(Entrada dedicada a Maite López)
Un día, un espía de poca monta
vino a decir al sha de Egipto: «¡El sha de Mosul posee una esclava tan hermosa
como las huríes! Su belleza es tal que en vano se buscaría equivalente en la
tierra. ¡Su belleza infinita es indescriptible, pero aquí tienes un retrato
suyo!»
Al ver el rostro pintado de la
hermosa esclava, el sultán quedó tan sorprendido que la copa de vino se le
escapó de las manos. Lleno de admiración, se puso a lamentarse. Después,
designó a un valiente guerrero, le confió innumerables soldados y lo envió
hacia Mosul:
«Si alguien, le dijo, te impide
apoderarte de ella, destrúyelo a él y sus bienes. Pero, si te la dan, tráemela
aprisa para que yo pueda unirme con esta luna.»
Precedido de tambores y banderas,
el ejército tomó el camino de Mosul con gran estruendo. Los soldados cayeron
sobre la ciudad como una nube de langosta. Lluvias de flechas y de piedras se
abatieron sobre la ciudad y las centelleantes espadas hicieron correr mucha
sangre durante semanas.
Un día, el sha de Mosul envió al
jefe del ejército un emisario, portador del siguiente mensaje:
"¿Por qué haces correr la sangre de tantos fieles? Los cadáveres forman
montañas en nuestro lado. Si es Mosul lo que deseas conquistar, eso puede
hacerse sin derramar sangre. Yo me iré y te dejaré entrar en nuestra ciudad.
Pues sólo una cosa me importa ya: que no se vierta más sangre. Si son piedras
preciosas lo que codicias, eso es aún más sencillo. »
El jefe del ejército mostró al
emisario el retrato de la hermosa esclava diciendo:
«¡Esto es lo que quiero! Y más
vale que la obtenga enseguida porque no dudo en alcanzar la victoria.»
Cuando fue informado de ello, el
sha de Mosul exclamó:
«¡No soy un idólatra! ¡Nada me importan
las apariencias, pues lo que yo busco es la verdad! »
Así, para evitar el derramamiento
de la sangre de los fieles, el sha sacrificó a su hermosa esclava. Pero, cuando
el emisario condujo a esta última ante el jefe del ejército, éste se enamoró de
ella al instante.
El amor es un océano y los cielos
no son sino su espuma. Sabe que los cielos giran por efecto del amor. Sin él,
el corazón del universo se convertiría en un bloque de hielo. ¿Cómo, sin él, se transformaría en vegetal una
cosa inanimada y cómo, sin él, sería sacrificado ese vegetal por un ser
animado? Sin él ¿cómo sería el
espíritu, el secreto de aquel aliento que fecundó a Myriam (María)?
Nuestro valiente guerrero tomó,
pues, ese pozo por un camino. Esta tierra árida le gustó y empezó la siembra.
Pero cuando un hombre fornica en sueños con una mujer, al despertar comprende y
empieza a lamentarse diciendo: « ¡Ay, he derramado mi agua en la vanidad!»
Nuestro héroe según la carne no
era, pues, un verdadero héroe y disipaba su semilla en el desierto. El caballo
del amor ha tomado el bocado entre los dientes y no teme a la muerte. Va
diciendo: « ¡Ya no reconozco sultán, pues mi obra es el amor! »
Cuando un león ve su reflejo en
un pozo, lo ataca y acaba por caer en el pozo. Es preciso que el hombre no esté
en intimidad con la mujer, pues el hombre y la mujer son como el fuego y el
algodón. Para que un fuego semejante siguiera siendo inocente, sería preciso
que, como el de José, fuese regado con el agua de la verdad. En el camino de
regreso, el valiente guerrero estableció su campamento en un bosque. Estaba tan
dominado por el fuego del amor que no distinguía ya la tierra del cielo.
Entrando de nuevo en su tienda, se precipitó al encuentro de la hermosa
esclava.
