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martes, 9 de junio de 2020

Ediciones Sombra



Viaje por España y Portugal (1494 - 1495)

Minerales de oro en el campo granadino

En la mayor parte del monte del castillo de la Alhambra y en casi todos los ríos del alrededor hay tierra y arena gruesa, de color bermejo. Conquistada Granada, ciertos cristianos llegados allí de Francia, pararon su atención en dichas arenas, las lavaron, y se encontraron con oro purísimo. Igualmente, lavando la tierra roja, obtuvieron también oro. El rey Fernando, sin saber por qué, prohibió bajo pena de muerte la búsqueda y lavado del oro. No quise dar crédito a esto; pero hice indagaciones sobre el particular cerca del señor arzobispo y del conde gobernador, quienes me aseguraron que así era, en efecto; y añadieron que un solo hombre en el lavado diario podía recoger cuanto pesa un ducado. La tierra aquella es un tanto arcillosa y muy roja, tirando a oscuro como el ladrillo.

MÁLAGA.  De la ciudad

El 29 del mismo mes, saliendo de mañana por la orilla del mar, a las cinco leguas, llegamos a Málaga, ciudad marítima y populosa, notable por su famoso puerto. Era este camino extremadamente peligroso, a causa de los sarracenos, que durante la noche, a favor del viento, vienen de Berbería, y conociendo la situación del lugar, roban a cuantos encuentran antes de la salida del sol y se los llevan consigo prisioneros. Por aquellos días se llevaron a unos pastores y a cinco campesinos.

En el mes de enero hace ya diez meses se produjo en Málaga un terremoto tan grande, que derribó muchas torres y edificios. Y tanto se levantó la tierra en el puerto, que muchas naves quedaron en seco hasta que la tierra se retirase en alas del viento.

Hay en las afueras de la ciudad, al otro lado del puente construido con barcas sobre el Betis, un barrio extensísimo llamado Triana, en donde se fabrican tan grandes vasijas de barro para el aceite, el vino, etc., que en muchas de ellas caben doce o trece ánforas de vino. Si no lo hubiera visto, difícilmente lo hubiera creído.

Polemistas

Varios gauchos en la pulpería conversan sobre temas de escritura y de fonética. El santiagueño Albarracín no sa­be leer ni escribir, pero supone que la palabra trara no pue­de escribirse. Crisanto Cabrera, también analfabeto, sostiene que todo lo que se habla puede ser escrito.
-Pago la copa para todos -le dice el santiagueño- si escribe trara.
-Se la juego -contesta Cabrera; saca el cuchillo y con la punta traza unos garabatos en el piso de tierra.
De atrás se asoma el viejo Álvarez, mira el suelo y sentencia:
-Clarito, trara.
(Luís L. Antuñano)