Blogs que sigo

jueves, 30 de mayo de 2019

MNAC - Gala - Dalí




Sátiras (2)

Aunque la señora vaya entre perlas y esmeraldas,
no tiene el muslo más tierno o la pierna más recta que
tú, Cerinto; y muy a menudo la prostituta está mejor.
Con la ventaja de que ofrece mercancía sin aderezo, 
enseña sin tapujos lo que tiene a la venta y presume de
sus virtudes en público, sin querer ocultar sus defectos.
Los reyes suelen, cuando compran caballos,
examinarlos tapados, no sea que, como de costumbre, 
planta bonita apoyada en blanda pezuña deje al comprador 
pasmado por su bella grupa, breve cabeza, erguida cerviz.
***
«Mi amor es igual: 
sobrevuela lo asequible y persigue lo que huye»
***
Puesto que
nos movemos en un tipo de vida en que la envidia
es afilada y el delito es el que manda: en vez de muy
sensato y nada incauto le llamamos hipócrita y astuto.
***
Nadie nace sin defectos: es el mejor quien los 
tiene menores. 
***
Justo es que
quien pide venia para sus pecados, la dé a su vez.
***
Ya antes de Hélena la más terrible causa de
guerra fue el coño. 
***
Debes reconocer que se inventó la ley por miedo a la
injusticia.
***
Quien despelleja al amigo ausente, 
quien no le defiende del ataque de otro, quien busca 
las risas desmedidas de la gente y fama de ocurrente, 
quien se inventa lo que no ha visto, quien no sabe 
guardar un secreto, es un truhán.
***
Aquí yo, tonto entre los tontos, espero a una moza mendaz 
hasta la media noche; sin embargo, me llevó el sueño
dispuesto para Venus y obscenas fantasías oníricas
en decúbito supino me manchan el pijama y la tripa.

Horacio

martes, 28 de mayo de 2019

Productes singulars del Pla de l'Estany




Sátiras (1)

Tu era habrá trillado cien mil fanegas de trigo,
no por eso en tu vientre cabrá más que en el mío, como
si acaso llevaras, cual joven esclavo, la cesta del pan
a tus cargadas espaldas, no por ello recibirías más que 
quien nada llevó. 
*** 
Y buena parte de los humanos por codicia cae en error. 
«Nada es bastante», dice, «que tanto tienes, tanto vales.» 
***
«El pueblo me silba, pero yo me
aplaudo en casa, mientras admiro mis dineros en el arca.»
***
Tántalo sediento intenta alcanzar los ríos que huyen 
de su boca. ¿De qué te ríes? Mudando el nombre, de ti 
habla la historia: amontonas de todas partes alforjas 
sobre las que duermes con ansia y te fuerzas a respetarlas, 
como si fueran sagradas o gozaras de cuadros de arte. 
¿Es que no sabes para qué vale el dinero, qué uso ofrece? 
Cómprese pan, verdura, un cuartillo de vino; añade 
lo que hace daño a la naturaleza humana si se le niega. 
¿Aprovecha estar exánime de no dormir por miedo, 
temer noches y días a malignos ladrones, incendios, 
que los esclavos te saqueen y escapen? De estos 
bienes yo siempre elegiría ser el más pobre.
***
De ahí que raramente podamos hallar 
quien diga que ha vivido feliz y, al acabar el tiempo 
de su vida, se vaya contento cual comensal saciado.
***
Por evitar unos vicios los tontos caen en los contrarios. 
***
Perder la buena fama,
enlodar la hacienda paterna es malo en todo caso. ¿Qué
más da si pecas con matrona o con esclava entogada?

Horacio

domingo, 26 de mayo de 2019

Sant Jordi - 2016 - Mollet del Vallés




Historia (7)

119. Pues de este pozo se obtienen asfalto, sal y aceite por el procedimiento siguiente: como si se tratara de un pozo de garrucha, con la ayuda de un cigoñal que en vez de un cubo lleva adosado medio odre, se eleva el líquido y se echa en una cisterna, desde la que, todavía fluido, se vierte a otro depósito, donde sus tres componentes se separan. El asfalto y la sal se solidifican inmediatamente, y el aceite... Los persas lo llaman radinake, es negro y huele muy fuerte.

10. En efecto, la calumnia es lo peor que existe, en ella hay dos sinvergüenzas y un perjudicado. El primero comete una falta porque acusa a un ausente, y el segundo la comete también porque juzga sin haber averiguado puntualmente la verdad. El ausente resulta ofendido por los dos porque uno lo calumnia y el otro, por culpa del primero, piensa mal de él.

56. Así que Jerjes hubo pasado a Europa contemplaba su ejército, que había pasado a latigazo limpio. El ejército pasó en siete días y siete noches y sin descansar en absoluto. Y cuentan que un habitante del país del Helesponto, cuando Jerjes ya estaba en el otro lado, dijo: «¡Zeus! ¿por qué vienes bajo la figura de un persa, cambiando tu nombre de Zeus por el de Jerjes, para esclavizar Grecia, y llevas contigo a todo el mundo? También sin esto podrías hacerlo.»

