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sábado, 22 de febrero de 2014

Le Corbusier






Le Corbusier, una figura clave de la arquitectura del siglo XX, fue pionero en los estudios de mejora de las viviendas de las clases más bajas y propuso nuevas formas de arquitectura eficiente en ciudades muy pobladas. Le Corbusier fue, a su vez, un artista multidisciplinario, con una obra que se extiende también a la pintura y la fotografía, uniendo arte y arquitectura. 
La muestra es un itinerario completo por todas las fases de la obra de Le Corbusier a través de una extensa colección de dibujos, pinturas, proyectos arquitectónicos y maquetas de edificios, piezas procedentes mayoritariamente de la Fondation Le Corbusier en París y del MoMA de Nueva York. El visitante podrá contemplar desde el trabajo realizado en los primeros años del artista en Suiza, hasta el final de sus días en el Mediterráneo, pasando por Estambul, Atenas, Roma, París, Ginebra, Moscú, Barcelona, Nueva York y la India.
Exposición organizada por The Museum of Modern Art (MoMA) de Nueva York y producida por la Obra Social "la Caixa".

El verdugo Wan Lung

Durante el reinado del segundo emperador de la dinastía Ming, vivía un verdugo llamado Wan Lung. Era un maestro en su arte, y su fama se extendía por todas las provincias del imperio. En aquellos días las ejecuciones eran frecuentes, y a veces había que decapitar a quince o veinte personas en una sola sesión. Wan Lung tenía la costumbre de esperar al pie del patíbulo con una sonrisa amable, silbando alguna melodía agradable, mientras escondía detrás de la espalda su espada curva, para decapitar al condenado con un rápido movimiento cuando éste subiera al patíbulo.
Este Wang Lung tenía una sola ambición en su vida; pero su realización le costó cincuenta años de intensos esfuerzos. Su ambición era decapitar a un condenado con un mandoble tan rápido que, de acuerdo con las leyes de la inercia, la cabeza de la víctima quedara plantada sobre el tronco, así como queda un plato sobre la mesa cuando se retira repentinamente el mantel.
El gran día de Wang Lung llegó por fin, cuando ya tenía setenta y ocho años. En ese día memorable tuvo que despachar de este mundo a dieciséis clientes para que se reunieran con las sombras de sus antepasados. Como de costumbre, se encontraba al pie del patíbulo, y ya habían rodado por el polvo once cabezas rapadas, impulsadas por su inimitable mandoble de maestro. Su triunfo coincidió con el duodécimo condenado. Cuando el hombre empezó a subir los escalones del patíbulo, la espada de Wang Lung relampagueó con una velocidad tan increíble, que la cabeza del decapitado siguió en su lugar, mientras subía los escalones restantes sin advertir lo que le había ocurrido. Cuando llegó arriba, el hombre habló así a Wang Lung:
-¡Oh cruel Wang Lung! ¿Por qué prolongas la agonía de mi espera, cuando despachaste a todos los demás con tan piadosa y amable rapidez?
Al oír estas palabras, Wang Lung comprendió que la ambición de su vida se había realizado. Una sonrisa serena se extendió por su rostro; luego, con exquisita cortesía, dijo al condenado:
-Tenga la amabilidad de inclinar la cabeza, por favor.
(Arthur Koestler - El camino hacia Marx)