Noche de plenilunio (1)
Según su costumbre, llegaba en un imponente jinrikisha negro y laqueado y era recibida por sus padres:
-Oye, ¿no se detuvo un carrito frente a la casa? Ha de ser nuestra hija.
Sin embargo, esa noche, viene en uno contratado en la calle y que, además, detiene antes de llegar a la casa. Se queda de pie en la entrada, abatida y triste.
Adentro, su padre como siempre, habla en voz alta:
-Digamos que soy un hombre afortunado, tengo dos hijos, ambos dóciles, no fue difícil criarlos, la gente habla bien de ellos. Si tuviera una ambición que no se correspondiera con mi posición social, desearía más, pero no. ¡Cielos! Debemos estar agradecidos.
Sin duda está hablando con su madre. ¡Ay! ¡No saben nada! ¡Está tan contento! ¿Con qué cara puede pedirle que solicite la anulación de su matrimonio? Con seguridad la reprenderá. Además, está Taroo, ese niño a quien dejó y salió corriendo, después de pensarlo mucho. Pero ahora hará que estos viejos se sorprendan. ¡Qué amargo será ver como la alegría que han gozado hasta hoy se convierte en una burbuja de agua! ¿Será mejor que se vaya sin decir nada? Si se regresa, será llamada madre de Taroo y esposa de Harada para siempre. Sus padres están orgullosos de tener por yerno a un alto funcionario. Y ella, haciendo economías en sus gastos, de vez en cuando puede darles a sus padres algo que les agrade comer o hasta un poco de dinero. Aunque, si se divorcia, según es su deseo, pondrá a Taroo en la difícil situación de ser criado por una madrastra, y sus padres, que hasta ahora estaban tan orgullosos de repente se sentirán humillados. Le preocupa también la opinión de la gente y el futuro de su hermano. ¡Ah! a causa de su propio capricho, su hermano también tendrá que renunciar a abrirse camino en la sociedad. ¿Se regresará? ¿Volverá al lado de su esposo, ese demonio? ¿Junto a ese demonio, ese demonio que es su marido? No, no quiere.
En el momento en que se estremece, se tambalea e involuntariamente su cuerpo choca contra el enrejado de la entrada produciendo un ruido.
-¿Quién es? -se oye la voz recia del padre. De seguro piensa que se trata de la diablura de un niño travieso que ha pasado por la calle.
-Papá, soy yo -por fuera ríe alegremente emitiendo una voz ciertamente encantadora.
-¿Eh? ¿Quién es? ¿Quién fue? -pregunta el padre abriendo la puerta corrediza. -¡Ah! Eres tú Seki. ¿Qué te pasa? ¿Qué haces ahí? ¿Por qué has venido tan tarde? Sin un carrito, sin traer a una sirvienta. ¡Vaya! Entra pronto, pasa. Nos sorprendiste, así que nos quedamos perplejos. No es necesario que cierres la puerta, yo lo haré. De todas formas, es mejor que pases hasta el fondo, donde llegan los rayos de luna. Bueno, siéntate en un cojín, sí en un cojín. Ya que el tatami está tan sucio, ya se lo dije al casero, pero dice que por ahora el hombre que los va a cambiar no tiene tiempo. Con toda confianza, tu kimono se va a ensuciar, por eso usa el cojín. ¡Vaya! ¿Por qué saliste tan tarde de casa? ¿Allá todos están bien?
Le da la bienvenida igual que siempre, y eso la hace sentirse sentada sobre una estera de agujas; es doloroso que la trate como a una señora. Aguantándose se traga las lágrimas.
-Sí, todos están bien. Perdónenme, no los había visitado por mucho tiempo. Tú y mamá, ¿están bien?
-Sí, yo ni siquiera un estornudo. Tu mamá, a veces, ya sabes, sufre de una de esas dolencias femeninas, pero también, como es algo que se le pasa completamente con medio día que esté en cama, no hay problema -y suelta una carcajada vigorosa.
-No se lo ve por aquí a Ino, ¿ha salido esta noche a algún sitio? ¿Estudia, como siempre?