152. Yo sólo sé que, si todos los hombres juntaran sus males para cambiarlos con los de los vecinos, cada uno, tras examinar las desgracias del prójimo, se llevaría consigo las mismas desgracias que hubiera traído. Por consiguiente, la conducta de los argivos no fue la más vil. Pero mi deber es informar de todo lo que oigo, no, por cierto, dar crédito a todo lo que expongo. Lo cual es válido para toda mi obra histórica. 

226. Un traquinio le había señalado que cuando los bárbaros disparaban sus tiros la nube de flechas ocultaba el sol. ¡Tan enorme era su número! Lo cual no asustó en absoluto a Diéneces, se despreocupó de la masa enorme de medos y aseguró que el huésped traquinio les decía algo excelente, porque así la lucha transcurriría a la sombra y no a pleno sol, ya que los medos lo ocultarían. 

228. En honor de aquellos que fueron enterrados en el mismo sitio donde murieron y de los que habían muerto anteriormente, antes de que se fueran, despedidos por Leónidas, se labró allí una inscripción que rezaba así:
Aquí un día lucharon contra tres millones cuatro mil hombres llegados del Peloponeso.

Heródoto

viernes, 24 de mayo de 2019

Jump The Gap



Historia (6)                                                                                                                                                                                                              183. En estas tierras de los garamantes nacen los bueyes que pacen retrocediendo; el motivo de ello es el siguiente: tienen los cuernos curvados hacia delante. Y por eso pacen retrocediendo, porque son incapaces de hacerlo avanzando, ya que en tal caso, los cuernos se les clavarían, por delante, en el suelo.                                                                                                                                                                          196. Los cartagineses cuentan también lo siguiente: a poniente de Libia hay aún un país habitado por hombres, que está más allá de las Columnas de Heracles. Cuando ellos llegan allí descargan sus mercancías y las colocan alineadas en la playa. Luego regresan a sus naves y encienden fuegos que despiden mucha humareda. Cuando los nativos advierten el humo, se llegan hasta el mar. Colocan oro al lado de las mercancías y se alejan mucho de ellas. Los cartagineses acuden allí desde sus naves y observan. Si el oro les parece corresponder al valor de las mercancías, lo toman y se van; de lo contrario, suben otra vez a sus naves y esperan. Los nativos se acercan y añaden más oro, hasta que parezca suficiente. Ninguna de las partes comete injusticia: ni los cartagineses tocan el oro antes de que los nativos hayan llegado al valor de las mercancías, ni los nativos tocan las mercancías antes de que los otros hayan retirado el oro.

78. Los atenienses, pues, aumentaban su fuerza. Se demuestra que la libertad de palabra, no sólo desde un punto de vista, sino de todos, es algo valioso y bello, pues cuando los atenienses tenían tiranos no fueron superiores en la guerra ni a uno solo de sus vecinos; ahora que se vieron libres de tiranos, fueron con mucho los primeros. Ello demuestra que, cuando estaban sometidos, eran cobardes intencionadamente porque trabajaban para un señor: pero, cuando quedaron libres, cada uno se afanaba en realizar obras en beneficio propio.

92. Llegado a tirano, Cípselo fue un hombre así: persiguió a muchos corintios, robó a muchos sus haciendas, y a la gran mayoría de éstos también sus vidas.
Gobernó durante treinta años y tejió bien el tapiz de su vida; en la tiranía lo sucedió su hijo Periandro. Este al principio fue más benigno que su padre, pero más tarde, cuando por medio de mensajeros entró en tratos con Trasibulo, el tirano de Mileto, se tornó mucho más sanguinario que su padre. Resulta que envió un heraldo a Trasibulo con esta consulta: de qué manera podría administrar más firmemente las cosas y regir óptimamente su ciudad. Trasibulo hizo salir, con él, al enviado de Periandro fuera de la ciudad, entró en un trigal sembrado y lo iba hollando mientras preguntaba al heraldo por el motivo y la ocasión de su llegada desde Corinto, y siempre le iba repitiendo la misma pregunta. Y estando en ello, si veía una espiga que sobresalía de las otras, la cortaba, y luego la echaba al suelo, hasta que de esta manera hubo devastado el trozo más bello y tupido del trigal. Luego que hubo pateado todo el campo despidió al heraldo sin decirle ni una sola palabra de consejo. Cuando el heraldo llegó a Corinto, Periandro ya estaba ansioso por saber el consejo.
Pero el heraldo le dijo que Trasibulo no le había aconsejado nada, y que se había extrañado de él por la clase de hombre con quien lo había enviado; imaginaba que se trataba de un loco que perjudicaba a su propia causa. Pero le explicó lo que había visto de Trasibulo.
Pero Periandro entendió lo que Trasibulo había hecho, y se percató de que le sugería asesinar a los más destacados de los ciudadanos. Y aquí mostró claramente las peores maldades contra los ciudadanos. Lo que Cípselo había omitido en sus persecuciones y en sus matanzas, Periandro lo liquidó por completo. 

