-¿Desea un
traje con un lado o con dos lados?
-¿Quiere
decir normal o reversible?
-No.
Pregunto si desea un traje corriente, de un tejido con dos lados, o un traje
extra, de un tejido que se ve sólo por un lado.
-¿Cómo... se
ve...?
-Sí, un
traje que sólo tiene un lado.
-¿Y el otro?
-El otro no
existe.
Le miré con
más atención. Era un vulgar sastre. Mediocre, pueblerino, introvertido y
melancólico, sin horizontes. Y de repente una cosa así...
-¿El
traje con un solo lado será más barato? -pregunté, más que por saber el
precio, por no dejar ver mi estupefacción. El sastre lo había dicho con mucha
seriedad, como si se tratara de algo evidente que no debería sorprenderme. Pero
tal vez no fuera más que una broma.
-No, más
caro, por supuesto.
-¿Por qué?
Dos lados son más que uno.
-Pero un
lado está mucho mejor que dos.
-¿Por qué
mejor?
-Porque con
uno no hay dudas. Hay uno solo y ya está. Y con dos siempre hay problemas.
-¿Qué
problemas?
-¿Nunca le
ha pasado que se ha puesto algo al revés?
-Sí, pero
¿qué problema hay en eso?
-Hombre, que
usted se encuentra entonces en el otro lado.
-Pues
basta con quitarse la prenda y ponérsela del otro lado.
-Exactamente.
Y entonces está usted de nuevo en el otro lado. Si no está en un lado, está en
el otro, o al revés. Y con un traje con un solo lado esto no le puede ocurrir.
-Pero
en cualquier caso también estoy en algún lado de este único lado.
-No, porque
este único lado sólo tiene un lado. En el otro lado no hay ningún lado, así que
no puede estar allí.
-Pero,
entonces, si estoy en el lado que no existe, ¿dónde estoy?
-En
ninguna parte, por supuesto. Pero eso vale dinero.
-¿Mucho?
El
sastre miró el bloc, multiplicó unas cifras y sumó los resultados.
-Tanto
como esto -dijo, acercándome el bloc e indicándome la suma con la punta del
lápiz.
-¡Dios
mío! -exclamé-. ¿Quién se lo puede permitir?
-Nadie
-dijo el sastre y cerró el bloc-. Entonces, ¿en qué quedamos?
-Hágalo
normal.
Slawomir Mrozek
Slawomir Mrozek