sé muy bien lo que me hago -decía.
Buscaron por todas partes, se prensó el barro de los
pozos, hasta se quitó el agua a los niños, y finalmente se consiguió el segundo
barreño.
Nasrudin sumergió allí su ropa y la aclaró con cuidado.
Los otros observaban, atónitos. Y no tenían fuerzas ni
para gritar.
Luego les pidió ayuda para retorcer su ropa, y así
escurrirla bien. Tras lo cual, se la llevó a su pequeño patio y la colgó de un
cordel para que se secase.
Casi al instante se formaron grandes nubes, se acercaron y
la lluvia cayó con gran intensidad.
-Ahí está -dijo Nasrudin tranquilamente-. Siempre pasa lo
mismo cuando tiendo la ropa.
Jean-Claude Carriére
Marcapaginasporuntubo dedica esta entrada a Rosa i Toni