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jueves, 16 de mayo de 2019

Fundación Mapfre - Espacio Miró


Historia (2)

138. Los persas no se orinan ni escupen en ningún río, no se lavan las manos en ellos ni permiten hacerlo a los demás; bien al contrario sienten por los ríos una especial veneración.

197. Como segunda costumbre acertada hay entre ellos la siguiente: conducen al ágora a sus enfermos, pues es notorio que entre ellos no hay médicos. Si entre los sanos hay uno que ha sufrido la misma enfermedad que ve que padece el enfermo, o bien la ha visto sufrir a otro, este hombre se acerca al enfermo y le aconseja rectamente, le exhorta a hacer lo que él mismo hizo, mediante lo cual se salvó de una enfermedad parecida, o ha visto a otro salvarse de ella. Y no les está autorizado pasar de largo junto a un enfermo sin haberle preguntado por la enfermedad que padece.

199. Toda mujer hija del país debe sentarse en el templo de Afrodita y entregarse una vez al año a un hombre extranjero.
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Todas las que se ven dotadas de bella figura regresan muy pronto a su casa, pero las feas han de esperar mucho tiempo sin poder cumplir con la costumbre; algunas llegan a tardar tres o cuatro años.

200. En cuanto a costumbres, éstas son las que hay entre los babilonios, pero entre ellos se dan tres tribus que sólo se alimentan de peces. Luego que los han pescado los dejan secar al sol y hacen lo siguiente: los echan en un mortero, los trituran con una majadera y los cuelan con una tela fina. A quien así le apetece, los come amasados como pasta, pero otros lo comen cociéndolo como pan.

216. Entre ellos no hay ningún límite de edad, pero cuando uno se hace demasiado viejo todos sus allegados se reúnen y le sacrifican, y con él todo su ganado; cuando han preparado la carne se pegan el gran banquetazo. Y éste es para ellos el final más feliz. Pero si uno muere de enfermedad, no se comen su carne, sino que le entierran bajo tierra, y se considera una gran desgracia que no llegara a poder ser inmolado. 

4. Y, según creo, esto lo llevan con más acierto que los griegos, porque éstos al tercer año después de cada dos le añaden un mes intercalar para mantener la coincidencia con el año natural, mientras que los egipcios cuentan doce meses de treinta días, y al cabo del año añaden cinco días, y así hacen corresponderse el año de su calendario y el año natural. 

Heródoto