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domingo, 17 de septiembre de 2017

Mollet



Cierta noche cerrada, cuando ya la Osa había girado de la mano del Boyero y los pueblos mortales todos reposaban agobiados de fatiga, presentándose entonces el Amor sacudió los cerrojos de mi puerta.           
-«¿Quién -dije yo- a mis puertas así llama? ¿Mis sueños así me desbaratas?».    
Y Amor: «Abre -me dice-. Una criatura soy: no te amedrentes. Estoy calado y en noche sin luna voy errante».                                                                        
Tuve compasión de sus palabras, luz encendí al punto y fui a abrirle. Y un niño portador de arco allí contemplo, con alas y una aljaba. Junto al fuego hice se sentase, con mis manos a las suyas di calor, en tanto que su pelo de la humedad libraba.  
Y Amor, curado ya del frío, «probemos, ea, este arco -me propone-, por si el nervio con la lluvia está dañado».
Lo tensa y, como un tábano, me hiere del hígado en el centro. Y brinca y entre risas: «Huésped, alégrate conmigo, que sana tenemos nuestra arma, por más que tú penarás del corazón».

Anacreónticas