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jueves, 20 de febrero de 2014

Llibrería Montalt (Malgrat de Mar)


Esto sucedió durante una visita mía a Bagdad, en 1928.
En esa época, yo era corresponsal en el Oriente Medio de la cadena de diarios Ullstein, y me habían enviado para informar sobre una de las crisis habituales de gobier­no en el Irak. Al llegar, solicité una entrevista con el rey Feisal Ibn Hussein. Me recibió Tahsin Bey, el ayu­dante del rey, con un deslumbrante uniforme blanco; lo habían puesto al tanto de mi llegada que, como corres­pondía al representante de la cadena de periódicos más importante de Europa, también había sido anunciada en los diarios locales. Tahsin Bey me recibió amablemente; pero cada vez que yo abordaba el tema de la política, o de mi audiencia con Su Majestad, mi interlocutor des­viaba la conversación y con una sonrisa amistosa me preguntaba qué estudian los muchachos en los colegios europeos. Después de las tazas rituales de café dulce y amargo, y de una conversación que languidecía triste­mente, se puso de pie y dio fin a la entrevista con esta pregunta:
-Y ahora, ¿cuándo tendremos el honor de recibir la visita de su señor padre?
Evidentemente, creía que el representante de Ullstein debía ser un señor respetable, maduro, que había envia­do a su hijo para que lo precediera con una visita de cortesía. Demostré estar a la altura de la situación, res­pondiendo con una urbana reverencia:
-Mon pere, c'est moi.
(Arthur Koestler - La flecha en el azul)