Moby Dick (Fragmento)
Hace unos
cincuenta años se produjo en Inglaterra un curioso litigio en torno a una
ballena. Los demandantes declararon que después de una ardua caza en los mares
nórdicos y cuando ya habían
logrado arponear el pez, el peligro que corrían sus vidas los había obligado a abandonar no sólo las
líneas, sino también el bote. A continuación, los demandados (la tripulación
de otra nave) se habían precipitado hacia la ballena para herida, matarla,
atraparla y al fin apropiársela ante las mismas narices de los demandantes. Y
al recibir estos demandados las correspondientes reclamaciones, el capitán
había hecho una castañeta en la cara de los demandantes, declarando que para
celebrar su hazaña se quedaría también con la línea, los arpones y el bote,
todavía unidos a la ballena en el momento de su captura. Por eso los demandantes
exigían indemnización por el valor de la ballena, la línea, los arpones y el
bote.
El señor Erskine era el abogado de los
demandados; Lord Ellenborough era el juez. En el transcurso de la defensa, el
ingenioso Erskine ilustró su posición citando un reciente caso de adulterio en
que un caballero, después de procurar en vano refrenar la depravación de su
mujer, la había abandonado en los mares de la vida; pero con los años,
arrepentido, había entablado una acción para reclamar la posesión de esa mujer.
Erskine representaba a la otra parte, y se había defendido alegando que aunque
el caballero había sido el primero en arponear a la dama y en amarrarla, y si
bien la había abandonado sólo a causa de su excesiva depravación, con todo la
había abandonado. Por consiguiente, cuando un caballero ulterior la había
arponeado nuevamente, la dama había pasado a ser propiedad de ese caballero
ulterior, juntamente con cualquier arpón que se le hubiese podido encontrar en
el cuerpo.
Ahora bien, en el presente
caso Erskine sostenía que los ejemplos de la ballena y de la dama se ilustraban
recíprocamente.
Oídas estas
razones y las opuestas, el docto juez declaró en términos precisos lo
siguiente: En cuanto al bote, lo asignaba a los demandantes, porque lo habían
abandonado para salvar sus vidas; pero en cuanto a la ballena, los arpones y
la línea en controversia pertenecían a los demandados. La ballena, porque era
un pez suelto en el momento de la captura final; los arpones y la línea, porque
cuando el pez había huido con ellos había adquirido posesión de esos elementos
y, por lo tanto, cualquiera que después atrapara al pez tenía derecho a ellos.
Ahora bien: los demandados habían atrapado al pez; ergo, los
mencionados artículos les pertenecían.
Un hombre
corriente quizá podría objetar esta decisión del muy docto juez. Pero si
cavamos hasta las rocas fundamentales de este asunto, los dos grandes
principios expuestos en las dos
leyes balleneras antes citadas y explicadas por lord Ellenborough en el
susodicho caso, esas dos leyes acerca del Pez Amarrado y el Pez Suelto,
descubriremos que son las bases de toda la humana jurisprudencia; pues a pesar
de la complicación de sus esculturas, el Templo de la Ley, como el Templo de
los Filisteos, sólo tiene dos puntales como sostén.
¿Acaso no
está en boca de todos esa frase según la cual «la posesión es la mitad de la ley» (es decir, sin considerar cómo ha llegado a ser poseído el objeto)? Pero con frecuencia la
posesión es la ley entera. ¿Qué son los músculos y las almas de los siervos
rusos y los esclavos republicanos si no Pez Amarrado, cuya posesión es la ley
entera? ¿Qué el último céntimo de la viuda para el rapaz propietario, sino Pez
Amarrado? ¿Qué es la casa de mármol de ese granuja aún no desenmascarado, con
una chapa en la puerta a guisa de banderola, sino Pez Amarrado? ¿Qué es el
ruinoso interés que Mordecai, el prestamista, cobra al pobre Infeliz, que está
en bancarrota, sobre un préstamo que salvó a la familia del Infeliz del
hambre; qué es ese ruinoso descuento, sino Pez Amarrado? ¿Qué es la renta de 100.000 libras que
el arzobispo de Salvánima sustrae del magro pan y queso de cientos de miles de
obreros con el espinazo roto (todos seguros de obtener el cielo sin necesidad
de Salvánima), qué es esa cifra de 100.000 libras , sino
Pez Amarrado? ¿Qué son las ciudades y aldeas heredadas por el duque de
Badulaque, sino Pez Amarrado? ¿Qué es la pobre Irlanda para John Bull, ese
temible arponero, sino Pez Amarrado? En todos estos casos, ¿la posesión no es
la ley entera?
Pero si la
doctrina del Pez Amarrado es casi siempre aplicable, lo es más la doctrina
gemela del Pez Suelto: se la aplica internacional y universalmente.
¿Qué era
América en 1492, sino un Pez Suelto en el cual Colón plantó la bandera española
como marca de sus reales amos? ¿Qué era Polonia para el zar? ¿Y Grecia para los
turcos? ¿O India para los ingleses? ¿Qué será un día México para Estados
Unidos? Todos son Peces Sueltos.
¿Qué son los
Derechos del Hombre y las Libertades del Mundo, sino Pez Suelto? ¿Qué son las
mentes y las opiniones humanas sino Pez Suelto? ¿Qué es el principio de la fe
religiosa, sino Pez Suelto? ¿Qué son los pensamientos de los filósofos para los
pomposos plagiarios, sino Pez Suelto? ¿Qué es este enorme globo, sino Pez
Suelto? ¿Y qué eres tú, lector, sino un Pez Suelto y también un Pez Amarrado?
Herman Melville