Heródoto

miércoles, 22 de mayo de 2019

Thyssen - Beckmann



Historia (5)

126. Los sacerdotes me contaron que Quéops en su maldad fue tan allá que necesitó dinero e instaló a su hija en un burdel e hizo que ella le proporcionara tanto dinero como le fuera posible. Sin embargo, no me dijeron la suma recaudada. La hija facilitó a su padre el dinero que éste necesitaba: fue idea suya personal dejar allí recuerdo de ella. Y pidió a todos los que acudían como clientes que le regalaran una piedra para estas obras. Y me aclararon que con estas piedras se levantó la pirámide que está en medio de las tres, ante la gran pirámide; cada lado de esta pirámide tiene unas dimensiones de un pletro y medio.

99. Pero otros indios, que viven más hacia oriente, son nómadas. Comen carne cruda, se llaman los padeos. Se dice de ellos que tienen estas costumbres: matan a sus conciudadanos, tanto si son hombres como mujeres, cuando éstos caen enfermos. Los hombres que normalmente tratan más al que ha caído enfermo lo matan. Dicen que si la enfermedad le devora, sus carnes se echan a perder. Incluso si el afectado niega estar enfermo, le matan sin piedad, y se dan un banquete. En el caso de que la enfermedad afecte a una mujer, las mujeres más allegadas a ella hacen lo mismo que los hombres. Desde luego, sacrifican y devoran a los que llegan a envejecer. Naturalmente, son pocos los que llegan a viejos, pues se adelantan a matar a cualquiera que les caiga enfermo.

42. Yo me maravillo de que se distingan tres partes de la tierra, Libia, Asia y Europa: sus extensiones son distintas. Europa es tan larga como las otras dos juntas, y es evidente que en cuanto a anchura éstas son todavía menos comparables con Europa. Libia está en todo su perímetro rodeada de mar, exceptuando, naturalmente, aquella parte en la que toca Asia. Por lo que sabemos, el rey Neco de Egipto fue el primero que lo demostró, pues cuando detuvo la excavación de aquel canal que debía abrirse desde el río Nilo hasta el golfo Arábigo, envió una flota de fenicios con el encargo de que se hicieran con las Columnas de Heracles, o sea, de regresar a Egipto a través del mar Mediterráneo. Los fenicios navegaron por el mar Rojo en dirección sur. Cuando llegó el otoño desembarcaron, cultivaron las tierras en el lugar de Libia en que precisamente se encontraban y esperaron la época de la cosecha. Una vez realizada ésta prosiguieron su navegación. Navegaron durante dos años y en el tercero doblaron desde las Columnas de Heracles hacia el sur y llegaron a Egipto. Narraron (lo que yo no creo, pero quizás a alguien le resulte creíble) que durante la circunvalación habían tenido el sol a la derecha.

43. Así se exploró por primera vez esta ruta, y posteriormente los cartagineses la confirmaron. Sataspes, es bien cierto, un hombre aqueménida hijo de Teaspis, no dio navegando la vuelta a Libia, que era precisamente el fin a que le habían enviado: le asustaron la gran duración del viaje y el desierto, y dio marcha atrás, sin llevar a buen término la hazaña que le había encargado su madre. Ocurrió que había seducido a una doncella hija de Zópiro, hijo éste de Megabizo. Por este delito, el rey Jerjes iba a mandar que le empalaran, pero la madre de Sataspes, hermana de Darío, solicitó gracia para él, asegurando que ella misma le impondría un castigo más duro que el del rey: le haría circunnavegar Libia, y en esta circunvalación llegar hasta el golfo Arábigo. Jerjes accedió con esta condición, y Sataspes llegó a Egipto. Luego que allí fletó una nave con su tripulación, desde Egipto se hizo a la mar en dirección a las Columnas de Heracles. Cuando las hubo rebasado y hubo doblado el cabo de Libia llamado Solunte navegó hacia el sur. Durante muchos meses recorrió un gran espacio de mar, pero al cabo dio la vuelta, porque la empresa le exigía un recorrido cada vez más largo. Y regresó a Egipto. Cuando llegó a presencia del rey Jerjes le dio su información, le explicó que en el punto más lejano de su viaje había costeado el país de unos hombres enanos cuyos vestidos estaban confeccionados con hojas de palmera. Y así que con su nave llegaron a la playa, estos hombres abandonaron su ciudad y huyeron a los montes. Y ellos cuando entraron allí no les causaron ningún daño, sólo se quedaron con unas ovejas. Y alegó este motivo como causa de no haber circunvalado totalmente Libia: su nave ya no podía en modo alguno seguir adelante, sino que les quedaba retenida. Jerjes no creyó que le dijera la verdad, y, puesto que no había realizado la misión encomendada, lo mandó empalar, y con ello revalidó el primer castigo.

