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sábado, 2 de abril de 2016

Camino a Santiago

(Dedicada a Castillo)





Historia Trágico-Marítima

Pantaleón de Sá, andando vagabundo mucho tiem­po por las tierras de los cafres, llegó al palacio casi consumido de hambre, desnudez, y trabajo de tan dila­tado camino; y llegando a la puerta del palacio, pidió a los cortesanos le alcanzasen del rey algún subsidio. Rehusaron ellos pedirle tal cosa, disculpándose con gran enfermedad que el rey hacía tiempo padecía, y preguntándoles el ilustre portugués qué enfermedad era, le respondieron que una llaga en una pierna, tan pertinaz y corrupta que en todo momento esperaban su muerte. Oyó él con atención y pidió hiciesen sabe­dor al rey de su venida, afirmando que era médico y que tal vez podría restituirle la salud. Entran en seguida muy alegres, le notician el caso; pide insis­tentemente el rey que se lo traigan dentro; y cuando Pantaleón de Sá vio la llaga, le dijo: «Tenga mucha confianza, que recibirá fácilmente la salud». Y saliendo para afuera, se puso a considerar la empresa en que se había metido; de la cual no podría escapar con vida pues no sabía cosa alguna que pudiese apli­carle, como quien había aprendido más a quitar vidas que a curar achaques para conservarlas. Con esta consideración, como quien ya no hacía caso de la vida, y apeteciendo antes morir de una sola vez que en mu­chas, se orina en la tierra, y haciendo un poco lodo, entró dentro para ponérselo en la casi incurable llaga. Pasó, pues, aquel día; y al siguiente, cuando el ilustre Sá esperaba más la sentencia de su muerte que reme­dio alguno para la vida, tanto suya como del rey, salen fuera los palaciegos con grande alborozo; y queriendo llevarlo en brazos, les preguntó la causa de tan súbita alegría. Respondieron que la llaga, con el medicamento que se le aplicara, había gastado todo lo podrido, y aparecía sólo la carne, que era sana y buena. Entró dentro el fingido médico, y viendo que era como ellos afirmaban mandó continuar con el remedio, con el cual en pocos días cobró completa salud; visto lo cual, además de otros honores, pusie­ron a Pantaleón de Sá en un altar; y, venerándolo como divinidad, le pidió el rey se quedase en su palacio, ofreciéndole la mitad de su reino; y, si no, que le daría todo lo que pidiese. Rehusó Pantaleón de Sá la oferta, afirmando que le era necesario volver con los suyos. Y mandando el rey traer una gran cuantía de oro y pedrería, lo premió grandemente, mandando juntamente a los suyos que lo acompañasen hasta Mozambique.

Bernardo Gómes de Brito


Javier dedica este tema a Chelo