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viernes, 11 de septiembre de 2015

Oviedo




 

Tres tristes tigres      (fragmento)                

En el silencio que dejó el carro detrás subía las esca­leras flanqueadas por dátiles en flor y atravesé el oscuro pasillo solo y en silencio y sin miedo al hombre-lobo ni a la mujer pantera y cogí el elevador en silencio y encendí la luz de la cabina y la apagué de nuevo para subir a oscuras y en silencio entré en casa y en silencio me quité la camisa y los zapatos en silencio y en silencio fui al baño y oriné y me saqué los dientes en más silencio y en silencio y en sigilo metí el puente en un velero en un vaso y escondí en silencio esta hierofanía dental arriba detrás del botiquín y en silencio fui a la cocina y tomé agua en silencio tres bo­les en silencio tres y todavía tenía sed y en silencio me fui con la barriga inflada y dándome suaves palmas en todo el globo ventral y en silencio salí al balcón pero no vi más que el ventanal iluminado en silencio y el anuncio Fune­raria del silencio Caballeros donde en silencio entierran también damas en silencio y en silencio cerré las persianas en silencio y fui en silencio a mi cuarto y me desnudé en silencio y abrí la ventana en silencio por donde entró el silencio de la última noche en silencio y que se llama conticinio palabra de silencio y oí en silencio un gotear silente de agua desde el balcón de arriba en silencio y en silencio fumé mi pipa de la paz universal y vi como Bach cómo salía en silencio el tabaco muerto en silencio espiri­tual en algo más que en nada en humo de silencio por el silencioso hueco alumbrado de mi ventana que miré miré miré hasta que se hizo redondo y desapareció, todo en si­lencio, y miraba allá al otro lado del heaviside a la gran pradera oscura de los cielos y más allá y más allá de más allá y más allá todavía donde allá es acá y todas las direcciones y ningún lugar o un lugar sin lugar sin arriba ni abajo ni este ni oeste, nunca-nunca, y pude ver con estos ojos que se comerán los gusanos, sabidureza de las nociones, vi, de nuevo las estrellas, unas pocas: siete granos de arena en una playa: playa que es un grano de arena en otra playa: playa que es un grano de arena de una playa que está en un grano de arena en otra playa, pequeña, de una rada o estanque o charca que forma uno de los muchos mares que están dentro de una burbuja de un océano fenomenal don­de ya no hay estrellas porque las estrellas perdieron el nombre: el colmos, y preguntándome si Bustrófedon esta­ría igualmente en expansión con las señales de su espectro corriéndose hacia el rojo, rosado en mi memoria y pensan­do que un año-luz también convierte el espacio en un tiem­po limitado mientras hace del tiempo un espacio infinito, una velocidad, sintiendo un vértu madre te estará diciendo ayer no te asomes a ese pozo que no tiene fondo tú le pre­guntarás de nuevo esta noche por qué no tiene fondo repe­tida ella repetirá porque sale por el otro lado del mundo otra vez tú querrás saber y qué hay del otro lado del mundo tu otra madre te estará diciendo siempre un pozo que no tiene fondo tútigo pascaliano que fueserá más pavoroso que la idea de los marcianos infiltrados en mi cuerpo, llevar en los veleros sanguíneos al vampiro o incubar un mi­crobio ignorado y remoto, que era el miedo a que en rea­lidad no hay marcianos ni más allá ni nada o tal vez sola­mente nada, y en terror temiendo la vigilia más que al sueño y viceversa, me quedé dormido y dormí toda la noche y el día entero y un pedazo de otra noche ya que era de madrugada cuando desperté y todo estaba en silencio y yo era la criatura de la negra, dormida laguna y me quité los espejuelos y la pipa y la ceniza que cayó en los labios y soltó el freno, salí y entré otra vez en el largo corredor de la coma, del coma y dije, entonces fue entonces, una palabra, me parece, un nombre de niña (no lo entendí: clave del alba) y me volví a quedar durmiendo dreamiendo soñando con los leones marinos de la página ciento uno: morsas: morcillas: sea-morsels. Tradittori.
G. Cabrera Infante