El lechero
El lechero
escribió en una nota: «Hoy no queda mantequilla, lo siento». La señora Blum
leyó la nota e hizo las cuentas, movió la cabeza y volvió a sumar, luego
escribió: «Dos litros, cien gramos de mantequilla, ayer no había mantequilla y
me la cobró».
Al día siguiente
el lechero escribió: «Disculpe». El lechero viene a las cuatro de la mañana,
la señora Blum no lo conoce, tendría que conocerlo, pensaba a menudo, un día
tendría que levantarme a las cuatro para conocerlo.
La señora Blum
teme que el lechero pueda estar enfadado con ella, que el lechero pueda pensar
mal de ella, su lechera está abollada.
El lechero
conoce la lechera abollada, es la de la señora Blum, por lo general pide
siempre dos litros de leche y cien gramos de mantequilla. El lechero conoce a
la señora Blum. Si le preguntaran por ella, diría: «La señora Blum pide dos
litros y cien gramos, tiene una lechera abollada y una letra que se lee muy
bien». El lechero no se apura, la señora Blum no tiene deudas. Y si sucede, pues
puede suceder, que deje diez céntimos de menos, él le escribe una nota: «Diez
céntimos de menos». Al día siguiente sin más tiene allí los diez céntimos y en
la nota pone: «Disculpe». «No pasa nada» o «no hay por qué», piensa entonces el
lechero y lo escribiría en la nota, pero entonces ya parecería como si se estuvieran
carteando. No lo escribe.
Al lechero no le
interesa en qué piso vive la señora Blum, la lechera está siempre abajo, junto
a la escalera. Si no está allí, no se apura. En el equipo principal jugaba en
una ocasión un Blum, el lechero lo conocía, y tenía las orejas gachas. A lo
mejor la señora Blum tiene las orejas gachas.
Los lecheros tienen unas manos inapetentemente limpias, rosadas,
toscas y deformes. La señora Blum piensa en ello cuando ve sus notas. Ojalá
haya encontrado los diez céntimos. A la señora Blum no le gustaría que el
lechero pensara mal de ella, tampoco le gustaría que hablara con la vecina.
Pero nadie conoce al lechero, en nuestro barrio nadie. A nuestra casa viene a
las cuatro de la mañana. El lechero es uno de esos que cumplen con su
obligación. Quien trae la leche a las cuatro de la mañana cumple su obligación,
a diario, los domingos y los días de hacer. Probablemente los lecheros no
están bien pagados y probablemente a menudo les falta dinero al hacer las
cuentas. Los lecheros no tienen la culpa de que la leche suba de precio.
Y, en realidad, a la señora Blum le gustaría conocer al lechero.
El lechero conoce a la señora Blum, pide dos litros y cien gramos y
tiene una lechera abollada.
Peter Bichsel