Heródoto

lunes, 20 de mayo de 2019

Col·leccionisme de Tardor




Historia (4)

95. Contra los mosquitos, que allí los hay en gran número, han ideado lo siguiente: a aquellos que viven más allá de los pantanos les son útiles las torres, a las cuales suben para dormir. Pues a causa de los vientos, los mosquitos no pueden volar alto. Los que viven en la misma región de los pantanos, han ideado lo siguiente como sustitución de las torres: cada uno de ellos dispone de una gran red, con la cual durante el día pesca peces. Por la noche usa de ella así: la coloca de modo que envuelva la cama en que él descansa, se escurre por debajo de la red y duerme envuelto de esta manera. Si uno duerme arropado por su vestido o por una sábana los mosquitos le pican a través de la tela; a través de la red, ni siquiera lo intentan.

97. Pero cuando el Nilo inunda el país solo las ciudades sobresalen del agua, muy parecidas a las islas del mar Egeo. Pues el resto del país de Egipto se convierte en mar y sólo las ciudades emergen de él.

111. Me contaron los sacerdotes que a la muerte de Sesostris heredó el reino su hijo Ferón, de quien no se puede señalar ninguna campaña militar, pues, explican, le ocurrió que perdió la vista por el siguiente motivo: la corriente del río había crecido de una manera realmente exorbitante, dieciocho codos, e inundó los cultivos. Sopló el viento y el río levantó oleaje. Y dicen que este rey, presa de un ataque de locura, tomó una lanza y la arrojó contra los remolinos del río. E inmediatamente enfermó de los ojos y quedó ciego. Llevaba ya diez años de ceguera, y en el onceno le llegó un oráculo procedente de la ciudad de Buto: para él el tiempo del castigo ya había transcurrido y recobraría la vista cuando se hubiera lavado los ojos con la orina de una mujer que hubiera tenido comercio sexual sólo con su marido, y que no hubiera tenido experiencias con ningún otro hombre. Y la primera prueba él la hizo con su propia mujer. Luego, como no recuperó la vista, fue probando sucesivamente. 

