Noche de plenilunio (3)
2
El sonido del viento es acompañado por una luna claramente dibujada, y se escucha a intervalos el chirrido de los insectos. Ueno parece triste.
Después de haber ingresado a esa zona, apenas recorridos unos cien metros, el cochero, quién sabe por qué razón, detuvo completamente el timón.
-Discúlpeme, en verdad es algo difícil de decir, pero permítame quedarme aquí. No necesita pagarme nada, pero por favor baje -dijo de repente.
Por ser algo inesperado, el corazón de Seki dio un salto.
-Oye, tú, al pedirme una cosa así ¿no crees que me pones en problemas? Además tengo un poco de prisa, te daré una propina, por eso, por favor haz un esfuerzo. En este sitio tan solitario seguro no encontraré otro carrito ¿no te parece? Eso se llama poner en apuros a la gente, no rezongues y sigue adelante -tiembla un poco al pedírselo.
-No es porque quiera que me dé algo extra. La súplica es de mi parte. Haga el favor de bajarse. Estoy harto de remolcar esto.
-Entonces, ¿es que te sientes mal? Pero, ¿qué te pasa? Has venido remolcando hasta aquí, no basta con decir: "ya estoy harto." ¿no te parece? -regaña al cochero, imprimiendo un tono imperativo a su voz.
-Perdóneme por favor, pero es absolutamente imposible, estoy fastidiado de esto -con un farolillo en la mano bruscamente se hace hacia un lado.
-Eres un cochero caprichoso ¿verdad? Entonces no te diré que vayas hasta el sitio convenido. Está bien si me llevas a donde pueda abordar otro carrito. Te pagaré, así que llévame allá, por lo menos, ve hasta la avenida Hirokooji -le dice con voz dulce como si tratara de apaciguarlo.
-Tiene razón, usted es una señora joven y si la hago bajar en este sitio solitario, de seguro pasará apuros. Yo tengo la culpa. La llevaré, yo la acompañaré. Se debe haber sorprendido ¿verdad?
No parece un bribón, llevando el farolillo regresa al timón. Por fin, Seki respira aliviada, se siente tranquila y observa el rostro del cochero, es un hombre de unos veinticinco o veintiséis años, de piel morena, estatura baja y delgado. ¡Ah! el rostro vuelto contra la luna, ¿de quién es? Se parece a alguien, tiene el nombre en la punta de la lengua.
-Oye, tú -sin saber por qué, lo llama.
-¡Eh! -el hombre sorprendido, levanta la cabeza.
-Mira, si eres tú, ¿no eres aquél? Es imposible que te hayas olvidado de mí ¿o sí? -se apeó del carrito como si se deslizara y lo observó con atención, detenidamente.
-Eres Seki, la hija del señor Saitoo, tengo vergüenza de mí mismo, con esta apariencia. Como no tengo ojos en la espalda, no me había dado cuenta en absoluto. Aun así, debí reconocerte por la voz, me he vuelto demasiado lerdo -baja la vista avergonzado.
Seki lo mira de pies a cabeza.
-No, incluso yo, si te hubiera encontrado en la calle, no te habría reconocido. Hasta hace un momento sólo pensaba que eras un cochero desconocido. Por eso es natural que no te hayas dado cuenta de que era yo. Fue una falta de respeto haberme subido en el carrito que tú tirabas, pero no lo sabía así que discúlpame. ¿Desde cuándo te dedicas a esto? ¿Eso no perjudica tu salud tan débil? En algún lado escuché el rumor de que habían enviado a tu mamá a la provincia y que había dejado la tienda de Ogawamachi. Pero como mi situación no es la misma de antes, había diferentes cosas que me lo impedían, no te pude escribir una carta y mucho menos ir a visitarte. ¿Dónde vives ahora? ¿Tu esposa está bien? ¿Ya tienes un niño pequeño? Aun ahora, cada vez que voy de visita a los almacenes de Ogawamachi, la misma tabaquería que era tuya está tal cual, ahora es una tienda llamada Notoya, cuando paso por ahí, sin querer dirijo la vista y me acuerdo: ¡Ah! Koosaka Rokusuke, cuando tú eras niño al ir y volver de la escuela pasábamos a tu tienda y me regalabas el polvo de tabaco, sobrante de los cigarrillos, que nos fumábamos en una pipa como presumiendo de adultos. Yo me preguntaba dónde estarías y haciendo qué, una persona tan afectuosa en este mundo tan difícil, me preocupaba también cómo estarías manejándote en la vida. Y cada vez que iba a la casa de mi familia, pensando que quizás sabían algo, preguntaba, pero se alejaron de Sarugakuchoo hace cinco años. No tuve la suerte de escuchar noticias tuyas. ¡Cómo te eché de menos! -olvidando su propia situación se dirige a él.
