El ahogado avaro
Un hombre rico y muy avaro (sin duda, la avaricia era la razón de su riqueza) se cayó un día a un río. La corriente lo arrastraba, no sabía nadar y algunas personas corrían por la orilla gritándole:
-¡Danos la mano! ¡Danos la mano!
Pero el hombre no tendía la mano y se dejaba llevar.
Se cuenta que fue Nasrudin quien, en el último momento, le salvó la vida porque se acercó al agua del río y gritó:
-¡Cógeme la mano! ¡Cógeme la mano!