Un hombre famoso
Tat quería con todo su empeño ser un hombre famoso.
Pero no un hombre famoso cualquiera: quería ser el más famoso
del mundo. Sin embargo, después de reflexionar, llegó a la conclusión de que
era imposible ser el mejor en todo simultáneamente y que se
debía escoger solo una actividad o habilidad y en ella alcanzar la perfección.
Tat reflexionaba en qué campo podría destacar más para llegar a ser el mejor
del mundo. No podía ser el más alto, ni tampoco el más bajo, pues era de
mediana altura. Tampoco parecía tener posibilidades de ser el mejor músico del
mundo, ni el mejor saltador de longitud. Al principio probó como propietario
del pantalón más largo del mundo; se hizo un pantalón de trescientos metros de
largo. Intentó llevarlo puesto durante dos días, pero resultó bastante difícil,
ya que el pantalón se arrastraba y se enrollaba entre sus piernas, y le
molestaba al andar. Se puso, pues, a valorar otras posibilidades. Tenía un
amigo que era casi calvo. Casi, pero no completamente: todavía le quedaban algunos
pelos en la cabeza. Tat pensó, entonces, que quizá sería buena idea convertirse
en el hombre más calvo del mundo y, con este fin, se hizo afeitar hasta el
último pelo. Desafortunadamente, vio poco tiempo después a un hombre tan calvo
como él; y, como Tat no disponía ni de un pelo más para cortar, no podía
superarle en calvicie. Después de esto intentó cambiarse la corbata mucho más
frecuentemente que los otros hombres y alcanzar así la fama del mejor cambiador
de corbatas; consiguió cambiarse la corbata hasta sesenta veces al día, pero
eso, de todos modos, tampoco le dio fama. Después se le ocurrió que podría
convertirse en el más joven de todos los que eran más viejos que él y, al mismo
tiempo, en el más viejo de los que eran más jóvenes que él. No obstante, cuando
intentó explicar todo esto, muchos no entendieron de qué estaba hablando, y Tat
llegó a la conclusión de que con este proyecto no ganaría el aplauso debido a
la estupidez humana. Así pues, decidió preparar la rosquilla más grande del
mundo, pero durante el proceso la rosquilla se desmoronó perdiéndose el trabajo
de seis meses.
Entonces Tat volvió
a meditar qué tipo de actividad podía ejercer mejor que nadie en el mundo y,
por eso, revisó todas sus habilidades una tras otra. Siempre tenía muchas
manchas en la ropa porque era un cochino, y sintió que podría triunfar en este
campo. Por lo que decidió ser el mejor manchador y manchar tanto su ropa que
nadie pudiera superarle. Sí que lo consiguió, pero obtuvo una fama efímera. Se
ejercitó también en enhebrar agujas, esperando ser famoso como el mejor
enhebrador de agujas del mundo. Después aprendió a hacer la cama rápidamente
para convertirse en el mejor hacedor de camas. Continuó con su carrera como el
mejor sacacorchero de botellas, el mejor rompepáginas de libros nuevos, el más
grande rompedor de cerillas y el más destacado exprimidor de tubos de pasta
dentífrica. Era también el mejor prendedor de velas, el más eminente
rompeplatos y el más renombrado abrochador de chalecos con botones.
Adquiridas tantas
habilidades, Tat consideró que era víctima de una gran injusticia porque, a
pesar de ser el mejor del mundo en tantísimas cosas, su fama no era muy grande;
por si fuera poco, algunas personas eran mucho más famosas que él, aunque eran
especialistas en una sola cosa: uno saltaba más alto que nadie, otro levantaba
el peso más pesado, un tercero era el nadador más rápido y el de más allá tenía
más dinero que nadie. Todos eran famosos; y Tat, que ahora sabía hacer un
montón de cosas mejor que nadie, solo gozaba de la admiración de algunos amigos
y, salvo estos, muy poca gente sabía de sus proezas. Tat juzgó el mundo muy mal
organizado al repartirse la fama y el renombre de manera tan injusta.
Tat, apenado, fue a
pedir consejo a un amigo suyo que vivía junto a su casa. Tardó dos días en
llegar allí, ya que, entre otras habilidades, tenía también la de ser el
caminante más lento del mundo. La exposición del problema le llevó mucho
tiempo, pues hacía tiempo que había decidido ser el mejor tartamudo, y tardó,
como mínimo, una hora en pronunciar cada palabra, incluso para decir su nombre,
que era bastante corto. Sin embargo, al final consiguió explicarle los detalles
de sus cuitas y pedirle consejo: ¿qué hacer para ser muy famoso?
El amigo respondió
que la cosa era muy simple: había que tener muchísimo dinero. Todo el que tenía
muchísimo dinero podía obtener la fama rápidamente.
-Por supuesto, por
supuesto, por supuesto -dijo Tat (lo repitió muchas más veces, ya que, entre
otras habilidades, era también el hombre que repetía más frecuentemente las
palabras «por supuesto»).
-¿Pero dónde puedo
encontrar muchísimo dinero?
-Ah, eso es
bastante fácil -dijo su amigo-. Tienes que hacerte muy famoso. La gente famosa
puede conseguir fácilmente muchísimo dinero.
-Por supuesto
-admitió Tat-. Pero, ¿cómo puedo hacerme famoso?
Tat pensó que el
consejo de su amigo era bueno, pero no sabía cómo ponerlo en práctica, y su
amigo era incapaz de explicárselo mejor. Así que Tat volvió a atormentarse por
la injusticia del mundo e incluso pensó si no quedaría bien morir como el más
joven del mundo, pero pronto se dio cuenta de que posiblemente no lo
conseguiría. Por si acaso, encargó el lápiz más largo del mundo y el gemelo más
grande (pesaba cuatro toneladas). También dejó totalmente de comer fresas y
anunció que era el hombre que menos fresas comía del mundo.
Finalmente, se le
ocurrió que podría llegar a ser una persona muy eminente siendo el peor del
mundo en algo y que precisamente esto podría darle la fama. Por lo tanto, aprendió
a ser el peor ciclista del mundo, a escribir los peores poemas y a coser los
peores trajes de baño del mundo.
Mientras trabajaba
en sí mismo, se le ocurrió una idea; y era una idea que, de tenerla antes, le
hubiera ahorrado muchísimos esfuerzos. Decidió convertirse en la persona menos
famosa del mundo. Vio que, para ello, tenía que abandonar la ciudad donde vivía
y marcharse a donde nadie en absoluto pudiera jamás oír hablar de él.
Y eso fue lo que
hizo. Un día Tat desapareció por completo. Por supuesto confiaba en que, al
desaparecer, le llegaría muy pronto la fama como la persona menos famosa del
mundo. Cuando desapareció, sus amigos se preguntaron durante varios días qué
pasaba con Tat. Poco tiempo después se olvidaron de él y, así, Tat consiguió su
objetivo: se convirtió en la persona menos famosa del mundo. Nadie,
absolutamente nadie, sabe nada de él. Nosotros tampoco, por lo que de ningún
modo podemos escribir un cuento sobre Tat.
Leszek Kolakowski -
Trece cuentos del reino de Lailonia para pequeños y
mayores. KRK