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lunes, 18 de abril de 2016

Editorial Andorra


... Para computar la felicidad de cada uno, no se han de considerar los bienes que posee, sino el gozo que de su posesión recibe... El que para su sed tiene el agua que basta en una pequeña fuente, ¿para qué se meterá un río dentro de casa? No logrará otra cosa que conci­tarse el odio o la ira de los que ven inútilmente es­tancado en un individuo el caudal que pudiera saciar la sed de todo un pueblo... El que tiene puesta toda su delicia en la copa y en el plato, ¿qué logra con el inmenso dinero si no puede comer y beber más que como un hombre solo? Y si por su glotonería quiere comer como dos, presto perderá la salud y no podrá comer aún como medio.
... ¿Tienen deleite el que come sin hambre y el que bebe sin sed? Todos me confesarán que poco o ninguno. Pues de este modo gozan los objetos delectables aquellos poderosos que tienen la rienda siempre floja a todos sus apetitos. Anticipan a los apetitos los objetos. No espera el manjar a la hambre ni la bebida a la sed ni aún la torpeza a la concupiscencia... El pobre hambrien­to tiene hambre del manjar; el poderoso harto tiene hambre de la misma hambre.
Benito Feijóo  [De «Humilde y alta fortuna», Tomo I, Disc. III.]

Ésta la pide Eduard porque le parece, con razón, maravillosa.