Noche de plenilunio (2)
Los motivos de bambúes en negro de sus mangas parecen correrse como trazos de pincel con tinta china debido a las lágrimas, y se vuelven de un morado negruzco. Es patético.
-¿Por qué razón? -sus padres la interrogan aproximándose.
-Hasta ahora había guardado silencio. Si ustedes estuvieran presentes durante medio día en nuestra casa, cuando mi marido y yo estamos frente a frente, creo que lo comprenderían. Él me dirige la palabra sólo cuando necesita algo y sólo da órdenes fríamente. A la mañana, al levantarnos, si le pregunto cómo está, no me contesta y desvía la mirada, y de manera poco natural elogia las flores silvestres del jardín. Esto me causa enojo, pero al pensar que se trata de mi esposo, me aguanto. Yo nunca he reñido con él. Sin embargo, desde que desayuna sin cesar me reprocha duramente frente a las criadas, por mi torpeza y por mi mala crianza. Eso, bueno, puedo soportarlo, pero cuando habla me menosprecia diciendo que no soy instruida, que no soy educada. Ciertamente, no soy alguien que haya asistido a una escuela de señoritas aristócratas. Tampoco he aprendido arreglo de flores, la ceremonia del té, ni a cantar, ni a pintar como las esposas de sus colegas, por eso tampoco puedo hablar con él sobre eso. Aunque, si me ve incapaz de desempeñarme en eso, con discreción debería hacer que aprendiera. No debería pregonar públicamente cosas malas de mi casa paterna, de manera que las mujeres del servicio se burlen de mí. Desde que me casé, más o menos durante medio año, me trataba muy bien, "Seki, por acá", "Seki, por allá", pero desde que me embaracé del niño, cambió totalmente. De sólo recordarlo, me horrorizo. Tal parece que me hubieran arrojado a una hondonada tenebrosa, desde entonces no he visto la tibia luz del sol. Al principio pensé que era alguna broma y que a propósito me trataba con dureza. Pero, como si se hubiera hartado de mí, me maltrataba, me vejaba, me atormentaba a más no poder, y yo pensaba "si hago tal cosa ¿se irá de la casa?, si hago aquella otra ¿me pedirá el divorcio?". Papá, mamá, ustedes conocen mi carácter. Aunque mi esposo hubiera enloquecido por una geisha, aunque tuviera una amante, yo no me pondría celosa por algo así. Aunque escucho tales rumores de las criadas, es natural ya que es una persona con un trabajo tan importante. Pienso que por ser hombre, no es raro que tenga una amante. Cuando sale, tengo cuidado con su ropa y procuro que nada vaya contra su voluntad. A pesar de eso, se fastidia con todo lo que yo hago, y hasta sobre las cuestiones cotidianas más insignificantes dice que las cosas dentro del hogar no son agradables porque su mujer hace todo mal. Si por lo menos me dijera qué es lo que está mal, o lo que no le gusta, pero únicamente se mofa diciendo que soy una mujer inútil, insignificante, que no entiendo nada, que no puede consultar nada conmigo. O bien, "te tengo en esta casa como ama para criar a Taroo". En verdad, ese hombre no es mi marido sino un demonio. No me ha dicho que me vaya de la casa con su propia boca, pero yo con esta debilidad de espíritu y cautivada por el encanto de Taroo, me diga lo que me diga no me enfrento a él. Cuando escucho sus reproches, sólo le contesto: "Sí, sí". Entonces, él agrega cosas como: "Ni siquiera reaccionas, eres una apocada, una boba, por eso no me gustas". Sin embargo, si yo le respondiera valientemente con alguna objeción, por pequeña que fuera, lo aprovecharía como pretexto para echarme de la casa, eso es evidente. Mamá, a mí no me importa dejar esa casa y venirme para acá, no creo en absoluto que divorciarme del respetable, sólo de nombre, Harada Isamu, sea algo lamentable. Pero al pensar en que Taroo, quien ignora todo, se quedará sin su madre, me faltan las fuerzas para actuar conforme a mi voluntad. Hasta ahora, le he pedido perdón, lo he halagado, me he humillado ante cosas insignificantes y he soportado sin decir nada. Papá, mamá, soy infeliz -así, dejando aflorar su despecho y su tristeza, relata cosas inimaginables para sus padres.
