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viernes, 12 de abril de 2019

Reclam Lesebuch



Historia de los Animales (3)

También relata Eudemo que, en Tracia, en el monte Pangeo, una osa penetró en el cubil de un león, ya que no halló ningún guardián, y dio muerte a los cachorros, pequeños como eran e incapacitados de toda defensa. Pero cuando los padres, al volver de sus correrías de caza, advirtieron que sus crías habían sido muertas, como es de suponer se apenaron mucho y fueron en pos de la osa; esta fiera, invadida por el miedo, con toda la rapidez que sus fuerzas le permitían, trepó a un árbol y se acomodó allí, con la esperanza de huir de los planes vengativos de los felinos. Dado que éstos habían ido hasta allí con el objetivo claro de castigar a la asesina, la leona no se apartó, y sentándose al pie del árbol, montaba guardia, con sus ojos inyectados en sangre fijos entre las hojas; en tanto, el león, lleno de angustia y dolido, vagaba por los bosques y así se enfrentó con un leñador; el hombre se puso a temblar y dejó caer su hacha, pero la fiera se mostraba amistosa, pues se acercó a él, para saludado a su modo, lamiéndole la cara. El hombre, ya confiado, se dejó enroscar la cola del león en torno al cuerpo y siguió a la bestia que lo iba conduciendo sin dejar que arrojara el hacha, ya que con su pata se la señalaba para que la agarrase; en vista de que el hombre no comprendía, el león tomó el hacha entre los dientes y se la presentó; así fueron ambos hasta el cubil. Tan pronto como los vio llegar, la leona se aproximó, mostrándose tierna y mirando al leñador con ojos de súplica, pero sin dejar de observar a la osa. El hombre entendió la situación y supuso que la osa les habría hecho algún daño, así que comenzó a cortar el árbol; cuando el tronco cedió al hacha, cayó al suelo la osa, que fue despedazada por los leones. De inmediato, el león guió al hombre, sano y salvo, hasta el sitio en que se había cruzado con él y lo reintegró a sus trabajos de leñador.

Según Alejandro de Mindo, cuando se hacen viejas (las cigüeñas), emigran a las islas del Océano, donde de aves se transforman en hombres y se cree que tal cambio es premio a su comportamiento amoroso con sus padres, porque, si no estoy en un error, los dioses quieren conservar en esas tierras una estirpe de hombres piadosos y justicieros, ya que en ninguna otra comarca de las que alumbra el sol podría perdurar semejante raza. Estimo que ésta no es una simple fábula. ¿Con qué finalidad podría narrar Alejandro infundios semejantes, si no sacaría nada en limpio? Y, lo que es más, de poco le serviría a un hombre inteligente contribuir a que lo falso se imponga a lo verdadero, aunque pensara en conseguir el máximo de los beneficios, menos todavía si podía ir a dar a las manos de un adversario, del que no sacaría ganancias.

Claudio Eliano