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miércoles, 8 de mayo de 2019

325 aniversario San Carlos y San Severino de Matanzas



La secta del perro (2)

Entre las anécdotas acerca de la muerte de Diógenes, una dice que murió por las mordeduras de los perros, y otra, más interesante, que fue al no poder digerir los trozos del pulpo que había comido crudo. Rechazar lo cocido -uno de los beneficios del fuego civilizador de Prometeo- es un signo de renuncia a lo civilizado; pero la carne cruda, que un perro digiere bien, puede resultar mortífera para un hombre viejo, como el empecinado Diógenes. 

A la pregunta del joven Alejandro: «¿Qué quieres de mí?», responde el indolente Diógenes, sentado junto a su tinaja en tono tranquilo: «Que te apartes un poco y no me quites el sol.» Un bon mot, cierto. «De no ser Alejandro, habría querido ser Diógenes».

Hay dos anécdotas de Diógenes que me parecen muy reveladoras de su distanciamiento frente a la comunidad cívica. Una cuenta que «solía entrar en el teatro topándose con los que salían. Cuando le preguntaron que por qué lo hacía, contestó: es lo mismo que trato de hacer a lo largo de toda mi vida» (D. L., VI, 64). 

La otra anécdota es la que cuenta que «al anunciar Filipo que iba a atacar Corinto, y al estar todos dedicados a los trabajos y corriendo de un lado a otro, él empujaba haciéndola rodar la tinaja en que vivía. Como uno le preguntara: «¿Por qué lo haces, Diógenes?», dijo: «Porque, estando todos tan apurados, sería absurdo que yo no hiciera nada. Así que echo a rodar mi tinaja, no teniendo otra cosa en que ocuparme,» (Luciano, C. e. Hist., 3 = D. L., VI, 69,) «También yo empujo mi tinaja para no parecer ocioso entre tantos trabajadores», dice el cínico en el texto de Luciano. Pero el Cínico no hace nada por el bien común, tan sólo parodia la agitación ajena, en un gesto burlón.

El cínico no renuncia a los placeres y la vida regalada porque vea en la mortificación un beneficio, o porque se sacrifique en espera de una compensación ulterior, o porque piense que el cuerpo ha de ser castigado. Tan sólo lo hace porque no está dispuesto a vender su independencia y libertad a cambio de unos placeres inciertos o unas vanas e ilusorias promesas de poder.

«Cuando Platón dio la definición del hombre como la de "un bípedo implume" -recuerda D. Laercio, VI, 40- y obtuvo la aprobación de los demás, Diógenes le arrancó las plumas a un gallo y lo trajo a la Academia con estas palabras: "Este es el hombre de Platón." Por lo cual (Platón) añadió a su definición lo de "Con uñas planas".» 

Omnia mea mecum porto, pudo servir de divisa a estos filósofos autosuficientes. Lo lamentable de los uniformes es que son también disfraz, y con el paso de los tiempos muchos parásitos recurrirán a endosar el hábito cínico para fingir un saber o adoptar una pose fácil de remedar. Prototipo del beatnik o el hippie, el cínico se inscribe así en una galería de disfraces y modelos de vida; la espontaneidad que fue en Diógenes chillón ingenio se esfuma en el plagio.

García Gual, Carlos