(Dedicada a Castillo)
Historia
Trágico-Marítima
Pantaleón
de Sá, andando vagabundo mucho tiempo por las tierras de los cafres, llegó al
palacio casi consumido de hambre, desnudez, y trabajo de tan dilatado camino;
y llegando a la puerta del palacio, pidió a los cortesanos le alcanzasen del
rey algún subsidio. Rehusaron ellos pedirle tal cosa, disculpándose con gran
enfermedad que el rey hacía tiempo padecía, y preguntándoles el ilustre
portugués qué enfermedad era, le respondieron que una llaga en una pierna, tan
pertinaz y corrupta que en todo momento esperaban su muerte. Oyó él con
atención y pidió hiciesen sabedor al rey de su venida, afirmando que era
médico y que tal vez podría restituirle la salud. Entran en seguida muy
alegres, le notician el caso; pide insistentemente el rey que se lo traigan
dentro; y cuando Pantaleón de Sá vio la llaga, le dijo: «Tenga mucha confianza,
que recibirá fácilmente la salud». Y saliendo para afuera, se puso a considerar
la empresa en que se había metido; de la cual no podría escapar con vida pues
no sabía cosa alguna que pudiese aplicarle, como quien había aprendido más a
quitar vidas que a curar achaques para conservarlas. Con esta consideración,
como quien ya no hacía caso de la vida, y apeteciendo antes morir de una sola
vez que en muchas, se orina en la tierra, y haciendo
un poco lodo, entró dentro para ponérselo en la casi incurable llaga.
Pasó, pues, aquel día; y al siguiente, cuando el ilustre Sá esperaba más la
sentencia de su muerte que remedio alguno para la vida, tanto suya como del
rey, salen fuera los palaciegos con grande alborozo; y queriendo llevarlo en
brazos, les preguntó la causa de tan súbita alegría. Respondieron que la llaga,
con el medicamento que se le aplicara, había gastado todo lo podrido, y
aparecía sólo la carne, que era sana y buena. Entró dentro el fingido médico, y
viendo que era como ellos afirmaban mandó continuar con el remedio, con el cual
en pocos días cobró completa salud; visto lo cual, además de otros honores,
pusieron a Pantaleón de Sá en un altar; y, venerándolo como divinidad, le
pidió el rey se quedase en su palacio, ofreciéndole la mitad de su reino; y, si
no, que le daría todo lo que pidiese. Rehusó Pantaleón de Sá la oferta,
afirmando que le era necesario volver con los suyos. Y mandando el rey traer
una gran cuantía de oro y pedrería, lo premió grandemente, mandando juntamente
a los suyos que lo acompañasen hasta Mozambique.
Bernardo Gómes de Brito
Javier dedica este tema a Chelo