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domingo, 6 de octubre de 2013

Pino Canario




-¿Sabéis una cosa? ¡Estamos equivocados! -exclamó George.- No debemos pensar en lo que podríamos llevar sino en lo que necesitaremos...
De vez en cuando, nuestro buen amigo George tiene rachas de inteligencia y sentido común realmente sorprendentes; a esto llamo poseer la perfecta sabiduría, y no precisamente por la excursión que nos ocupa, sino por lo que se refiere al viaje por el río de la vida.
¡Cuánta gente carga su barca, poniéndola en peligro de volcar, con una serie de cosas absurdas que consideran necesarias al placer y comodidad del viaje y que, en realidad, sólo son lastres inútiles! ¡Cómo amontonan, casi hasta cubrir los mástiles, elegantes trajes y grandes cajas, criados inútiles, colecciones de "amigos" -personajes vestidos a la última moda- que no tienen el menor afecto por su anfitrión, que a su vez les paga con la misma moneda!; con aburridas fiestas, en las que nadie se divierte, con etiquetas y modas con pretensiones y ridícula ostentación y con el temor al qué dirán -¡el más pesado y absurdo de todos los lastres!- con placeres enervantes y múltiples vaciedades que, semejantes a la corona de hierro llevada por los criminales de la Edad Media, oprimen la doliente cabeza de quien los posee.
¡Todo es lastre, hombre, todo es lastre! Échalo por la borda, sin contemplaciones, alegremente. Eso es lo que hace la barca tan dura de maniobrar, lo que puede llegar a hacerte desfallecer bajo la enorme tensión nerviosa de patronearla tan cargada. Eso es lo que convierte tu travesía en algo infinitamente peligroso, que no te permite un momento de despreocupación ni te da tiempo para contemplar las nubes que juegan en el cielo, ni los resplandecientes rayos de sol que irisan los remolinos de los riachuelos, ni como los grandes árboles, que crecen en ambas orillas, se miran en las claras aguas, ni admirar los bosques con sus sinfonías de verdes y dorados, ni los lirios, vestidos de blanco y amarillo, ni los junquillos y las orquídeas salvajes ni los azules nomeolvides. ¡Echa todo eso, por la borda hombrecito! Que tu barca de la vida vaya ligera, cargada sólo con lo necesario: un hogar plácido y sencillos placeres, uno o dos amigos dignos de ese nombre, alguien que te quiera y a quien querer, un gato, un perro y unas pipas, lo suficiente para comer y cubrirte y un poquitín más de lo suficiente para beber -¡la sed suele ser peligrosa!- De esa manera te será más fácil gobernar tu barca, no tendrás tantos riesgos de volcar y, si así fuera, tampoco tendría gran importancia; la mercancía de calidad no se encoge con la humedad. Tendrás tiempo de soñar y trabajar, de contemplar la luminosa claridad de la vida y escuchar la música eolia que las manos del Creador tañen con las cuerdas de los corazones de los hombres; podrás... ¡Perdón, perdón, me olvidaba...!
Jerome K. Jerome - Tres hombres en una barca
Marcapaginasporuntubo dedica esta entrada a María Rosa Bordón