Lo que hay que ser
Lo que hay que ser es mejor,
Lo que hay que ser es mejor,
y no decir que se es
bueno,
ni que se es malo,
lo que hay que hacer
es amar
lo libre en el ser
humano,
lo que hay que hacer
es saber,
alumbrarse ojos y
manos
y corazón y cabeza
y después, ir
alumbrando.
Lo que hay que hacer
es dar más
sin decir lo que se
ha dado,
lo que hay que dar
es un modo
de no tener
demasiado
y un modo de que
otros tengan
su modo de tener
algo,
Trabajo es lo que
hay que dar
y su valor al
trabajo
y al que trabaja en
la fábrica
y al que trabaja en
el campo,
y al que trabaja en
la mina
y al que trabaja en
el barco,
lo que hay que dar
es todo,
luz y sangre, voz y
manos,
y la paz y la
alegría
que han de tener
aquí abajo,
que para las de allá
arriba,
no hay que apurarse
tanto,
si ha de ser
disposición
de Dios para el
hombre honrado
darle tierra al
darlo a luz,
darle luz al
enterrarlo.
Por eso quiero, hijo
mío,
que te des a tus
hermanos,
que para su bien
pelees
y nunca te estés
aislado;
bruto y amado del
mundo
te prefiero a solo y
sabio.
A Dios, que me dé
tormentos,
a Dios que me dé
quebrantos,
pero que no me dé un
hijo
de corazón
solitario.
Los Hijos Infinitos
Los Hijos Infinitos
Cuando se tiene un hijo,
se tiene al hijo
de la casa y al de la calle entera,
se tiene al que
cabalga en el cuadril de la mendiga
y al del coche que
empuja la institutriz inglesa
y al niño gringo
que carga la criolla
y al niño blanco
que carga la negra
y al niño indio
que carga la india
y al niño negro
que carga la tierra.
Cuando se tiene un
hijo, se tienen tantos niños
que la calle se
llena
y la plaza y el
puente
y el mercado y la
iglesia
y es nuestro
cualquier niño cuando cruza la calle
y el coche lo
atropella
y cuando se asoma
al balcón
y cuando se arrima
a la alberca;
y cuando un niño
grita, no sabemos
si lo nuestro es
el grito o es el niño,
y si le sangran y
se queja,
por el momento no
sabríamos
si el ay es suyo o
si la sangre es nuestra.
Cuando se tiene un hijo, es nuestro
el niño
que acompaña a la ciega
y las Meninas y la misma enana
y el Príncipe de Francia y su princesa
y las Meninas y la misma enana
y el Príncipe de Francia y su princesa
y el que tiene San Antonio en los
brazos
y el que tiene la Coromoto en las
piernas.
Cuando se tiene un hijo, toda risa
nos cala,
todo llanto nos crispa, venga de
donde venga.
Cuando se tiene un hijo, se tiene el
mundo adentro
y el corazón afuera.
Y cuando se tienen
dos hijos
se tienen todos
los hijos de la tierra,
los millones de
hijos con que las tierras lloran,
con que
las madres ríen, con que los mundos sueñan,
los que
Paul Fort quería con las manos unidas
para que
el mundo fuera la canción de una rueda,
los que el
Hombre de Estado, que tiene un lindo niño,
quiere con
Dios adentro y las tripas afuera,
los que escaparon
de Herodes para caer en Hiroshima
entreabiertos los
ojos, como los niños de la guerra,
porque basta para
que salga toda la luz de un niño
una rendija china
o una mirada japonesa.
Cuando se tienen
dos hijos
se tiene todo el
miedo del planeta
todo el miedo a los hombres luminosos
que quieren
asesinar la luz y arriar las velas
y ensangrentar las
pelotas de goma
y zambullir en
llanto los ferrocarriles de cuerda.
Cuando se tienen
dos hijos
se tiene la
alegría y el ay del mundo en dos cabezas,
toda la angustia y
toda la esperanza,
la luz y el
llanto, a ver cuál es el que nos llega,
si el modo de llorar
del universo
o el modo de
alumbrar de las estrellas.
Andrés Eloy Blanco