-Hace un momento Ino fue a la escuela nocturna. Ese chico también, gracias al cielo, hace poco le han subido el sueldo y su jefe le tiene aprecio, por eso se siente tan tranquilo. En casa, todos los días decimos que esto también se lo debemos al patrocinio del señor Harada. Estoy seguro de que tú no cometes ningún error, pero en adelante haz todo para que el señor Harada esté a gusto. Ino, como sabes, tiene un carácter taciturno y, aunque se encuentre con él, no será capaz de dirigirle más que un sencillo saludo. Por lo tanto, tú como mediadora, transmítele nuestro agradecimiento y haz el favor de pedirle por el futuro de Ino. Ya que ahora estamos justamente en el cambio de estación, el tiempo es malo, pero ¿Taroo sigue tan travieso como siempre? ¿Por qué no lo trajiste esta noche? Su abuelo también lo echa de menos -le dice su mamá con una sonrisa de alegría mientras sirve el té.
De nuevo se siente muy triste.
-Pensé traerlo, pero como es un niño que, apenas oscurece, ya quiere irse a la cama, ya estaba dormido hace mucho. Por eso lo dejé. En verdad, cada día es más travieso y no obedece en absoluto. Si yo salgo, viene tras de mí. Si estamos en casa, sólo quiere estar a mi lado; verdaderamente, necesita tantos cuidados que no sé qué hacer. ¿Por qué será así? -al pronunciar estas palabras, se acuerda de él y las lágrimas se agolpan en su pecho.
Con determinación lo dejó y se vino, pero a estas horas, debe haber despertado y estará llorando pidiendo por su mamá. Ha de estar molestando a las sirvientas, aunque ellas traten de apaciguarlo con una galletita o con una golosina. O tal vez, todas le están tironeando de las manos para lavárselas amenazándolo con el cuento de que un ogro se lo va a comer. ¡Ay! ¡Qué cosa más cruel hizo! Quisiera gritar y llorar, pero sus padres parecen tan contentos, que no puede decírselo. Para disimular las lágrimas con el humo del tabaco, da dos o tres pitadas a la pipa y finge toser, oculta las lágrimas que asoman a sus ojos, limpiándolos con la manga del kimono interior.
-Esta noche corresponde al día 13 del calendario antiguo, es una costumbre anticuada, pero como un remedo de la contemplación de la luna llena preparé unas bolitas de arroz y se las puse como ofrenda. Como a ti te gustan también pensé mandarte algunas por medio de Ino, pero Inosuke francamente, con aire desconcertado me dijo: "No le mandes esas cosas". Además, ya que tampoco te había mandado nada la noche del día 15 pensé que era malo mandártelas sólo hoy, día 13. A pesar de que quería que las probaras, no pude dártelas. Es como un sueño que estés aquí esta noche. De verdad, creo que te transmití mis deseos. En tu casa, has de comer toda clase de delicias, pero algo preparado por una madre, es cosa aparte. Libérate de la apariencia de señora y esta noche vuelve a ser la Seki de antes. No te preocupes por tu apariencia, déjame verte comer lo que te gusta, sojas verdes y castañas. Tu papá y yo siempre decimos que es evidente que tú has ascendido socialmente, y que a los ojos de la gente gozas de una posición excelente pero, al relacionarte con personas de posición alta y señoras de clase y ser llamada la esposa del señor Harada, en ocasiones ha de haber cosas penosas. Ha de ser difícil el trato con las sirvientas y atender a toda la gente que entra y sale de la casa. Las personas que están por encima de los demás sufren muchas dificultades. El hogar de tus padres es así de humilde, por eso me imagino que tienes que ser aún más prudente para que la gente no te menosprecie. Al pensar en todo esto, aunque tanto tu padre como yo, naturalmente, deseamos verles las caras a nuestra hija y a nuestro nieto, nos abstenemos de ir con demasiada frecuencia a visitarte. De hecho, aunque a veces pasamos frente a tu puerta, cuando vamos vestidos con un kimono de algodón y llevamos una sombrilla barata, contemplamos la persiana de bambú de la planta alta que está frente a nuestros ojos y únicamente pensamos: "¡Ah! ¿Qué estará haciendo Seki?" y pasamos de largo. Si por lo menos tu casa paterna fuera un poco más adinerada, te sentirías orgullosa y aun teniendo las mismas dificultades, te sentirías más relajada. Sea como sea, en esta pobre casa, aunque yo me empeñe en darte unas bolitas de arroz para admirar la luna llena, hasta la caja laqueada para presentarlas es tan modesta que es algo digno de vergüenza. En verdad puedo imaginar tu pena.
