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jueves, 4 de diciembre de 2014

Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes



El tesoro del rabino

Un viejo rabino que se llamaba Eisik, hijo de Jekel, y que vivía en Cracovia, tuvo un sueño que le ordenó con precisión dirigirse a Praga. Allí, debajo del gran puente que conducía al castillo del rey, descubriría un tesoro.
El rabino rechazó aquel sueño e intentó olvidarlo. Pero el sueño lo persiguió con tanta tenacidad que al final el rabino se puso en camino. En Praga, el gran puente se encontraba tan bien vigilado día y noche por temibles centinelas que el rabino no se atrevió a buscar el tesoro. Pero, como estaba merodeando por el puente, acabó por hacerse notar por un capitán, que le preguntó con severidad que hacía allí.
El rabino, bastante ingenuo, contó el motivo de su viaje, o sea, su persistente sueño. El oficial se echó a reír tirando la cabeza hacia atrás y se burló del rabino.
-¡Un sueño! -exclamó-. ¿Has llevado a cabo, tantos esfuerzos por un sueño?
-Sí -dijo el rabino-, por un sueño.
-¿Si te dijese -prosiguió el capitán sin dejar de reír-, si te dijese que yo también he tenido un sueño?
-¿Cuál?
-¡Una voz me decía que fuese a Cracovia y que allí encontraría un gran tesoro en la casa de un rabino!
-¿En la casa de un rabino?
-Sí, de un tal Eisik. Cerca de la estufa.
-¿Eisik, hijo de Jekel?
-¿Lo conoces? -preguntó el capitán.
 Pero el rabino no contestó. Ya había dado media vuelta. Volvió corriendo a Cracovia.
En cuanto a si encontró un tesoro junto a  la estufa, o si buscó en vano, este punto se deja a criterio del lector. Depende del humor del momento, de lo que brillan las miradas de quienes escuchan y de los movimientos invisibles del aire.