El perro y el hueso
Un
perro hambriento se encontró un hueso descomunal en una calle.
Lo
puso entre sus mandíbulas y fue con él a un rincón, en donde se puso a roerlo.
Viendo
que no iba a serle tarea fácil roerlo, se sentó sobre sus patas traseras,
dispuesto a no dejarse vencer, y en ese instante le dijo el hueso:
-Soy
duro de roer, ¿verdad?
Y
el perro le respondió:
-¿No
ves que me he sentado cómodamente para vencerte? Tengo paciencia.
Rodolfo
Gil Grimau
Para Ester Vilas, de Javier.