Cuando un millón de soldados procedentes del norte llegaron a la orilla del río Yantsé, el rey del sur
encargó al general Zhou comandar el ejército para oponer resistencia al
posible ataque del poderoso enemigo. Zhou era muy
inteligente, pero no toleraba que los demás le llevaran ventaja en ingenio.
Odiaba a un estratega superdotado llamado Kong Ming, quien había frustrado en
varias ocasiones las intrigas que el envidioso general Zhou había fraguado
contra él. Furioso y resuelto a eliminarlo a toda costa, el general Zhou tendió
otra trampa a Kong Ming.
Un día, durante una entrevista con su adversario, el general Zhou le preguntó:
Un día, durante una entrevista con su adversario, el general Zhou le preguntó:
-En
las batallas que vamos a sostener contra el ejército del norte, ¿cuál cree usted
que es el arma más eficaz?
-En la
guerra sobre las aguas del gran río destaca la importancia del arco y la
flecha -contestó Kong Ming.
A Zhou
le brillaron los ojos, pero se fingió con preocupación:
-Pero
justamente eso es lo que falta a nuestro ejército. Por lo tanto, si no le
importa, le rogaría que me ayudara a fabricar cien mil flechas para fortalecer
nuestra resistencia.
-¿Para
cuándo las necesita?
-Para
dentro de diez días -le marcó un plazo imposible de cumplir. Además, estaba
dispuesto a poner cuantas trabas pudiera para dificultarle la gestión.
Sin
embargo, para su sorpresa, al inteligente estratega le pareció extremadamente
largo el plazo.
-Estamos
en una situación peligrosa. El ejército enemigo puede atacar en cualquier
momento. Por lo tanto, me comprometo a entregárselas en tres días.
Zhou
se quedó totalmente sorprendido.
-¿Está
bromeando? ¿Sabe que el incumplimiento de una orden en el ejército se castiga
con la pena de muerte?
-Lo sé
perfectamente -dijo Kong Ming con seriedad-, estoy dispuesto a exponerme a la
condena si no logro entregárselas. Le ruego que al cabo de tres días envíe a
quinientos soldados a la orilla del río para recoger las flechas.
-Acepto
su palabra.
El
general contestó con severidad, mientras que interiormente festejaba que su
enemigo hubiera caído en la trampa.
Después de la entrevista, el consejero del general comentó al general
Zhou:
-No entiendo por qué redujo el plazo a tan sólo tres días.
-Porque, aunque es muy inteligente, es vanidoso y quiere arriesgar la
vida en algo que le es imposible de conseguir. Esta vez caerá sin remedio por
ser engreído, ja, ja, ja... -Zhou se rió a carcajadas.
Durante el primer día ningún herrero del ejército recibió el pedido ni
siquiera de una flecha. El segundo día, Kong Ming se limitó a ordenar a su gente
preparar veinte lanchas rápidas, cada una con treinta soldados a bordo. El
tercer día mandó hacer mil espantapájaros de paja y que los colocaran a proa de
los barcos. Todos los trabajos preparativos se realizaron discretamente sin
que cundiera la noticia.
Mientras tanto, Kong Ming no salió de su casa. Los espías enviados por el
general Zhou informaron que el encargado de la fabricación de flechas no hacía
otra cosa que leer, beber y pasear. A Zhou le extrañaba sobremanera la tranquilidad
de su adversario.
Pero al tercer día por la noche, Kong Ming abandonó la casa y se dirigió
a la orilla del río, donde estaban anclados los veinte barcos cubiertos con
lonas. Ordenó amarrar los barcos para formar una larga cadena. A medianoche
zarpó la flota con las figuras de paja a bordo. Cuando llegaron al centro del
río, los navegantes destaparon la cubierta de los barcos y se colocaron detrás
de las tupidas figuras protegidos por muros de paja de casi dos metros de alto.
Mientras tanto, una densa niebla empezó a cubrir la superficie de las aguas.
Faltaba aún dos horas para amanecer y la flota se dirigió a la orilla norte,
ocupada por el ejército enemigo. Cuando se aproximaron lo suficiente, los
ocupantes de la flota empezaron a batir tambores y gritar a viva voz para
simular un ataque al campo enemigo. Los generales del norte, al oír el
estrepitoso ruido de tambores y voces, creyeron que se trataba de un ataque en
masa del ejército del sur aprovechando la intensa niebla. Ordenaron a todos
los arqueros alinearse en la orilla y disparar contra la flota que se acercaba
en medio de la intensa niebla. Ráfagas de flechas dieron en las fantasmales
figuras haciéndolas tambalear ligeramente, mientras que los navegantes avivaban
las voces y producían mayor percusión en los tambores. En la oscuridad, veinte
mil arqueros enemigos disparaban contra la flota con miles de guerreros en la
cubierta que se mantenían en pie milagrosamente a pesar de la lluvia de
flechas.
Poco a poco se aclaraba
el día y la niebla se hacía menos densa. Los arqueros seguían disparando contra
la ruidosa flota, creyendo que sus flechazos le impedían acercarse a la
orilla. Pero cuando los primeros rayos del sol disiparon la niebla, se dieron
cuenta que habían estado disparando contra unas figuras de paja que seguían en
pie en la cubierta convertidos en verdaderos blancos. Antes de que salieran los
barcos de guerra enemigos, las veinte lanchas ligeras ya navegaron río abajo
velozmente cargados de flechas de regalo.
Al cabo de dos horas,
llegó la victoriosa flota al puerto del sur. Allí esperaban los quinientos
soldados y un pelotón de guardias preparados para detener a Kong Ming con la
seguridad de que no podía cumplir la orden. Pero, para su gran sorpresa, vieron
que llegaban unos barcos cargados con más de cien mil flechas.
Resulta que el
inteligente Kong Ming se dio perfecta cuenta que el general Zhou quería buscar
un pretexto para matarlo. Era imposible fabricar tantas flechas en tan poco
tiempo. Sin embargo, sus conocimientos meteorológicos le pronosticaron una densa
niebla al cabo de tres días y concibió la manera de obtener las flechas. Por lo
que acortó de forma tan draconiana el plazo de entrega.
Una
vez más demostró su infalible inteligencia que le ayudó a esquivar otra
intriga. El general Zhou reconoció su nuevo fracaso y admiró la imaginación del
famoso estratega Kong Ming.