-He caído en una condición vergonzosa -dice el hombre secándose con una toalla el sudor que le corre -ahora no tengo ni casa, duermo en la planta alta de un hostal barato, llamado Murata, en Asakusamachi. Cuando tengo ganas, tiro de este carrito hasta tarde, como esta noche. O bien, si me aburro, todo el día lo paso holgazaneando, llevo una vida vana, como humo. Tú estás tan linda como de costumbre. Desde el momento que oí que te habías casado, me preguntaba si por lo menos una vez podría ver tu rostro. O si podríamos cambiar palabras alguna vez en la vida. Hacía este ruego, como un sueño. Hasta el día de hoy, no quería la vida y la trataba como algo que se desecha, pero porque tengo esta vida, pude encontrarte. ¡Ah! ¿Cómo te acordaste de que yo era Koosaka Rokunosuke? Te lo agradezco -y baja la cabeza.
-No pienses que eres el único que vive en este mundo cruel dice Seki derramando abundantes lágrimas-. A propósito, ¿y tu esposa?
-La conoces ¿verdad? Era la hija de la tienda Sugitaya que estaba casi enfrente de la tabaquería. Es una mujer a la que todo el mundo elogia mucho diciendo que es muy blanca, o que tiene buena figura. Yo me había dedicado totalmente al libertinaje y no paraba en casa. Al ver esa impudicia, uno de mis parientes testarudo equivocadamente supuso que actuaba así porque no me había casado cuando debí haberlo hecho. A mi madre le gustó esa joven y me insistió para que me casara, llevaron adelante los planes de manera fastidiosa. Yo dejé que las cosas ocurrieran de cualquier forma y la recibí en mi casa justamente cuando escuché que estabas embarazada. Un año después en mi casa también me felicitaban por el nacimiento de mi hija y así pusimos en fila unos perros de papel y molinetes. Pero eso no detuvo mi vida disoluta. La gente quizás pensó que si me casaba con una mujer de cara bonita iba a dejar el vicio o que si tenía un hijo cambiaría. Pero era claro que mi libertinaje no se curaría ni aunque me trajeran a Komachi o a Seishi, ni aunque Sotoorihime ejecutara sus danzas frente a mí. ¿Cómo podría cambiar mi forma de ser sólo por ver la cara de una niña que huele a leche de pecho? Me divertía, gozaba, me entregaba al placer, bebía, bebía a más no poder. Dejé de lado mi hogar y mi trabajo y hace tres años me quedé sin nada. Mi madre fue recibida por mi hermana mayor quien se casó en una provincia, a mi mujer y a mi hija las mandé a la casa de sus padres y no tengo noticias suyas. Mi hija era una niña y no lamenté su pérdida, al saber que también ella, a fines del año pasado, había contraído el tifus y había muerto. Las niñas suelen ser precoces por lo que al morir, quizás dijo "papá" o algo así. Si aún viviera, este año cumpliría cinco años. ¡Qué vida tan indigna la mía! No merece la pena contarse -dice el hombre y una sonrisa triste aparece en su rostro-. Yo tampoco me di cuenta de que eras tú. He sido absurdamente caprichoso y descortés. Por favor sube, te acompañaré. Por ser algo tan imprevisto, has de haberte sorprendido cuando dije que te apearas ¿verdad? Tirar de este carrito, tampoco me dedico a esto con entrega. ¿Qué encanto puede tener asir el timón? ¿qué expectativas se pueden tener imitando a un buey o un caballo? Si recibo dinero ¿estoy contento? Si puedo beber sake ¿lo paso bien? Si lo pienso, estoy harto de todo. Ya sea que lleve un pasajero o que el carrito vaya vacío, en el momento en que me fastidio, me siento totalmente harto. Soy un hombre caprichoso ¡un imbécil! ¿No te doy asco? Bien, sube por favor, te acompañaré.