121. Este rey gozó de riquezas inmensas en dinero; de los reyes que le sucedieron ninguno logró superarle, ni tan siquiera acercársele. Pero él deseó poner sus riquezas a buen recaudo. Para ello mandó construir un edificio de piedra, una de cuyas paredes estaba pegada a la parte exterior de su palacio. Sin embargo, el constructor, de manera muy astuta, ideó lo que sigue: de las piedras, dispuso una que pudiera ser removida sin esfuerzo del muro por dos hombres, e incluso por uno. Listo ya el edificio, el rey amontonó en él sus riquezas. Al cabo de un tiempo, el constructor, que estaba ya en las postrimerías de su vida, llamó a dos hijos que tenía y les explicó que durante la construcción de la cámara del tesoro real había tenido providencia de ellos, para que siempre dispusieran abundantemente de medios de vida. Después de haberles explicado con detalle lo que tenía que ver con la remoción de la piedra, les indicó la situación de ésta. Y añadió que, si guardaban el secreto, los administradores de las riquezas del rey serían ellos. Tras la muerte del constructor sus hijos no difirieron mucho la cosa, sino que se pusieron manos a la obra. Se aproximaron de noche al palacio real, localizaron la piedra en el edificio, la removieron con suma facilidad y se llevaron de allí muchos tesoros.
Cuando el rey, casualmente, abrió la cámara, advirtió que en los vasos faltaba algo de sus tesoros. Pero no podía inculpar a nadie, pues los sellos estaban intactos y el edificio estaba totalmente cerrado. Pero abrió el edificio por segunda y por tercera vez, y vio que sus tesoros cada vez disminuían, porque los ladrones no habían cesado de robar. De modo que hizo lo siguiente: mandó disponer unos cepos y colocarlos alrededor de los vasos que contenían los tesoros. Cuando los ladrones, igual que en las noches anteriores, se llegaron y uno de los dos se escurrió dentro y se encaminaba derecho hacia la vasija, cayó en el cepo. Cuando advirtió el enorme infortunio que se le echaba encima, llamó inmediatamente a su hermano, le explicó su situación y le exigió que se metiera dentro lo más pronto posible y que le cortara la cabeza, para evitar que él mismo, si era visto y reconocido, le aniquilara al propio tiempo que a él, a su hermano. Este encontró que su hermano tenía razón, le hizo caso y le obedeció. Luego repuso la piedra y regresó a su casa con la cabeza de su hermano.
Al día siguiente, al rayar el alba, el rey entró en el edificio y se llevó un gran susto cuando vio en el cepo al cuerpo descabezado del ladrón y el edificio intacto, pues no tenía ni entrada ni salida. En su perplejidad, he aquí lo que hizo: mandó colgar en el muro el cuerpo del ladrón y puso allí guardianes con la orden de detener y de conducir a su presencia a cualquiera que vieran llorar o lamentarse en alta voz. Cuando el cadáver ya colgaba de allí, su madre lo aguantó muy mal y encargó al hijo superviviente que, fuere como fuere, se las ingeniara para bajar de allí el cuerpo de su hermano y llevárselo a ella. Le amenazó con que si no lo hacía acudiría al rey y le denunciaría que era él quien retenía sus tesoros.
La madre, pues, estaba hecha un basilisco y él no lograba, a pesar de sus muchas palabras, hacerla cambiar de parecer, por lo que ideó lo que sigue: se procuró una reata de asnos, llenó de vino unos odres y los cargó sobre los asnos, a los que arreó adelante. Cuando llegó a las proximidades del lugar de los guardianes, tiró de dos o tres de los odres, que estaban atados unos a otros, para que el vino se derramara. El vino corrió y él empezó a darse puñadas en la cabeza y a pegar grandes gritos, como si de verdad no supiera a cuál de los asnos debía dirigirse primero. Cuando los guardianes vieron derramarse aquella gran cantidad de vino corrieron todos a la par hacia el camino, cada uno con un jarro y recogieron el vino que se vertía. El hermano fingió cólera y los increpó duramente, pero cuando los guardianes le consolaron él simuló dejarse apaciguar y desdecirse de su enfado. Acabó por empujar él mismo a los asnos fuera del camino y los cargó de nuevo. Pero intercambió más palabras con los custodios y alguno se chanceó de él y le hizo reír. Y él les regaló un odre, los guardianes se reclinaron en aquel lugar tal como estaban, pensando sólo en beber, y le tomaron a él como un compañero más: le invitaron a que se quedara con ellos y bebiera. Él les hizo caso y se quedó allí. Desde entonces le trataron cordialmente, y él les regaló un segundo odre. Con tal exceso de bebida los guardianes se embriagaron como cepas, y vencidos por el vino se quedaron dormidos en el mismo lugar donde habían bebido. El hermano, entrada la noche, desató el cuerpo de su hermano, y para burlarse de tales vigías les rasuró a todos las mejillas derechas. Cargó el cadáver sobre los asnos y se fue a su casa a toda prisa: había hecho todo esto para complacer a su madre.
Dicen que cuando informaron al rey de que el cadáver del ladrón había sido robado, él se llevó un gran disgusto y quiso descubrir a todo trance la identidad del ladrón; cuentan que hizo algo que yo no puedo llegar a creer: que mandó a su propia hija establecerse en una mancebía con el encargo de acoger por igual a todos los clientes, pero que antes de llegar al comercio carnal les forzara a explicarle qué era lo más astuto y lo más impío que habían realizado en su vida. Y si alguien eventualmente le explicaba lo del ladrón, que a éste le retuviera y que no le dejara irse. Dicen que cuando la hija cumplía las órdenes de su padre, el ladrón llegó a averiguar la trastienda de aquella actuación. Quiso superar al rey en astucia y he aquí lo que urdió: cortó por el hombro el brazo de un hombre que acababa de morir y ocultándolo debajo de su vestido entró en la celda de la hija del rey. Esta le preguntó lo mismo que a los demás, y él le contestó que lo más impío que había hecho fue cortar la cabeza de su hermano cuando éste se había introducido en la cámara del tesoro del rey y le había atrapado el cepo; lo más astuto era que había emborrachado a los guardianes y que había liberado el cadáver de su hermano. Al oír esto, la hija del rey le sujetó, pero, amparado por la oscuridad, el ladrón le había alargado a ella la mano del cadáver, de modo que se deshizo de la muchacha y huyó por la puerta.
De lo cual el rey fue avisado, y quedó pasmado de la audacia y de la perspicacia de aquel individuo. Y acabó mandando emisarios a todas las ciudades, para que proclamaran que le ofrecía impunidad y que le prometía grandes dones si comparecía ante él. Y el ladrón le dio crédito y acudió a verle. Rampsinito le admiró extraordinariamente y le concedió la mano de su hija porque, decía, él era el más taimado de todos los hombres. Porque los egipcios eran superiores a los demás, pero él era el más sagaz de los egipcios.

122. A continuación los egipcios me contaron que este rey bajó en vida al lugar que los griegos creen que es el Hades. Y allí habría jugado a los dados con Deméter, unas veces ganando y otras perdiendo. Pero cuando regresó se llevó un regalo de ella, un pañuelo bordado en oro. Y aseguraban los sacerdotes que desde el tiempo de tal bajada de Rampsinito, luego que regresó, los egipcios instituyeron una fiesta de la que en mis tiempos se celebraba todavía. Pero no puedo decir si la celebran por la razón apuntada. En el día de la festividad los sacerdotes tejen un velo, cubren con una venda los ojos de uno de ellos y le guían, portando él el velo, hasta un camino que conduce al santuario de Deméter, que dista de la ciudad veinte estadios. Y luego los chacales lo guían hasta el lugar de partida.

123. Aquel a quien resulten fiables estas cosas de los egipcios, ¡buen provecho!. 

Heródoto

sábado, 18 de mayo de 2019

Bagà



Historia (3)

5. Egipto es un regalo del Nilo. Digo más: el país no varía en nada para el que navega aguas arriba tres días: de esto nadie dijo ni pío, pero es totalmente válido. El estado del suelo de Egipto es el siguiente: primeramente, si uno navega hacia allí, cuando dista de tierra todavía un día de ruta, si echa sonda extraerá fango que hallará a una profundidad de once brazas. Ello demuestra que los efectos de la inundación de la tierra llegan hasta aquí. 