Ellos intercambian miradas. ¿Será tan mala la relación con su marido? Atónitos, se quedan en silencio durante un rato. La madre por lo general es indulgente con sus hijos, pero cada una de las cosas que ha escuchado cala en su alma y la mortifica:
-No sé qué piense tu padre, pero desde un principio, no fuimos nosotros quienes le pedimos que te tomara por esposa. ¿Cómo se atreve a decir cosas arbitrarias como que eres de extracción humilde y que no fuiste a la escuela? Quizás ese señor lo olvidó, pero yo recuerdo claramente hasta el día. Fue en el Año Nuevo en que tenías 17 años, era la mañana del día siete, aún no habíamos quitado las decoraciones de Año Nuevo. Estabas jugando al volante con la pequeña de la casa vecina, frente a nuestra antigua casa de Sarugakuchoo. El rehilete blanco que lanzó la niña cayó dentro de un jinrikisha que pasaba por allí y donde iba el señor Harada, y tú fuiste a recogerlo. Quedó prendado de ti desde el momento en que te vio por primera vez, y a través de un mediador pidió tu mano insistentemente. No sé cuántas veces lo rechazamos diciendo que nuestra condición social no concordaba con la suya, que tú todavía eras una niña y que no habías aprendido nada para convertirte en ama de casa. Acerca de los preparativos, le dijimos cuál era la situación económica de nuestra familia por lo que no podíamos hacer ningún gasto. Sin embargo él insistió: "No va a tener unos suegros fastidiosos. Puesto que yo la quiero y yo soy quien va a casarse con ella, no es necesario mencionar nada sobre la posición social. Respecto a lo que debe saber para ser ama de casa, puedo hacerla estudiar después de casarnos. Tampoco necesitan preocuparse por eso. De cualquier forma, si me la dan como esposa me ocuparé de ella." Nos apremiaba y aunque no se lo pedimos, él se ocupó hasta de los preparativos. Por decirlo así, tú eres su querida esposa. Si tu papá y yo nos hemos abstenido de visitarte con tanta frecuencia, no es porque temamos a la posición social de Isamu. No te dejamos ir con él como su amante. Fue legítimamente, debidamente. Innumerable número de veces nos envió al intermediario a pedirte y se casó contigo. Somos los padres de la esposa a quien él quería tanto. No tenemos problema en ir a una casa importante, pero allá viven de manera lujosa mientras que aquí vivimos de esta forma humilde. Por eso los demás podrían pensar que vamos a pedirle algo o que estamos recibiendo ayuda de tu esposo, eso sería humillante. Así que, en cuanto al trato formal hacemos todo lo que es conveniente dada su condición social pero, por dignidad, no vamos a la casa de nuestra hija aunque queramos hacerlo. A pesar de eso, ¡qué absurdo! se pone soberbio como si hubiera recogido a una muchacha huérfana. ¿Cómo puede decir que no puedes hacer las cosas? Si te quedas callada su engreimiento no tendrá límites y se convertirá en un vicio. En primer lugar, debilita la autoridad de la esposa frente a las criadas y al final no habrá nadie que te obedezca. Para la educación de Taroo también ¿qué hará si el niño quiere mofarse de su madre? Lo que hay que decir, debes decirlo con firmeza y si tu marido te reprocha diciendo que eso está mal, dile: "Yo también tengo casa." y vente para acá, ¿no crees? Realmente, es absurdo. ¿Por qué guardaste silencio hasta ahora ante algo así. Eres demasiado dócil, por eso empeoró su egoísmo. Sólo de escucharte, me enojo. Ya no es necesario que tengas tantas reservas. ¡Qué importa cuál sea su posición social! Tú tienes padre y madre. Aunque todavía no es un adulto, tienes un hermano menor de nombre Inosuke, por lo que no hay necesidad de que te quedes inmóvil en medio de ese fuego. ¿Verdad? -dirigiéndose al padre- ¿no crees que deberías ver a Isamu e interrogarlo severamente? -sugiere su madre enloquecida por la indignación.
Su padre, desde hace un rato, cruzado de brazos, mantiene los ojos cerrados:
-Oye, no debes decir disparates -reprende a la madre-. También yo, que es la primera vez que escucho esto, estoy meditando acerca de qué hacer. Tomando en cuenta el carácter de Seki, no le ha de ser fácil expresar estas cosas. Al parecer se salió de su casa porque le debe haber sido muy difícil de tolerar. A propósito, ¿tu marido no está en casa esta noche? ¿Sucedió algo excepcional? ¿Finalmente te pidió que se divorciaran? -le pregunta a su hija con calma.
