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viernes, 5 de junio de 2020

Biblioteca Hemeroteca Municipal de Tarragona



Viaje por España y Portugal  (1494 - 1495)

Entrada en el reino de Granada desde Castilla 

El 16 de octubre, saliendo de la frontera de Castilla y entrando en el reino de Granada, después de andar a caballo nueve leguas por campiñas bastante fértiles, pero sin ríos ni habitantes, llegamos a la primera ciudad del reino de Granada, llamada Vera (Ferra). Hay un monte en una hermosa y fructífera llanura, y en su cumbre un notable castillo. En la falda del monte, a todo su alrededor, se extiende la población, de unas seiscientas casas; y como está en la frontera, expulsados los sarracenos, la habitan sólo cristianos. Al pie del monte y de la ciudad tienen manantiales vivos y corrientes, de cuya agua se surten. Tiene una situación bellísima. Dista del mar una media legua y tiene un pequeño río que con su riego hace a la tierra bastante fecunda. Pero está desolada casi en su mayor parte, porque, expulsando a los sarracenos, los soldados del rey de España hicieron muchos destrozos.
El 17 de octubre, saliendo de Vera a través de altísimas, horribles y estériles montañas y valles, llegamos al interior del reino de Granada, hasta una pequeña ciudad llamada Sorbas (Sorbus), situada en un monte muy alto, a seis leguas de Vera. Y como sus habitantes son únicamente mahometanos, tomamos nuestra comida al pie de la montaña, cerca de una fuente corriente, oyéndolos a la hora del mediodía gritar en sus torres, conforme a su costumbre, y habiendo caminado, finalmente, en aquel día por un largo camino de cinco leguas, llegamos muy avanzada la noche a la villa de Tabernas (Tabernus), llena también de sarracenos, exceptuado un solo cristiano en cuya casa nos hospedamos.

Almería 

Y a cualquier forastero que allí llega con deseos de afincarse, se le da casa, huertos, campos y olivos gratuitamente, para que pueda vivir holgadamente. Por esto ha de poblarse prontamente.

Salida de Almería 

El mismo día, después de comer, al salir de Almería, en las afueras, vimos una alta columna amurallada, en la cual estaban colgados por los pies seis cristianos de Italia, convictos de sodomía. Los cuelgan primero por el cuello, como nosotros, y luego por los pies. Antes del juicio les cortan los testículos y se los cuelgan al cuello, porque los españoles tienen odio a este vicio y lo castigan duramente, y con razón, porque es contra natura y bestial.

El sueño del harapiento 

Cierta noche, al final del Sabat, un grupo de judíos  estaban sentados en una choza, junto al fuego; tras haber fatigado diversos temas de charla, alguien preguntó cuál hubiera sido el deseo que, si ahora se les concediese tal don, quisieran ver cumplido; uno pretendía dinero, otro aspiraba a una nueva mujer o a un carro mejor: había uno, de aspecto particularmente harapiento, que callaba; al fin, instado a ello, habló: "Quisiera  -dijo- ser el rey de un país poderoso, rico en tierras y en ganados, y que una noche, mientras dormía en mi palacio, los enemigos transgredieran mis fronteras y todo lo arrasasen a sangre y fuego, y yo me viera despertado por el fragor de la batalla y debiese arrancarme a la grata molicie de mi dormitorio y a los brazos cálidos de mi concubina, y huir por un pasaje secreto, en camisa, sin tiempo ni siquiera para revestir mis regias vestimentas, y escapase a uña de caballo, perseguido por los inexorables gritos de quienes querían matarme, entre las sombras perturbadoras de la noche, hasta que mi caballo muriese de fatiga y me viese obligado a proseguir a pie, desgarrado por las zarzas y con los pies sangrantes, hasta haber divisado este fuego y estar ahora aquí, junto a vosotros"; hubo un silencio y alguien preguntó: "¿Y qué hubieras obtenido con eso, amigo?;  a lo que el otro repuso: "Una camisa".