14. No necesitan abrir con los arados surcos en los campos, no necesitan cavar la tierra ni realizar las demás labores agrícolas que tantas fatigas cuestan a otros hombres, sino que cuando el río crece espontáneamente y les riega los campos y luego se retira, cada uno siembra su cultivo y suelta en él sus cerdos, para que pisándola ahonden la simiente. Y espera la época de la cosecha, trilla el grano con la ayuda de los cerdos; la siega es, pues, de esta manera.

35. Las mujeres hacen aguas de pie y los hombres de rodillas. Todos ellos defecan en su casa, pero comen fuera de ella, en la calle.

48. En vez de los falos han ideado otros símbolos, como imágenes de un codo de altura, que son movidas por hilos: las mujeres las pasean por las aldeas, y el miembro, que no es mucho menor que el resto del cuerpo, se les menea. Las precede un flautista, y las mujeres lo siguen entonando himnos a Dioniso. Hay una historia sagrada que cuenta por qué las imágenes tienen un miembro tan grande, y es lo único que se les mueve.

78. En los banquetes de gente pudiente, cuando se levantan de la mesa, un hombre hace circular por el comedor un ataúd con un muerto de madera dentro, que es la reproducción exacta, en pintura y en trabajo de talla, de un hombre vivo: su estatura es de uno o dos codos. Lo va mostrando a cada uno de los comensales y le dice: «Míralo, y come y bebe y diviértete, pues cuando hayas muerto serás como éste.» Sí, esto es lo que hacen en sus banquetes.

80. Los egipcios coinciden con los griegos en esta otra cosa, pero sólo con los lacedemonios. Cuando sus jóvenes se encuentran con personas de más edad les ceden el paso, se hacen a un lado, y se levantan de sus asientos ante los que llegan. En cambio, lo que sigue no lo tienen en común con ningún griego: en vez de saludarse en plena calle, se inclinan profundamente hasta tocarse las rodillas con las manos.

84. Cada médico trata una sola enfermedad, y no más de una. Y todo está lleno de médicos, pues unos se establecen como médicos oculistas, otros como médicos de la cabeza, otros como dentistas, otros como médicos de enfermedades intestinales, otros como médicos internistas.

89. Cuando fallecen las esposas de hombres importantes no son llevadas a embalsamar inmediatamente, y tampoco las mujeres que son muy bellas o las que destacan en algo: se confían a los embalsamadores tres o cuatro días después. Y la cosa es así para que los embalsamadores no se propasen con estas mujeres. Una vez uno fue castigado por haber abusado del cuerpo de una recién fallecida: le denunció un colega de profesión.

Heródoto

jueves, 16 de mayo de 2019

Fundación Mapfre - Espacio Miró


Historia (2)

138. Los persas no se orinan ni escupen en ningún río, no se lavan las manos en ellos ni permiten hacerlo a los demás; bien al contrario sienten por los ríos una especial veneración.

197. Como segunda costumbre acertada hay entre ellos la siguiente: conducen al ágora a sus enfermos, pues es notorio que entre ellos no hay médicos. Si entre los sanos hay uno que ha sufrido la misma enfermedad que ve que padece el enfermo, o bien la ha visto sufrir a otro, este hombre se acerca al enfermo y le aconseja rectamente, le exhorta a hacer lo que él mismo hizo, mediante lo cual se salvó de una enfermedad parecida, o ha visto a otro salvarse de ella. Y no les está autorizado pasar de largo junto a un enfermo sin haberle preguntado por la enfermedad que padece.

199. Toda mujer hija del país debe sentarse en el templo de Afrodita y entregarse una vez al año a un hombre extranjero.
...
Todas las que se ven dotadas de bella figura regresan muy pronto a su casa, pero las feas han de esperar mucho tiempo sin poder cumplir con la costumbre; algunas llegan a tardar tres o cuatro años.

200. En cuanto a costumbres, éstas son las que hay entre los babilonios, pero entre ellos se dan tres tribus que sólo se alimentan de peces. Luego que los han pescado los dejan secar al sol y hacen lo siguiente: los echan en un mortero, los trituran con una majadera y los cuelan con una tela fina. A quien así le apetece, los come amasados como pasta, pero otros lo comen cociéndolo como pan.

216. Entre ellos no hay ningún límite de edad, pero cuando uno se hace demasiado viejo todos sus allegados se reúnen y le sacrifican, y con él todo su ganado; cuando han preparado la carne se pegan el gran banquetazo. Y éste es para ellos el final más feliz. Pero si uno muere de enfermedad, no se comen su carne, sino que le entierran bajo tierra, y se considera una gran desgracia que no llegara a poder ser inmolado. 

4. Y, según creo, esto lo llevan con más acierto que los griegos, porque éstos al tercer año después de cada dos le añaden un mes intercalar para mantener la coincidencia con el año natural, mientras que los egipcios cuentan doce meses de treinta días, y al cabo del año añaden cinco días, y así hacen corresponderse el año de su calendario y el año natural. 

