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martes, 4 de marzo de 2014

Cuba









Madre no hay más que una

Mamá se fue por Camarioca. Insistió en reunirse con sus hijos en Miami, pero no reparó en que me dejaba a mí de­trás. Verdad que estoy casado pero una madre es siempre una madre. La mujer es la mujer pero en último término es siem­pre útil y si te duele la cabeza o coges un catarro viene a la ca­ma con un cocimiento o te trae una aspirina. Bueno, sí, cuando había aspirinas. Ahora si te duele la cabeza el remedio que te dan es duélele tú a ella, que es estúpido como remedio pero es la dura realidad. No que a mí me duela la cabeza a menudo, a quien le duele es a Eneida. Sí, así se llama mi mujer. Hace mu­cho tiempo que le expliqué que nadie se llama como un poema antiguo. Pero ella insiste que ése es su nombre, el que le dio su madre que en paz descanse. En todo caso una mujer, no impor­ta el nombre, no es una madre. A Eneida le molesta tanto lo que ella llama mi filosofía, que no es la primera vez que me dice que debía haberme casado con mi madre. Lo que es una here­jía. El incesto, tener relaciones con tu madre, me parece abo­minable, sin siquiera hablar de sexo.
Todo comenzó cuando Eneida empezó a sentir más que dolores de cabeza. Era una debilidad general y por su­puesto no había nada que hacer excepto hacer que se sentara primero y que se acostara después. Pero, dijo ella sin pregun­tarlo, quién se haría cargo de la casa. No habría mucho que comer pero lo poco que había había que hacerlo, es decir coci­nar pero como no había grasas ni aceite no tenía que pensar en freír. Tampoco asará nada porque no había nada que asar: ni carne ni pescado. Ella no se quejaba de la carencia, sola­mente de su debilitamiento.
Todo continuó con sus desmayos y vahídos.
Vino el médico, la vio y decretó más que diagnosticó: «Falta de vitaminas», luego explicó: «La vitamina es la fuen­te de la vida. Viene de vita, y mina, que ya sabe usted». Yo sa­bía, claro que sabía, pero lo que no sabía era dónde encontrar las vitaminas. ¡Si no había siquiera aspirinas! Menos mal que no le dolían las muelas, porque de tener dolor y el dentista decir que había que sacar la pieza, pero sin anestesia, porque no había anestésicos y había que pedidos a la FE (familia en el Exterior) y llevar cada uno su anestesia al visitar al dentista.
Fue idea de Eneida traer las vitaminas de donde se traía la anestesia: de Miami. Pedirle, ordenó más que sugirió, a mi hermano en Miami por una ración (como si estuviéra­mos en una fonda de antes) de vitaminas. Escribí la carta y la mandé con la esperanza de que no llegara nunca, pero lo que es peor, llegó la carta con mi petición porque a las pocas se­manas (la llegada de cartas del exterior siempre se mide en semanas de espera) vino la carta respuesta. Es decir vinieron las vitaminas sin ninguna explicación ni panfleto de instruc­ciones. Eneida se sintió mejor desde la llegada del frasco con vitaminas en polvo y la tomó ávida de la vida como si el polvo fuera un filtro de amor. Inclusive se dejó acariciar por mí y fuimos una o dos veces a la cama juntos. Pero antes de que se acabara el frasco con vitamina se acabó la mina de vida. Vino en la forma de carta de mi hermano que nunca escribía. Se la voy a leer a ustedes sin quitar punto ni coma -que mi her­mano, por otra parte, no sabía dónde ponerlos.
He aquí su carta:
«Querido hermano, espero que esta carta te encuentre bien en unión de los tuyos. Debía haberte escrito junto al envío pero la nota que te hice adjunta de alguna manera se perdió.»
Mi hermano siempre ha sido circunspecto y amigo del rodeo, pero continuó:
«El frasco fue el más grande que encontré que no des­pertara sospechas.»
¿De qué sospechas habla?
«Pude hacerlo pasar como vitamina en polvo.»
¿Hacerlo pasar por dónde?
«Confío en que llegara intacto. De ser así quisiera que no las cambiaras de contenedor.»
¿Cómo comer vitaminas sin abrir el frasco?
«Quisiéramos además que las mantuvieras en un lu­gar seco y oscuro.»
¿De qué habla?
«Ya cuando volvamos toda la familia o lo que quede de ella podremos reunirnos para esparcirlas por la casa vieja, si es que todavía vives en ella.»
¿Esparcir qué? ¿Esparcir las vitaminas después de guar­darlas? ¿Pero no sabe que las vitaminas son para tomarlas Eneida?
«Esas cenizas deben ser sagradas.»
¿Cenizas? ¿Sagradas? ¿Cenizas sagradas?
«Pues su última voluntad fue ser cremada y sus ceni­zas enviadas a ti en Cuba.»
¿Cenizas sagradas? ¿Habré leído bien?
«Pues fue su última voluntad.»
¿Voluntad de quién? ¿La última voluntad de mamá?
«De ser cremada y enviadas las cenizas a Cuba.»
Entonces, ¿lo que contenía el frasco de vitaminas no eran vitaminas? Entonces, entonces -mi mujer se comió a mi mamá. A sus cenizas como vitaminas. Eneida convirtió a mi ma­dre en fuente de vida. Mi mujer se comió a mi mamá. Mi mu­jer se comió a mi madre ayer. ¿O fue antier?
(Guillermo Cabrera Infante)