-Mi marido no ha vuelto a casa desde anteayer. Es común que se ausente de casa durante cinco o seis días. No creo que sea algo tan raro. Pero al irse, me dijo que no había combinado bien los colores de las prendas con su kimono y no importó lo mucho que me disculpara, que no me escuchó. Se desvistió, arrojó el kimono y él mismo se vistió con ropa occidental. "Estoy seguro que no hay nadie más infeliz que yo, con una mujer como tú ¿qué puedo esperar?", diciendo esto se marchó. No sé qué decir. Los trescientos sesenta y cinco días del año no abre la boca y cuando dice algo, es para reprocharme con palabras crueles. Y así, ¿será que quiero ser llamada esposa del señor Harada?, ¿o decir que soy la madre de Taroo como si no hubiera pasado nada? Yo misma me desconozco ya paciencia. Ya, ya, ya no tengo ni marido ni hijo. Si pienso en los tiempos en que aún no estaba casada, todo está bien. Yo, que decidí dejar a Taroo, ese niño tierno, que no comprende nada todavía, mientras lo veía dormir, ya no puedo volver nunca al lado de Isamu. Se dice que los niños se crían aunque no tengan padres, es mejor que lo críe alguien a quien su padre quiera, ya sea una madrastra o su amante, en lugar de una madre desventurada como yo. En ese caso, su padre también lo mimará y en el futuro eso será bueno para él. Esta noche todo se ha terminado, no volveré allá, pase lo que pase -les ha dicho esto resueltamente, pero aunque lo intente, acabar con el amor hacia un hijo es imposible, y esto hace que su voz tiemble.
-Es natural. Has de sentirte incómoda. ¡Es un problema serio! -dice su padre suspirando. Durante un rato contempló la cara de Seki, pero al ver su aspecto, su peinado de mujer casada, la base de su cabello enrollada con un aro de oro y llevando con naturalidad un haori de crepé de seda negra, pensó: "es mi hija, pero no sé en que momento ha adquirido el aire de toda una dama. Hacerse cambiar este peinado por otro más vulgar, que vista con una librea de algodón de tela ordinaria, ponerse un cordón para plegar las mangas, hacerla cocinar y lavar ¿cómo podría yo resistirlo? Además, también está Taroo. Por un momento de furia, perder la felicidad de cien años, convertirse en objeto de burla; si vuelve a su antigua condición de hija de Saitoo Kazue, haga lo que haga nunca volverá a ser llamada la madre de Harada Taroo. Aunque no sienta mucha pena por el marido, no puede acabar con el amor hacia su hijo, por eso si se separan, sufriría más. Y quizás añorará su sufrimiento actual. Fue mala suerte que haya nacido tan linda. ¡Qué tanto sufra por haberse unido en matrimonio con alguien de diferente clase social!" El sentimiento de compasión era muy poderoso, pero prosiguió: -No, Seki, si te digo esto, es probable que pienses que tu padre es despiadado y que no te comprende. De ninguna forma te voy a reprochar, pero si las posiciones sociales no coinciden, es natural que también haya diferencias en lo que se piensa. Aunque una esté dedicada al otro con sinceridad, según la forma en que se interprete, es probable que se vea como una cosa fastidiosa. Isamu, como lo sabemos, comprende la razón de las cosas, es un hombre inteligente y también muy erudito. No creo que te maltrate sin ton ni son. Sin embargo, los hombres que son elogiados por su capacidad suelen ser terriblemente caprichosos. Fuera de casa, aunque haya cosas desagradables las pasan por alto y manejan todo muy bien. Pero cuando regresan a casa, llevan consigo hasta los refunfuños de su trabajo y se desahogan en su hogar. Imagino que la persona en quien descargan sus problemas debe sufrir bastante. Sin embargo, ése es el deber de una mujer con un marido de tan alto rango. Tiene una categoría diferente de la de un empleado de ayuntamiento que lleva a la oficina su almuerzo y mantiene a su familia. Por esa razón, tal vez sea exigente, irascible, pero el papel de la esposa es ir arreglando eso para que se sienta de buen humor. Quizás no se vea en la superficie, pero no todas las mujeres a quienes el mundo llama señoras han de tener una relación alegre y feliz con su marido. Como cada una piensa que es la única que sufre por estos problemas, entonces surge el resentimiento. Su función es aguantar las cosas difíciles. Especialmente, en tu caso, como hay esta diferencia de clases, es lógico que tu sufrimiento sea doble. Tu madre habla sin reflexionar en su propia condición social. También el sueldo mensual que ahora gana Ino, a fin de cuentas, ¿no es gracias a la mediación del señor Harada? No le debemos uno, sino muchos favores, aunque sea de manera indirecta; no podemos negar que hemos recibido su benevolencia. Por eso, aunque sea doloroso, por tus padres, por tu hermano y ya que tienes a ese niño, Taroo, si has podido tener paciencia hasta ahora, debes poder tenerla también de ahora en adelante. Una vez que tomes la carta de divorcio y salgas de tu casa, en ese momento, Taroo será hijo sólo de Harada y tú volverás a ser la hija de los Saitoo. Una vez que se rompan esos lazos, nunca más podrás ir a verlo. Si se trata de llorar por ser infeliz, llora, llora a mares como esposa de Harada. Mira, Seki, ¿no te parece que así es? Si te convences guarda todo en tu corazón y como si nada hubiera pasado, regresa a casa esta noche. Por favor, guarda silencio y sigue viviendo como hasta ahora. Aunque tú no lo menciones, tus padres y tu hermano te comprendemos. Cuando llores, recuerda que nosotros también lloramos por ti -su padre la persuade y se seca las lágrimas.