Heródoto

martes, 14 de mayo de 2019

Fundación Mapfre - Redescubriendo el Mediterráneo



Historia (1)

24. Cuentan de este Arión, que pasó la mayor parte de su vida en la corte de Periandro, que quiso navegar hacia Italia y hacia Sicilia; cuando hubo ganado mucho dinero en estos países, deseó ardientemente regresar de nuevo a Corinto. Bien: explican que zarpó de Tarento, y puesto que confiaba más que en los demás en los corintios, fletó una nave con tripulantes corintios, los cuales, ya en alta mar, maquinaron contra Arión echarle al agua y quedarse con sus riquezas. Él se apercibió de ello y les ofreció que se quedasen con su dinero a cambio de respetar su vida. No logró convencerlos, desde luego, antes bien, le conminaron a que se suicidara, con lo cual recibiría sepultura en tierra firme, o a que se arrojara al mar inmediatamente. Cuentan, pues, que ante sus amenazas Arión, perplejo, les suplicó que, toda vez que ésta era la decisión de ellos, le permitieran ponerse en pie, con todos sus ornamentos, encima del banco de los remeros para entonar un canto; les dio su palabra de que después de cantarlo se suicidaría. A ellos les entró la apetencia de oír cantar al mejor cantor de entre los hombres, y se retiraron de la popa hacia el centro de la nave. Y Arión se revistió de todos sus ornamentos, tomó la cítara, se subió al banco de los remeros y ejecutó hasta el final su melodía más sublime, al final de la cual se tiró al agua así como estaba, con todos sus ornamentos. Cuentan que la tripulación navegó hasta Corinto, pero que a él un delfín le recogió y le condujo hasta la punta de Ténaro. Allí puso pie en tierra y se trasladó a Corinto con toda su indumentaria; ya en Corinto, denunció lo ocurrido. Siguen contando que Periandro desconfió y le mantuvo bajo custodia, con la prohibición de ir a cualquier sitio mientras esperaba la llegada de los marineros. Cuando éstos llegaron los citó, naturalmente, y los interrogó por si tenían algo que declarar acerca de Arión. Ellos aseguraron que se encontraba sano y salvo en Italia: le habían dejado en Tarento y, según ellos, las cosas le marchaban estupendamente. Y entonces compareció Arión tal cual había saltado de la nave; ellos, estupefactos y convictos, ya no pudieron negar nada. Esto es lo que cuentan los corintios y los lesbios, y en la cumbre del Ténaro hay un pequeño exvoto ofrecido por Arión: es un hombre que cabalga un delfín.

94. Exceptuando esto, que sus hijas se prostituyen, los lidios tienen costumbres similares a las de los griegos. Ellos son los primeros hombres de los que sabemos que acuñaron y usaron moneda de oro y de plata, los primeros de los que sabemos que se dedicaron al comercio. Los mismos lidios afirman que los juegos a los que hoy se juega entre los griegos son invención suya. Y al mismo tiempo que los inventaron, esto es lo que los lidios cuentan, colonizaron Tirrenia. He aquí lo que explican. En tiempos del rey Atis, hijo de Manes, hubo en el país entero de Lidia una gran escasez de comida. Primero los lidios la soportaron con acopio de paciencia, pero al ver que la cosa no cesaba buscaron paliativos, y uno, inventó una cosa, y otro otra. De manera que data de entonces la invención del juego de dados, del juego de tabas, del juego de la pelota. Y de todos los demás juegos a excepción del juego de damas, el cual los lidios no dicen haber inventado. Y explican que, tras haberlos inventado, engañaban así el hambre: jugaban un día entero para no tener que haber de buscar comida; al día siguiente dejaban el juego y comían. De esta manera vivieron dieciocho años. Pero puesto que el mal no cedía, todo lo contrario, los apremiaba cada vez más, entonces el rey dividió a todos los lidios en dos grupos y los echó a suertes: unos se quedarían, los otros deberían dejar el país. Y él se agregó a los que les tocó en suerte quedarse en sus tierras, y puso a su propio hijo, llamado Tirreno, al frente de aquella parte a la que le tocó expatriarse. 

133. Bien: todo esto lo observan, pero acostumbran a deliberar bebidos sobre los asuntos realmente graves; lo decidido en tal deliberación, al día siguiente, ahora en estado de sobriedad, el amo de la casa se lo replantea. Y si también en estado de sobriedad toman la misma decisión, la ponen en práctica; de lo contrario, la revocan. Y lo que eventualmente deliberaren en estado de sobriedad, vuelven a discutirlo en estado de embriaguez.

