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Para computar la felicidad de cada uno, no se han de considerar los bienes que
posee, sino el gozo que de su posesión recibe... El que para su sed tiene el
agua que basta en una pequeña fuente, ¿para qué se meterá un río dentro de
casa? No logrará otra cosa que concitarse el odio o la ira de los que ven
inútilmente estancado en un individuo el caudal que pudiera saciar la sed de
todo un pueblo... El que tiene puesta toda su delicia en la copa y en el plato,
¿qué logra con el inmenso dinero si no puede comer y beber más que como un
hombre solo? Y si por su glotonería quiere comer como dos, presto perderá la
salud y no podrá comer aún como medio.
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¿Tienen deleite el que come sin hambre y el que bebe sin sed? Todos me
confesarán que poco o ninguno. Pues de este modo gozan los objetos delectables
aquellos poderosos que tienen la rienda siempre floja a todos sus apetitos.
Anticipan a los apetitos los objetos. No espera el manjar a la hambre ni la
bebida a la sed ni aún la torpeza a la concupiscencia... El pobre hambriento
tiene hambre del manjar; el poderoso harto tiene hambre de la misma hambre.
Benito Feijóo [De «Humilde y alta fortuna», Tomo I, Disc. III.]
Ésta la pide Eduard porque le parece, con razón, maravillosa.