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viernes, 10 de mayo de 2019

Estiu 2018 - Festes de Sant Pere G/R


La secta del perro (3)

A CARONTE

Tú, que en tu esquife sombrío navegas por estas
aguas del Aqueronte, de Hades triste acólito,
acoge, aunque tengas tu balsa espantable de muertos
cargada, al perro Diógenes. No tengo en mi bagaje
sino una alcuza, la alforja, la mísera capa
y el óbolo que el viaje paga de los difuntos.
Cuanto en la vida tenía, lo traje todo ello
conmigo al Hades; nada bajo el sol he dejado.  

(Leónidas de Tarento)

Los vagabundos que bajo el manto cínico pululaban por los dominios del Imperio Romano desde mucho antes no andaban, sin embargo, tan descarriados en cuanto a su imitación de Diógenes, y eran, como él lo fuera, agresivos, deslenguados y pintorescos. Probablemente les faltaba el ingenio y la originalidad crítica de Diógenes y el aplomo y la filantropía de Crates, y les sobraba suciedad, astucia y desfachatez; subsistían como testigos tardíos de un peregrino empeño por mantener la libertad individual en un mundo sumiso y represivo, desilusionado y retórico.

Al enterarse una vez de que Platón hablaba mal de él, dijo: «Es propio de un rey obrar bien y ser calumniado».

A uno que le dijo: «Muchos te elogian», respondió: «¿Pues qué he hecho mal?».

Que la impopularidad es un bien y otro tanto el esfuerzo. 

Es mejor combatir con unos pocos buenos contra todos los malos que con muchos malos contra unos pocos buenos. Prestar atención a nuestros enemigos, porque son los primeros en percibir nuestras faltas.

A quienes le decían: «Eres ya viejo, descansa ya», les contestó: «Si corriera la carrera de fondo, ¿debería descansar al acercarme al final, o más bien apretar más?»

Al observar una vez a un niño que bebía en las manos, arrojó fuera de su zurrón su copa, diciendo: «Un niño me ha aventajado en sencillez.» Arrojó igualmente el plato, al ver a un niño que, como se le había roto el cuenco, recogía sus lentejas en la corteza cóncava del pan.

A uno que le preguntó a qué hora se debe comer, respondió: «Si eres rico, cuando quieras; si eres pobre, cuando puedas.»

Acerca de la ley decía que sin ella no es posible la vida democrática; y que sin una ciudad democrática no hay ningún beneficio del ser civilizado. La ciudad es civilización. No hay ningún beneficio de la ley sin una ciudad. Por tanto, la ley es un producto de la  civilización. 

García Gual, Carlos