Heródoto

domingo, 12 de mayo de 2019

La Gavarra - Lindavista 2018


Mitos, viajes y héroes

En la mitología griega es famoso un personaje que, gracias a su astucia, consiguió regresar del mundo de los muertos, repasando el Aqueronte. Es Sísifo que, sintiéndose morir, ordenó a su esposa Mérope que no incinerara su cadáver ni lo enterrara; y una vez en el Hades, se quejó a Perséfone de no haber recibido honores fúnebres, sino que su cuerpo estaba abandonado, y logró, tras la promesa de regresar de inmediato, el permiso de los dioses de abajo para volver al mundo de los vivos y vengarse de la afrenta de no tener honras fúnebres. Pero una vez que su espíritu (su psyché, su doble fantasmal) se reincorporó en su antiguo cuerpo, no hizo caso de sus promesas. Más tarde vino a por él Hermes para reducirlo de nuevo al reino de las sombras, y allí se le impuso por su osadía un castigo tremendo. Sísifo eólida, al que Ulises vio en el Hades, es recordado por los poetas Teognis (712 y ss.) y Alceo (frag. 73 Diehl) como el único que, por sus mañas, logró escapar -por un tiempo- del Hades, en un truco de audacia, en un colmo de astucia.

Se cuenta, pues, que Jasón, abandonado de Medea, despojado de sus hijos, exiliado de Yolco y de Corinto (por las terribles acciones llevadas a cabo por Medea), anduvo errante por otras regiones de Grecia, sin un destino, nostálgico de los días pasados, y regresó, un buen día, a Corinto junto al templo de Hera, donde estaba consagrado el casco de la nave, la Argo, varada en tierra, gloriosa reliquia de la gran aventura. Allí, dudando sobre si habría de suicidarse ahorcándose de algún madero, se sentó a rumiar su desdicha. Y el palo mayor de la Argo se desplomó sobre él y lo mató.
Es un final triste para un héroe, pero un fin que tal vez mereció por confiarse demasiado en las ayudas ajenas. Jasón ni siquiera mató al dragón. Dejó que Medea lo adormeciera y se llevó el toisón como si lo hurtara, a escondidas. Quiso librarse de Medea demasiado tarde. Se dejó envolver por la fatalidad. ¿De qué le sirvió el famoso vellocino en Yolco?
Un psicólogo de nuestro siglo ha visto en Jasón el tipo del «héroe banalizado», y subraya lo justificado de su muerte. «La Argo», dice P. Diel, «es el símbolo de las promesas juveniles de su vida, de las hazañas de apariencia heroica que le han valido la gloria. Ha querido descansar luego a la sombra de ésta, creyendo que le bastaba para justificar su vida entera. Al caer en ruinas, la Argo, símbolo de la esperanza heroica de su juventud, se transforma en el símbolo de la ruina final de su vida. El madero es una transformación de la maza. Es el aplastamiento bajo el peso muerto, el castigo de la banalización.»

García Gual, Carlos

viernes, 10 de mayo de 2019

Estiu 2018 - Festes de Sant Pere G/R


La secta del perro (3)

A CARONTE

Tú, que en tu esquife sombrío navegas por estas
aguas del Aqueronte, de Hades triste acólito,
acoge, aunque tengas tu balsa espantable de muertos
cargada, al perro Diógenes. No tengo en mi bagaje
sino una alcuza, la alforja, la mísera capa
y el óbolo que el viaje paga de los difuntos.
Cuanto en la vida tenía, lo traje todo ello
conmigo al Hades; nada bajo el sol he dejado.  

(Leónidas de Tarento)

Los vagabundos que bajo el manto cínico pululaban por los dominios del Imperio Romano desde mucho antes no andaban, sin embargo, tan descarriados en cuanto a su imitación de Diógenes, y eran, como él lo fuera, agresivos, deslenguados y pintorescos. Probablemente les faltaba el ingenio y la originalidad crítica de Diógenes y el aplomo y la filantropía de Crates, y les sobraba suciedad, astucia y desfachatez; subsistían como testigos tardíos de un peregrino empeño por mantener la libertad individual en un mundo sumiso y represivo, desilusionado y retórico.

Al enterarse una vez de que Platón hablaba mal de él, dijo: «Es propio de un rey obrar bien y ser calumniado».

A uno que le dijo: «Muchos te elogian», respondió: «¿Pues qué he hecho mal?».

Que la impopularidad es un bien y otro tanto el esfuerzo. 

Es mejor combatir con unos pocos buenos contra todos los malos que con muchos malos contra unos pocos buenos. Prestar atención a nuestros enemigos, porque son los primeros en percibir nuestras faltas.

A quienes le decían: «Eres ya viejo, descansa ya», les contestó: «Si corriera la carrera de fondo, ¿debería descansar al acercarme al final, o más bien apretar más?»

Al observar una vez a un niño que bebía en las manos, arrojó fuera de su zurrón su copa, diciendo: «Un niño me ha aventajado en sencillez.» Arrojó igualmente el plato, al ver a un niño que, como se le había roto el cuenco, recogía sus lentejas en la corteza cóncava del pan.

A uno que le preguntó a qué hora se debe comer, respondió: «Si eres rico, cuando quieras; si eres pobre, cuando puedas.»

Acerca de la ley decía que sin ella no es posible la vida democrática; y que sin una ciudad democrática no hay ningún beneficio del ser civilizado. La ciudad es civilización. No hay ningún beneficio de la ley sin una ciudad. Por tanto, la ley es un producto de la  civilización. 

García Gual, Carlos