De Eucolimbo a Glauce
Los indecisos suelen tomar sus determinaciones siguiendo el dictado de personas reflexivas. Yo, tras haber hablado muchas veces en el vacío -pues no me atrevía, mujer, a decirte nada-, rompo ahora el silencio y te pido que, eligiendo lo más conveniente, me aconsejes. Escucha cómo está la cuestión y respecto de qué problema necesito tu parecer. Nuestra situación, como bien sabes, está en un callejón sin salida y nuestra vida adolece de una gran estrechez, ya que el mar no nos da para comer. Pues bien, ese barco que tú ves, el batel equipado con numerosos remeros, es una nave coricia y su tripulación unos piratas de Atalia. Éstos quieren que yo participe en su aventurera empresa, prometiéndome a cambio bienes y bienes sin cuento. Ciertamente estoy con la boca abierta como un animal de presa en lo que respecta al oro y la vestimenta que me ofrecen, pero no soporto la idea de convertirme en un asesino y de manchar mis manos con sangre, manos que el mar ha conservado puras de toda iniquidad desde mi infancia hasta el momento presente. Seguir viviendo en la pobreza es duro e insoportable. Sopesa tú la elección entre estas dos opciones, pues, una vez que tú, mujer, te hayas inclinado en un sentido, yo te seguiré por ese camino, ya que el parecer de los seres queridos sirve habitualmente para zanjar una decisión dudosa.
Alcifrón