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miércoles, 24 de abril de 2019

Editorial Juventud


De Natura Animalium (9)

También sostienen los egipcios que los cocodrilos tienen el don de augurar y lo prueban con este relato: Tolomeo (esos egipcios sabrán de qué Tolomeo se trata) llamó al más dócil de sus cocodrilos, que no hizo caso ni quiso comer lo que el amo le ofrecía; los sacerdotes estuvieron de acuerdo en señalar que el cocodrilo rechazó la comida porque había comprendido que el fin de Tolomeo se aproximaba.

Megástenes me ha hecho saber que, en el Mar índico, vive un pez invisible en vida, quizá porque habita en las profundidades, pero que sube a la superficie a su muerte. Quien lo toque se desmaya en un primer momento, para morir a continuación.
Si alguien pone el pie encima de una serpiente acuática, aunque no reciba ninguna mordedura, pierde la vida sin remedio, según afirma Apolodoro en su obra Acerca de animales venenosos, porque sostiene que con el mero contacto se produce la corrupción; por cierto que a quien trata de curar o de cuidar al moribundo, sea como sea, le salen llagas en las manos, tan sólo por haber tocado a quien pisó una de esas serpientes. Aristóxeno narra que, cierta vez, un hombre dio muerte a una víbora con la mano y, a pesar de no haber recibido ninguna mordedura, perdió la vida; también agrega que la túnica que ese hombre vestía al matar al reptil se pudrió al cabo de poco tiempo.

En su poema Dardánicas, Hegemón habla del tesalio Alevas y, entre otras cosas, refiere que una víbora se enamoró de él; también nos dice que Alevas tenía cabellos de oro, cosa exagerada que corrijo diciendo que era rubio su pelo. Asimismo, el poeta asegura que el joven cuidaba sus rebaños en el monte Osa, tal como lo hiciera Anquises en el Ida, y que sus bestias pastaban cerca de una fuente llamada Hemonia. Esa fuente bien podría haberse hallado en Tesalia.
Una serpiente enorme se enamoró, pues, de Alevas; se le aproximaba deslizándose, le rozaba el pelo, limpiaba la cara amada con la lengua y brindaba al joven el presente de las presas que capturaba.
Si un carnero concibió una pasión por la citarista Glauce, si en Jasa un delfín se prendó de un efebo, ¿por qué causa no se podría enamorar una víbora de un pastor hermoso, dado que es un animal de visión aguda y bien puede juzgar con propiedad acerca de una belleza sin par? Los animales suelen experimentar amor no sólo por sus congéneres, sino incluso por quienes no guardan relación con ellos, siempre que éstos posean gran hermosura.

Claudio Eliano