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lunes, 9 de octubre de 2017

Museo Thyssen - Sonia Delaunay


Cambios en el castigo no lo mitigan 

Qué obsesión tienen los Dioses con el arrastre de objetos. Parece como si nuestra naturaleza, móvil en sí misma, debiera ser dificultada con la perenne adhesión a objetos yacientes. Una escalera más liviana bastaría para llegar a todos los estantes; ésta tiene aspecto de máquina de guerra para asaltar murallas. 
Cada tres semanas, al arrastrar la escalera hasta el siguiente estante, es cuando más me acuerdo de mi piedra. Hubieron de restituirme la memoria para este suplicio: recordar bien que lo que estoy aprendiendo ya lo sé. Pero recuerdo más cosas. Añoro mi mucho tiempo con la piedra. El aire libre. El paisaje. Sobre todo el paisaje; tan cambiante con las estaciones; y las vistas, según iba subiendo la ladera. Y cómo brillaban los músculos que, gracias al constante ejercicio, logré acumular. Nada que ver, no obstante, con las forzadas poses de obrero hercúleo con que algunos escultores han pretendido inmortalizar su habilidad y plasmar mi triste destino. 
Y ahora ¿quién me llevaría a bronces y óleos?, ¿cómo mostrar que la lectura puede convertirse en un tormento? Si me representaran encadenado, con un libro en las manos, parecería una cínica propuesta de liberación de la esclavitud mediante la cultura. Si encadenado al libro, una incitación al analfabetismo. 
El Dios que decidió mi suerte debía de ser muy leído. El número de libros es infinito, dicen; pero mucho antes de la primera milla -así los contamos aquí- comienzan unos a referirse a otros, y por encima de la segunda legua, ya no hay nada que leer que no haya sido leído en otro lugar. Y yo he de leer eternamente todo este discurso, que gira inacabablemente sobre sí mismo. 
Quizás por ello la biblioteca sea circular, y al poder estar el principio en cualquier parte, termina por no haber tal principio, ni, al menos para mí, final. Aunque ya veremos; eternidades no va a haber más que una, y a nadie he dicho que he visto ya algunas carcomas. Ellas tienen todo el tiempo por delante y a favor; sabrán acabar con tanta repetición pretenciosa, tanta soberbia.   

Alberto Escudero


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