El milagro económico
Me
trasladé a uno de los países de Europa del Este para establecer contactos
económicos aprovechando su nueva situación política.
Alquilé
un local y puse un rótulo con la inscripción:
EXPORT
- IMPORT
...Y
esperé propuestas. Pero no apareció nadie.
Pensé
que, a causa del déficit de productos básicos en el mercado nacional, sus
habitantes estarían más interesados en la importación que en la exportación.
Cambié, pues, el orden del anuncio:
IMPORT
- EXPORT
...colocando
«import» en primer lugar.
Apareció
un jubilado que me pidió que le trajera del extranjero un retrato de Karl Marx,
mercancía actualmente imposible de conseguir en el mercado nacional. Durante
cuarenta y cinco años se había acostumbrado a escupirle a K. M. dos veces al
día y la última copia que tenía ya estaba gastada. Accedí, por cortesía, a
traerle unas copias de Cuba, pero aquello no era ningún negocio.
Puesto
que por mi oficina seguía sin aparecer nadie, adiviné que, tal vez, fuera la
grafía extranjera de la inscripción lo que dificultaba el contacto con la
población local y cambié la x por ks, adaptándola a la lengua autóctona.
Entonces,
llegó un joven declarando que, por un precio conveniente, podría exportarlo a
algún país de Europa Occidental o, mejor, a Estados Unidos. Reaccionó con
sorpresa cuando le pregunté que en calidad de qué se suponía que tenía que
exportarlo.
Después
me explicó que en calidad de calidad. Al haber nacido en un país sin igual en
el mundo, era puro producto nacional y, por lo tanto, automáticamente mejor que
quienes habían nacido en otros lugares, así que como producto de importación
debería ser acogido con entusiasmo en cualquier país del mundo. Cuando me negué,
me rompió los cristales de todas las ventanas.
Como
seguía sin tener clientes, decidí hacer más atractivo el anuncio, al menos
visualmente:
E
K
S
I M P O R T
O
R
T
...lo
cual, sin embargo, tampoco dio resultado.
Sólo
algún vándalo se interesó por mi empresa. Al cerrar el local tras otro día de
espera infructuosa, observé que alguien había tachado tanto «import» como «eksport»
y había puesto:
MIERDA
Desanimado,
decidí cerrar el negocio y, con esta idea, regresé al hotel.
Cuando
al día siguiente me dirigí por la mañana a la oficina para liquidarla, vi de
lejos que delante del rótulo modificado por el vándalo anónimo el día anterior,
se había formado una larga cola de clientes que esperaban con impaciencia la
apertura del local.
He
cambiado de parecer, me quedo. Contrato personal y amplío la oficina. Queda
por aclarar en qué va a consistir mi actividad. Pero eso no es problema, me lo
dirán los expertos en márketing. Lo más importante es que haya clientes.
Slawomir
Mrozek
Javier dedica esta canción a Paco Pérez.