-Hablar de divorcio fue un capricho mío -dice Seki deshecha en llanto- entiendo, si me separara de Taroo y no pudiera volver a ver a su cara no merecería la pena vivir en este mundo. Huir simplemente del sufrimiento que tengo frente a mí, no conduce a nada. De verdad, si pienso que estoy muerta, todo a mi alrededor será tranquilidad y paz. Pase lo que pase, ese niño será criado por sus dos padres. A pesar de eso, se me ocurrió algo absurdo y hasta a ti, padre, te hice oír cosas desagradables. Esta noche será la última, yo desapareceré y sólo mi espíritu cuidará de ese niño. Pensando esto, puedo soportar aun durante cien años, algo tan insignificante como el trato de mi marido. Tus palabras me han persuadido. Ya no hablaré más de estas cosas, así es que no se preocupen -dice secándose las lágrimas, pero desde el fondo brotan de nuevo.
-¡Qué desdichada es mi hija! -es la voz de su madre que otra vez llora desconsoladamente por un algún tiempo.
En ese momento, la luna sin rastro de nubes también se ve triste. El hermano Ino ha cortado un manojo de espigas silvestres que crecen en la ribera, atrás de la casa, y están puestas en un florero. Las espigas se mecen como si llamaran a alguien con la mano. Esta es una noche de melancolía.
La casa familiar está ubicada en Shinzakashita en Ueno, es el camino que conduce a Surugadai. La oscuridad bajo los árboles del frondoso bosque es triste, pero esta noche la luna brilla esplendorosamente. Si se sale a la avenida Hirokooji estará tan animada como si fuera de día. Puesto que en esta casa no se utiliza habitualmente una base de jinrikisha, llaman desde la ventana a uno que pasa por enfrente.
-En todo caso, si te has convencido, regresa a casa. Saliste de allí sin avisar, durante la ausencia de tu marido. Si te recrimina por esto, no tendrás palabras para justificarte. Aunque es un poco tarde, en carrito llegarás muy pronto. Otro día iré a hablar contigo. Ante todo, esta noche vuelve a casa -la toma de la mano y la conduce hacia afuera, esto también es el corazón piadoso de un padre que trata de evitar que las cosas se compliquen con esa salida.
Seki, con resignación, se muestra decidida:
-Papá, mamá, lo de esta noche no se volverá a repetir. Una vez en casa volveré a ser la esposa de Harada. Siento haber hablado mal de mi esposo, y por eso ya no lo haré más. Me casé con un marido excelente, así también seré un buen apoyo para mi hermano, por lo tanto, tranquilícense y pónganse contentos. Yo no deseo nada más que eso. Nunca más, nunca tendré ideas insensatas, así que tampoco deben preocuparse por eso. Desde esta noche pensaré que mi cuerpo pertenece a Isamu y no me importará lo que él me haga según sus deseos. Entonces, me voy. Cuando regrese Ino, denle mis saludos. Papá, mamá, que estén bien. La próxima vez vendré sonriente -con estas palabras se puso de pie resignada.
Su madre salió trayendo su monedero con algo de dinero y preguntó al cochero que estaba esperando frente a la casa.
-¿Cuánto cobra por ir hasta Surugadai?
-Mamá, eso yo lo pago, gracias -se despide con formalidad y sale por la puerta de rejilla. Se cubre la cara con la manga para ocultar las lágrimas y sube al carrito. ¡Qué tristeza!
Dentro de la casa, su padre se aclara la garganta, pero ese carraspeo también está enturbiado por la emoción.
(Sigue)