Está contenta de verla, pero como no puede visitarla como quisiera, se lamenta de su humilde condición social.
-Creo que soy verdaderamente ingrata con mis padres, ciertamente es natural que cuando visto kimono de seda, y uso el jinrikisha de mi marido para salir, me vea estupenda, pero no puedo hacer lo que quiero por papá y por ti. Digamos, sólo es mi apariencia. Más bien, me sentiría mucho mejor si viviera al lado de ustedes aunque tuviera que hacer un trabajo suplementario -empezó a decir.
-Tonta, tonta, no debes decir eso ni en broma. Una mujer que se ha casado no puede pensar ni siquiera en ayudar económicamente a sus padres. Cuando estabas en casa, eras hija de los Saitoo, pero desde que te casaste, eres la señora esposa de Harada, ¿o no? No habrá ningún problema, si mandas dentro de la casa de una forma que le agrade a Isamu, tu marido. Aunque digas que es penoso, puesto que eres una persona con tan buena suerte, de seguro puedes soportar cualquier cosa. Ustedes las mujeres son quejumbrosas, tu madre dice cosas absurdas y me pone en apuros. Ha estado diciendo que te debía las bolitas de arroz, y hoy todo el día ha estado muy enojada. Parece que las hizo con gran entusiasmo. Come bastante y haz que se tranquilice. Han de estar muy buenas -dice su padre con buen humor, lo que de nuevo, le impide hablarles.
Con agradecimiento se sirve las ricas castañas y sojas verdes que le ofrecen.
"Durante los siete años de su matrimonio, hasta ahora nunca había venido tan tarde después del anochecer, nunca había venido sola y sin traernos algún regalo. ¿Serán los nervios? El kimono que viste no parece tan espléndido como siempre. No me di cuenta de eso, por la alegría de ver a mi hija que rara vez viene. Pero no ha traído ni un saludo del yerno. Finge una sonrisa forzada pero en el fondo parece desanimada. Sin duda existe alguna razón" pensó su padre y mirando el reloj que está sobre el escritorio, dice:
-Oye, pronto serán las diez. ¿Está bien que pases aquí la noche? Si vas a regresar a casa es mejor que lo hagas enseguida -insinúa escudriñando el corazón de su hija.
La hija vuelve a levantar la cabeza para ver el rostro de su padre.
-Papá, vine porque quiero pedirte un favor, por favor escúchame -su expresión se vuelve adusta y pone las manos sobre el tatami. En ese momento, por primera vez, las experiencias dolorosas acumuladas se derraman convirtiéndose en llanto.
-Adoptas una actitud ceremoniosa, ¿de qué se trata? -pregunta con aire inquieto y de rodillas avanza hacia su hija.
-Esta noche, salí de la casa de Harada con la determinación de no regresar más. No salí con el permiso de Isamu, dormí al niño, adormecí a Taroo y salí con la decisión de no volver a ver el rostro de ese niño. Engañé y dormí a ese niño, que ignora los cuidados de otra persona que no sea yo. Mientras él sueña, yo me convertí en un demonio y abandoné mi hogar. Papá, mamá, compréndanme por favor. Hasta hoy, yo nunca les he hablado ni una sola vez acerca de Harada. A nadie le he dicho nada sobre Isamu y yo, pero lo he pensado cien veces, mil veces. Durante dos años, tres años no he hecho más que llorar. Finalmente, hoy tomé la firme decisión de pedirte que le solicitaras a mi marido el documento de divorcio. Te lo suplico, consígueme ese papel, por favor. A partir de hoy trabajaré, haré un trabajo suplementario o cualquier cosa, me esforzaré por ser un brazo para Ino, por eso, por favor déjenme aquí como mujer sola toda la vida -se deshizo en llanto, pero trató de contenerse y mordió con fuerza una manga de su kimono interior.
(Sigue)