El mejor «espectáculo» que jamás he visto
ocurrió una tarde en el océano
Índico. Era en verdad inmenso. El escenario tenía un centenar de millas de
ancho y tres de alto, y en él la
naturaleza representó un drama que
duró media hora: con dragones gigantescos, dinosaurios y leones que se movían
por el cielo -¡cómo se hinchaban las cabezas de los leones y se extendían sus
melenas, y cómo se inclinaban y se retorcían los lomos de los dragones!-; y
ejércitos de soldados con uniformes blancos y grises y oficiales con
entorchados dorados, que marchaban y contramarchaban y se unían en combate y
se retiraban otra vez. A medida que proseguía la batalla y la persecución,
cambiaban las luces del escenario, y los soldados de blancos uniformes aparecieron
de color naranja y los soldados de uniformes grises parecieron ponerse otros
purpúreos, mientras el telón de fondo era una llama de oro iridiscente. Luego,
cuando los técnicos de la naturaleza fueron apagando gradualmente las luces, el
púrpura venció y tragó al naranja, y fue siendo un malva y gris más y más
profundo, y durante los últimos cinco minutos se presentó un espectáculo de
inenarrable tragedia y de sombrío desastre, antes de que se extinguieran del
todo las luces. Y no pagué un solo centavo para presenciar el más grandioso
espectáculo de toda mi vida.
Tenemos también el silencio de las
montañas, y ese silencio es terapéutico: los picachos silenciosos, las rocas
silenciosas, los árboles silenciosos, todo en majestuoso silencio. Toda buena
montaña es un sanatorio. Uno se siente acurrucado como un niño en su pecho. No
creo en la Ciencia
Cristiana , pero sí en las propiedades espirituales, curativas
de los árboles antiguos y los lugares de montaña, no para sanar una clavícula
fracturada o una piel infectada, sino para curar las ambiciones de la carne y
las enfermedades del alma: cleptomanía, megalomanía, egocentrismo, halitosis
espiritual, titulitis, prestamitis, dirigentitis (el deseo de dirigir a los
demás), neurosis de guerra, versofobia, maldad, odio, exhibicionismo social,
terquedad en general, y todas las formas de enfermedades morales.
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