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lunes, 22 de abril de 2019

Πολιτεία - Gatos



Historia de los Animales (8)

Un cerdo es capaz de reconocer la voz de su porquerizo y, si lo llama éste, se aproxima, aunque esté hozando lejos de allí. La prueba de tal cosa es la siguiente: unos bandoleros anclaron su nave en la costa etrusca y, al avanzar tierra adentro, se encontraron con una pocilga bien poblada, que pertenecía a ciertos porquerizos. Los bandidos se llevaron los cerdos, los subieron a su nave y soltaron amarras para continuar su viaje. Mientras los piratas estuvieron cerca, los porquerizos permanecieron inmóviles, pero cuando el navío «estuvo tan cercano a la orilla que hasta hubieran llegado los gritos», comenzaron a llamar a los cerdos como siempre lo hacían cuando querían obligados a regresar; los animales, tan pronto como oyeron el llamado, se ubicaron todos sobre una banda de la nave y la volcaron. Los ladrones se ahogaron y los cerdos regresaron a nado junto a sus amos.

Tras la crecida que cubre los campos egipcios, durante el verano muy caluroso, el Nilo les otorga el aspecto de un mar calmo, y los habitantes de esa región pescan donde antes había tierra firme; también navegan en barcas construidas especialmente para esta época y para las crecientes del río rey. Más tarde, el río retorna al cauce que le diera la Naturaleza, pero los peces, lejos de su padre y sin el agua en que nadaban, se quedan a la zaga entre el limo espeso y así se convierten en comida para los labriegos; si bien la frase es un poco dura, eso constituye la cosecha egipcia de pescado.

Otra particularidad de los animales es el amor que profesan al hombre. Este relato es un ejemplo de ello. Un águila tenía una cría. Debo contar la historia completa, a modo de testimonio de lo que he dicho antes. Durante el reinado de Sevécoro, en Babilonia, los caldeos predijeron que el niño que naciera de la hija del soberano se apoderaría del reino de su abuelo. Sevécoro sintió miedo y -dicho sea en tono de broma- se convirtió en otro Acrisio por el comportamiento con su hija; la controlaba de un modo muy estricto, a pesar de lo cual -dado que la necesidad se mostró más astuta que el monarca babilonio- la joven quedó embarazada por obra de un hombre de bajo linaje y dio a luz en forma secreta. Los guardias, temerosos del soberano, arrojaron al niño de la acrópolis, que era donde la madre había estado prisionera.
Un águila, tras advertir con sus ojos penetrantes cómo salía el pequeño del vientre de su madre, antes que el recién nacido cayera al suelo, lo recogió sobre su dorso al vuelo, lo llevó hasta un jardín y lo dejó allí con especiales precauciones. El jardinero, al ver a ese hermoso niño, encantado con él, lo crió. El pequeño fue llamado Gílgamo y llegó a ser soberano de los babilonios.
Puedo admitir que haya quien no crea en la veracidad de esta historia, si aporta todos los testimonios posibles en contra. Me han asegurado que el persa Aquémenes, de quién tuvo origen la nobleza persa, fue criado por un águila.

Claudio Eliano