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martes, 14 de mayo de 2019

Fundación Mapfre - Redescubriendo el Mediterráneo



Historia (1)

24. Cuentan de este Arión, que pasó la mayor parte de su vida en la corte de Periandro, que quiso navegar hacia Italia y hacia Sicilia; cuando hubo ganado mucho dinero en estos países, deseó ardientemente regresar de nuevo a Corinto. Bien: explican que zarpó de Tarento, y puesto que confiaba más que en los demás en los corintios, fletó una nave con tripulantes corintios, los cuales, ya en alta mar, maquinaron contra Arión echarle al agua y quedarse con sus riquezas. Él se apercibió de ello y les ofreció que se quedasen con su dinero a cambio de respetar su vida. No logró convencerlos, desde luego, antes bien, le conminaron a que se suicidara, con lo cual recibiría sepultura en tierra firme, o a que se arrojara al mar inmediatamente. Cuentan, pues, que ante sus amenazas Arión, perplejo, les suplicó que, toda vez que ésta era la decisión de ellos, le permitieran ponerse en pie, con todos sus ornamentos, encima del banco de los remeros para entonar un canto; les dio su palabra de que después de cantarlo se suicidaría. A ellos les entró la apetencia de oír cantar al mejor cantor de entre los hombres, y se retiraron de la popa hacia el centro de la nave. Y Arión se revistió de todos sus ornamentos, tomó la cítara, se subió al banco de los remeros y ejecutó hasta el final su melodía más sublime, al final de la cual se tiró al agua así como estaba, con todos sus ornamentos. Cuentan que la tripulación navegó hasta Corinto, pero que a él un delfín le recogió y le condujo hasta la punta de Ténaro. Allí puso pie en tierra y se trasladó a Corinto con toda su indumentaria; ya en Corinto, denunció lo ocurrido. Siguen contando que Periandro desconfió y le mantuvo bajo custodia, con la prohibición de ir a cualquier sitio mientras esperaba la llegada de los marineros. Cuando éstos llegaron los citó, naturalmente, y los interrogó por si tenían algo que declarar acerca de Arión. Ellos aseguraron que se encontraba sano y salvo en Italia: le habían dejado en Tarento y, según ellos, las cosas le marchaban estupendamente. Y entonces compareció Arión tal cual había saltado de la nave; ellos, estupefactos y convictos, ya no pudieron negar nada. Esto es lo que cuentan los corintios y los lesbios, y en la cumbre del Ténaro hay un pequeño exvoto ofrecido por Arión: es un hombre que cabalga un delfín.

94. Exceptuando esto, que sus hijas se prostituyen, los lidios tienen costumbres similares a las de los griegos. Ellos son los primeros hombres de los que sabemos que acuñaron y usaron moneda de oro y de plata, los primeros de los que sabemos que se dedicaron al comercio. Los mismos lidios afirman que los juegos a los que hoy se juega entre los griegos son invención suya. Y al mismo tiempo que los inventaron, esto es lo que los lidios cuentan, colonizaron Tirrenia. He aquí lo que explican. En tiempos del rey Atis, hijo de Manes, hubo en el país entero de Lidia una gran escasez de comida. Primero los lidios la soportaron con acopio de paciencia, pero al ver que la cosa no cesaba buscaron paliativos, y uno, inventó una cosa, y otro otra. De manera que data de entonces la invención del juego de dados, del juego de tabas, del juego de la pelota. Y de todos los demás juegos a excepción del juego de damas, el cual los lidios no dicen haber inventado. Y explican que, tras haberlos inventado, engañaban así el hambre: jugaban un día entero para no tener que haber de buscar comida; al día siguiente dejaban el juego y comían. De esta manera vivieron dieciocho años. Pero puesto que el mal no cedía, todo lo contrario, los apremiaba cada vez más, entonces el rey dividió a todos los lidios en dos grupos y los echó a suertes: unos se quedarían, los otros deberían dejar el país. Y él se agregó a los que les tocó en suerte quedarse en sus tierras, y puso a su propio hijo, llamado Tirreno, al frente de aquella parte a la que le tocó expatriarse. 

133. Bien: todo esto lo observan, pero acostumbran a deliberar bebidos sobre los asuntos realmente graves; lo decidido en tal deliberación, al día siguiente, ahora en estado de sobriedad, el amo de la casa se lo replantea. Y si también en estado de sobriedad toman la misma decisión, la ponen en práctica; de lo contrario, la revocan. Y lo que eventualmente deliberaren en estado de sobriedad, vuelven a discutirlo en estado de embriaguez.

Heródoto