En Función Lenguaje forman profesionales del lenguaje, y por eso en Función Lenguaje se escribe y se lee.
Se lee para entender las múltiples realidades que nos rodean. Se escribe para
provocar la reflexión, para desarrollar la creatividad, para indagar sobre uno
mismo y sobre el entorno, en definitiva para llegar a organizar un discurso
coherente y adecuado a las propias necesidades expresivas.
Historia de los animales (Libro III, 1)
El león hace camino junto con los árabes y toma agua de los mismos manantiales. También me han dicho que los leones se introducen en las viviendas de los árabes, si no disponen de caza y el hambre los hostiga. Si por acaso el dueño de casa está presente, se enfrenta con la fiera y la ahuyenta con decisión. Pero si el amo está fuera, su mujer, al verse sorprendida a solas, profiere frases que hacen que el león se ruborice, se mantenga apartado; así le templa el ánimo feroz, lo induce a controlarse y a no permitir que el hambre lo ciegue de ira. Al parecer, el león es capaz de comprender el lenguaje de los árabes. Según se dice, la mujer apostrofa al león con palabras de este sentido: «Tú, león, rey de las fieras, ¿no sientes vergüenza al venir a mi humilde morada para pedir a una pobre mujer que te alimente, no te sonrojas viendo, como si fueras un inútil, que una mujer con sus manos, llena de lástima y compasión, te entrega lo que buscas? ¡Tú, que tendrías que acudir a las regiones montañosas para perseguir ciervos y antílopes y todos los animales que son el alimento que te corresponde a ti y a tu especie! En cambio, como si fueras un pobrecito perro, te avienes a recibir comida de las manos de otro.» La mujer hace uso de estos halagos y la fiera, como si hubiera sido alcanzada en pleno corazón, ahogada de vergüenza, se va a paso lento, con la cabeza caída, apesadumbrada por esas palabras tan justas. Si sabemos que caballos y perros, cuando son amenazados entre los hombres, captan el sentido y se asustan, no me parece sorprendente que los árabes, que nacen y viven entre leones, sean capaces de hacerse obedecer por estas fieras. Porque estas gentes aseguran que los cachorros de león comen lo mismo que sus propios hijos, comparten con éstos sus yacijas y juegan bajo el mismo techo. Por tanto, no se dirá que es increíble o raro que los animales aprendan de los pequeños la lengua de éstos.
El león hace camino junto con los árabes y toma agua de los mismos manantiales. También me han dicho que los leones se introducen en las viviendas de los árabes, si no disponen de caza y el hambre los hostiga. Si por acaso el dueño de casa está presente, se enfrenta con la fiera y la ahuyenta con decisión. Pero si el amo está fuera, su mujer, al verse sorprendida a solas, profiere frases que hacen que el león se ruborice, se mantenga apartado; así le templa el ánimo feroz, lo induce a controlarse y a no permitir que el hambre lo ciegue de ira. Al parecer, el león es capaz de comprender el lenguaje de los árabes. Según se dice, la mujer apostrofa al león con palabras de este sentido: «Tú, león, rey de las fieras, ¿no sientes vergüenza al venir a mi humilde morada para pedir a una pobre mujer que te alimente, no te sonrojas viendo, como si fueras un inútil, que una mujer con sus manos, llena de lástima y compasión, te entrega lo que buscas? ¡Tú, que tendrías que acudir a las regiones montañosas para perseguir ciervos y antílopes y todos los animales que son el alimento que te corresponde a ti y a tu especie! En cambio, como si fueras un pobrecito perro, te avienes a recibir comida de las manos de otro.» La mujer hace uso de estos halagos y la fiera, como si hubiera sido alcanzada en pleno corazón, ahogada de vergüenza, se va a paso lento, con la cabeza caída, apesadumbrada por esas palabras tan justas. Si sabemos que caballos y perros, cuando son amenazados entre los hombres, captan el sentido y se asustan, no me parece sorprendente que los árabes, que nacen y viven entre leones, sean capaces de hacerse obedecer por estas fieras. Porque estas gentes aseguran que los cachorros de león comen lo mismo que sus propios hijos, comparten con éstos sus yacijas y juegan bajo el mismo techo. Por tanto, no se dirá que es increíble o raro que los animales aprendan de los pequeños la lengua de éstos.
(Claudio Eliano)
Admiróse un portugués
de ver que en su tierna infancia
todos los niños en Francia
supiesen hablar francés.
«Arte diabólica es»,
dijo, torciendo el mostacho,
«que para hablar en gabacho
un fidalgo en Portugal
llega a viejo y lo habla mal;
y aquí lo parla un muchacho».
Nicolás Fernández de Moratín