En un instante así ¿qué es de la
razón? ¿Qué es del miedo al sultán? Cuando el deseo carnal redobla el tambor,
la razón se derrumba. Y nuestros ojos ofuscados consideran al sultán como si
fuese un mosquito.
Así pues, el valiente guerrero se
aligeró la ropa y se tendió al lado de la bella esclava. En el mismo instante
en que su miembro alcanzaba su forma acabada, estalló un gran ruido en el
exterior. Nuestro héroe se levantó apresuradamente, se apoderó de su espada y
salió de su tienda. Allí vio un león que provocaba el pánico entre los
soldados. Los caballos huían derribando las tiendas a su paso. El guerrero se
puso sin temor ante el león y le cortó la cabeza de un solo tajo con su espada.
Después, se volvió a la tienda junto a la bella esclava, que estaba llena de
admiración por su valor. Pero el miembro del guerrero, que había permanecido en
erección durante su combate con el león, se ablandó de pronto cuando la tomaba
en sus brazos.
Nuestro héroe ha perdido el
camino recto a causa de una falsa aurora. Como un mosquito, se ha ahogado en
una olla de leche. Bastaron unos días para que experimentara remordimientos:
por temor al sultán, hizo jurar a la hermosa esclava que no revelaría su
secreto.
Cuando el sultán vio a la
esclava, quedó enajenado. «¿Se ha visto nunca algo semejante? exclamó. ¡No
puedo creer lo que veo! ¡Esto supera todo lo que me habían referido!"
¿De qué sirve poseer el Oriente y
el Occidente si todo esto es tan efímero como el relámpago? El sultán, lleno de
deseo, condujo a la hermosa esclava a su habitación con el fin de consumar el
acto de amor. Pero, mientras que estaba sentado entre las piernas de esta
última, un incidente vino a cortarle el camino del placer. Se oyó el ruido de
un ratón y su miembro se ablandó de repente sin que pudiese remediarlo. Temía,
en efecto, que fuese alguna serpiente disimulada en la paja del lecho.
A la vista de esta repentina
debilidad, la bella esclava se echó a reír, pues recordaba al valiente guerrero
cuyo miembro había permanecido firme durante el combate con el león. Fue así
presa de una risa irreprimible. Y su risa era como una marejada que hizo entrar
al sultán en una violenta cólera. Desenvainó la espada:
"Dime la verdad, exclamó. Tu
risa ha puesto la duda en mi corazón. Si me ocultas algo, te cortaré la cabeza.
Si hablas, serás libre y feliz"
La esclava se vio, pues, obligada
a contar su unión con el guerrero durante su viaje y también la causa de su
risa: ¡la comparación entre el miembro del guerrero frente a un león y el del
sultán frente a un ratón!
No siembres mala semilla pues, un
día, germinará y aparecerá a plena luz. El sultán comprendió de golpe todas las
injusticias que había cometido con el único fin de poseer a esta esclava y se
arrepintió ante Dios diciendo:
"He deseado a la mujer del
prójimo. ¡He forzado la puerta del prójimo y alguien ha forzado mi puerta! Lo
que he querido hacer a otros, eso me ha sucedido a mí como castigo. He robado
la esclava del sha de Mosul y me la han robado a mí. He traicionado y he sido
traicionado. Si me vengo, dominado por la cólera, eso recaerá sobre mí, pues
soy la fuente de todo lo que acaba de suceder. ¡Oh, Dios mío, perdóname!
¡Perdóname!»
Después, dijo a la esclava:
"Que todo esto quede entre
tu y yo. Te daré a ese valiente guerrero pues, con su mala acción, me ha hecho
un bien inmenso."
Hizo venir al guerrero y le dijo:
"Esta esclava ha dejado de
complacerme, pues su presencia entristece a la madre de mi hijo. ¡Cómo has
arriesgado tu vida por ella, no puedo hacer otra cosa que entregártela! "
La entregó, pues, al guerrero y
decapitó así su ira y sus deseos.
Rumi
Esta canción nos la dedica Laura a todos los que compartimos la afición al coleccionismo de MP.