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miércoles, 3 de abril de 2013

KRK






Un hombre famoso 

Tat quería con todo su empeño ser un hombre famoso. Pero no un hombre famoso cualquiera: quería ser el más famoso del mundo. Sin embargo, después de reflexionar, llegó a la conclusión de que era imposible ser el mejor en todo simultáneamente y que se debía escoger solo una actividad o habilidad y en ella alcanzar la perfección. Tat reflexionaba en qué campo podría destacar más para llegar a ser el mejor del mundo. No podía ser el más alto, ni tampoco el más bajo, pues era de mediana altura. Tampoco parecía tener posibilidades de ser el mejor músico del mundo, ni el mejor saltador de longitud. Al principio probó como propietario del pantalón más largo del mundo; se hizo un pantalón de trescientos metros de largo. Intentó llevarlo puesto durante dos días, pero resultó bastante difícil, ya que el pantalón se arrastraba y se enrollaba entre sus piernas, y le molestaba al andar. Se puso, pues, a valorar otras posibilidades. Tenía un amigo que era casi calvo. Casi, pero no completamente: todavía le quedaban algunos pelos en la cabeza. Tat pensó, entonces, que quizá sería buena idea convertirse en el hombre más calvo del mundo y, con este fin, se hizo afeitar hasta el último pelo. Desafortunadamente, vio poco tiempo después a un hombre tan calvo como él; y, como Tat no disponía ni de un pelo más para cortar, no podía superarle en calvicie. Después de esto intentó cambiarse la corbata mucho más frecuentemente que los otros hombres y alcanzar así la fama del mejor cambiador de corbatas; consiguió cambiarse la corbata hasta sesenta veces al día, pero eso, de todos modos, tampoco le dio fama. Después se le ocurrió que podría convertirse en el más joven de todos los que eran más viejos que él y, al mismo tiempo, en el más viejo de los que eran más jóvenes que él. No obstante, cuando intentó explicar todo esto, muchos no entendieron de qué estaba hablando, y Tat llegó a la conclusión de que con este proyecto no ganaría el aplauso debido a la estupidez humana. Así pues, decidió preparar la rosquilla más grande del mundo, pero durante el proceso la rosquilla se desmoronó perdiéndose el trabajo de seis meses.
Entonces Tat volvió a meditar qué tipo de actividad podía ejercer mejor que nadie en el mundo y, por eso, revisó todas sus habilidades una tras otra. Siempre tenía muchas manchas en la ropa porque era un cochino, y sintió que podría triunfar en este campo. Por lo que decidió ser el mejor manchador y manchar tanto su ropa que nadie pudiera superarle. Sí que lo consiguió, pero obtuvo una fama efímera. Se ejercitó también en enhebrar agujas, esperando ser famoso como el mejor enhebrador de agujas del mundo. Después aprendió a hacer la cama rápidamente para convertirse en el mejor hacedor de camas. Continuó con su carrera como el mejor sacacorchero de botellas, el mejor rompepáginas de libros nuevos, el más grande rompedor de cerillas y el más destacado exprimidor de tubos de pasta dentífrica. Era también el mejor prendedor de velas, el más eminente rompeplatos y el más renombrado abrochador de chalecos con botones.
Adquiridas tantas habilidades, Tat consideró que era víctima de una gran injusticia porque, a pesar de ser el mejor del mundo en tantísimas cosas, su fama no era muy grande; por si fuera poco, algunas personas eran mucho más famosas que él, aunque eran especialistas en una sola cosa: uno saltaba más alto que nadie, otro levantaba el peso más pesado, un tercero era el nadador más rápido y el de más allá tenía más dinero que nadie. Todos eran famosos; y Tat, que ahora sabía hacer un montón de cosas mejor que nadie, solo gozaba de la admiración de algunos amigos y, salvo estos, muy poca gente sabía de sus proezas. Tat juzgó el mundo muy mal organizado al repartirse la fama y el renombre de manera tan injusta.
Tat, apenado, fue a pedir consejo a un amigo suyo que vivía junto a su casa. Tardó dos días en llegar allí, ya que, entre otras habilidades, tenía también la de ser el caminante más lento del mundo. La exposición del problema le llevó mucho tiempo, pues hacía tiempo que había decidido ser el mejor tartamudo, y tardó, como mínimo, una hora en pronunciar cada palabra, incluso para decir su nombre, que era bastante corto. Sin embargo, al final consiguió explicarle los detalles de sus cuitas y pedirle consejo: ¿qué hacer para ser muy famoso?
El amigo respondió que la cosa era muy simple: había que tener muchísimo dinero. Todo el que tenía muchísimo dinero podía obtener la fama rápidamente.
-Por supuesto, por supuesto, por supuesto -dijo Tat (lo repitió muchas más veces, ya que, entre otras habilidades, era también el hombre que repetía más frecuentemente las palabras «por supuesto»).
-¿Pero dónde puedo encontrar muchísimo dinero?
-Ah, eso es bastante fácil -dijo su amigo-. Tienes que hacerte muy famoso. La gente famosa puede conseguir fácilmente muchísimo dinero.
-Por supuesto -admitió Tat-. Pero, ¿cómo puedo hacerme famoso?
-Si te lo acabo de decir -respondió su amigo impacientándose-. Tienes que tener muchísimo dinero.
Tat pensó que el consejo de su amigo era bueno, pero no sabía cómo ponerlo en práctica, y su amigo era incapaz de explicárselo mejor. Así que Tat volvió a atormentarse por la injusticia del mundo e incluso pensó si no quedaría bien morir como el más joven del mundo, pero pronto se dio cuenta de que posiblemente no lo conseguiría. Por si acaso, encargó el lápiz más largo del mundo y el gemelo más grande (pesaba cuatro toneladas). También dejó totalmente de comer fresas y anunció que era el hombre que menos fresas comía del mundo.
Finalmente, se le ocurrió que podría llegar a ser una persona muy eminente siendo el peor del mundo en algo y que precisamente esto podría darle la fama. Por lo tanto, aprendió a ser el peor ciclista del mundo, a escribir los peores poemas y a coser los peores trajes de baño del mundo.
Mientras trabajaba en sí mismo, se le ocurrió una idea; y era una idea que, de tenerla antes, le hubiera ahorrado muchísimos esfuerzos. Decidió convertirse en la persona menos famosa del mundo. Vio que, para ello, tenía que abandonar la ciudad donde vivía y marcharse a donde nadie en absoluto pudiera jamás oír hablar de él.
Y eso fue lo que hizo. Un día Tat desapareció por completo. Por supuesto confiaba en que, al desaparecer, le llegaría muy pronto la fama como la persona menos famosa del mundo. Cuando desapareció, sus amigos se preguntaron durante varios días qué pasaba con Tat. Poco tiempo después se olvidaron de él y, así, Tat consiguió su objetivo: se convirtió en la persona menos famosa del mundo. Nadie, absolutamente nadie, sabe nada de él. Nosotros tampoco, por lo que de ningún modo podemos escribir un cuento sobre Tat.

Leszek Kolakowski - Trece cuentos del reino  de Lailonia para pequeños y mayores.                KRK