-¡Vaya! Mientras no sabía que eras tú, no me importaba, pero como ahora lo sé, ¿cómo puedo subirme a tu carrito? Aun así, como me inquieta andar sola por este lugar tan solitario, por favor acompáñame hasta llegar a la avenida Hirokooji. Vamos conversando.
Seki empieza a caminar alzando un poco la falda del kimono, y hasta el ruido que hacen las sandalias de madera laqueadas suena triste.
"Entre mis antiguos amigos, éste es uno que está ligado a mis recuerdos, al que no he podido olvidar. Era el único hijo del dueño de una tabaquería bonita y limpia, de apellido Koosaka en Ogawamachi. Ahora, su piel se ha vuelto oscura y es un hombre miserable, pero antes, cuando manejaba la tabaquería, vestía un conjunto elegante de kimono y haori, usaba un delantal fino, era muy hábil para decir cumplidos y era simpático. Tenía buena reputación, se decía que aunque todavía era joven tenía carácter firme y era listo, que la tienda había prosperado más que cuando estaba su padre. A pesar de eso, ¡qué cambio tan impensable ha sufrido! Dicen que desde que empezaron a circular los rumores de mi casamiento, desesperado, se dio a la disipación y empezó con la juerga En esa época había escuchado decir que el hijo de Koosaka se había convertido en otro hombre, que si el demonio lo había tentado, que si le había caído una maldición, que debía de tener un problema muy serio. Al verlo esta noche, ciertamente tiene un aspecto ruin. ¡Quién iba a imaginar que acabaría pasando la noche en un hostal barato! Este hombre estaba enamorado de mí. Desde los 12 hasta los 17 años, todos los días, cuando nos encontrábamos cara a cara, yo pensaba que en el futuro me sentaría en su tienda y atendería el negocio mientras leía el periódico, pero se decidió que me casara con un hombre inesperado. Puesto que me lo ordenaban mis padres, ¿cómo podía decir que no? Yo pensaba casarme con Roku, el de la tabaquería, pero eso no era más que un deseo infantil. Él nunca me había dicho nada, yo mucho menos podía decirle algo. Era un amor, como un sueño incoherente, por eso decidí renunciar, desistir, resignarme, y me casé con Harada. Pero hasta el momento mismo de casarme, no me podía olvidar de él y lloré por este hombre. Igual que yo lo amaba, él me amaba a mí, tal vez por esa razón se arruinó su vida. Y yo, con este peinado de mujer casada y un aspecto presuntuoso. ¿Qué tanto odiará esta apariencia mía? Cuando de ninguna manera soy esa persona feliz."
Seki vuelve la cabeza y dirige la mirada a Rokunosuke. Quién sabe qué estará pensando él, su expresión es de estupefacción. No parece muy contento de este encuentro casual con Seki.
Al llegar a la avenida Hirokooji, hay otros carritos. Seki saca de su cartera algunos billetes y los envuelve con delicadeza en un papel con dibujos de pequeños crisantemos.
-Roku, esto es en verdad una descortesía, pero usa esto para comprar alguna cosa. Al verte después de tanto tiempo, me parece que hay muchas cosas que quiero decirte, pero comprende que no me salen las palabras. Entonces, me despido, cuídate mucho y no te enfermes. Haz que tu madre pronto tenga tranquilidad, hago votos para que así sea. Vuelve a ser el mismo Roku de antes, déjame que presencie el momento en que inaugures estupendamente una tienda. Adiós.
Ante estas palabras de despedida, Rokunosuke toma con agradecimiento el envoltorio de papel.
-Debería rehusarlo, pero por tratarse de algo que proviene de tus manos, lo recibiré y lo recordaré, gracias. Aunque es lamentable decirte adiós, esto no tiene remedio, es un sueño. Bueno, que te vaya bien. Yo también me voy, cuando la noche avanza el camino se pone muy solitario -diciendo esto, le vuelve la espalda, y empieza a tirar del carrito.
Uno va hacia el este, la otra hacia el sur. Las ramas de los sauces de la avenida penden lánguidamente iluminadas por la luz de la luna. Bajo su sombra, se aleja el ruido apagado de unas sandalias de madera laqueadas. Uno en la planta alta del hostal Murata, y la esposa de Harada, ambos, bajo circunstancias dolorosas, tendrán mucho en qué meditar.
Higuchi Ichiyo